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Argentina: difícil normalización

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En breve, el Gobierno de Mauricio Macri estará cumpliendo su primer año. Escribíamos entonces sobre los desafíos que enfrentaría dada la correlación de fuerzas desfavorable en el Parlamento y los enormes problemas heredados.

En breve, el Gobierno de Mauricio Macri estará cumpliendo su primer año. Escribíamos entonces sobre los desafíos que enfrentaría dada la correlación de fuerzas desfavorable en el Parlamento y los enormes problemas heredados.

El gobierno tuvo una cosecha temprana que fue muy esperanzadora ya que logró en muy poco tiempo desarmar el cepo cambiario sin tener casi reservas internacionales, y solucionó el contencioso con los holdouts demostrando que la Patria no estaba en juego si se pagaban las deudas contraídas. Claro que no había recursos para hacer frente a esos pasivos, por lo que se recurrió a la emisión de nueva deuda pública.

Estas acciones, además de un viraje copernicano en las relaciones internacionales muy maltrechas por las administraciones K, reposicionaron rápidamente la imagen de Argentina en el concierto político mundial y generaron algarabía en los operadores de los mercados financieros, ávidos de alguna buena noticia en estos tiempos de retornos nulos o negativos para los capitales. Es por ello que no fue difícil para el gobierno argentino obtener los fondos para resolver el tema de la deuda pública impaga, a tasas más bajas que las que estaban pagando hasta ese momento.

Sin embargo, otros frentes de problemas heredados no tuvieron una solución tan rápida. Nos referimos a los niveles altísimos de inflación y déficit fiscal. Aquí es donde las recomendaciones técnicas empiezan a chocar con la política: con la posibilidad política de llevarlas adelante. Y donde el Gobierno argentino se empieza a empantanar.

Como no tiene mayorías en el Parlamento, las leyes necesarias deben ser negociadas con la parte más “civilizada” de la oposición. Pero la negociación, que hasta ahora ha sido exitosa, no está exenta de costos. Aparecen cuando para conseguir los votos de diputados hay que realizar suculentas transferencias a los gobiernos provinciales, cuando se terminan votando loables leyes sociales a cambio de las que el gobierno quiere impulsar, etc. Por otra parte, el tímido sinceramiento de tarifas que el Gobierno planteó, tropezó con escollos que demoraron su implementación y atenuaron sus efectos. El ajuste fiscal que el gobierno se planteó inicialmente, quedó en la nada desde el punto de vista de abatir el gigantesco déficit existente.

El blanqueo de capitales permitirá seguir ganando algo de tiempo así como el aumento del endeudamiento, pero los problemas de fondo de la economía siguen estando allí. Además el gobierno ya empieza a mover sus fichas para lograr un resultado favorable en las elecciones de fines de 2017, apostando a un rebote económico que lo posicione mejor frente a la opinión pública.

Mientras tanto la ola esperada de inversiones privadas no aparece. Los potenciales inversores internacionales tampoco se animan a volver porque no ven un horizonte claro más allá de 2019. La posible vuelta del peronismo y su manejo tradicionalmente poco amigable con el capital extranjero empieza a ser un riesgo palpable y disuasorio.

La ilusión de muchos argentinos de que algo distinto era posible empieza a desinflarse. Lo cierto es que sus problemas no se resuelven en cuatro años, y es difícil escapar a la trampa institucional que han construido entre todos durante varias décadas.

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Fanny Trylesinski

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