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Eludiendo responsabilidades

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La anunciada decisión del Presidente de Estados Unidos de apartarse del Acuerdo de París simplemente confirmó lo que todos temíamos.

La anunciada decisión del Presidente de Estados Unidos de apartarse del Acuerdo de París simplemente confirmó lo que todos temíamos.

Si bien la primera potencia del mundo tampoco había suscrito el Protocolo de Kioto (1997), cuando la Administración Obama apoyó el Acuerdo de París el mundo sintió que los líderes más poderosos del planeta asumían una responsabilidad esperanzadora.

Estados Unidos es la segunda nación que más contribuye al calentamiento global (15%) detrás de la avasallante China con el 30%. Luego le siguen la Unión Europea (9%), India (7%), Rusia (5%), Japón (4%). El 30% restante corresponde a la suma de las emisiones de los demás países.

El presidente Trump se equivoca cuando niega e ironiza la existencia del calentamiento global como una amenaza enorme para la humanidad.

Esa es la conclusión reiterada y reafirmada del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, su sigla en inglés) desde los años noventa. Como se recordará, se trata de un grupo creado en el ámbito de Naciones Unidas para ofrecer al mundo una visión científica rigurosa, clara y equilibrada del estado actual de los conocimientos sobre el cambio climático y sus posibles repercusiones ambientales y socioeconómicas. Está integrado por los mejores científicos del mundo -incluidos norteamericanos- los cuales trabajan voluntariamente y no responden a gobiernos ni instituciones.

Fue el Panel el que advirtió a la humanidad acerca de los que estamos enfrentando, y lo sigue haciendo a través de un monitoreo actualizado, alimentado por información proveniente de todo el planeta. Constituye una verdadera ofensa a la inteligencia y la razón que se ponga en “tela de juicio” la idoneidad académica del IPCC. ¿Cuál es el sustento técnico y científico del presidente Trump para refutar las afirmaciones del Panel?

En realidad la razón de su postura responde a objetivos económicos en el mediano plazo. Lo de su descreimiento sobre la realidad de la amenaza del calentamiento global se parece más a su necesidad estratégica de neutralizar -ante la opinión pública- el peso contundente del mundo académico, que a su real convicción sobre el asunto.

No en vano, una de sus promesas electorales más reiteradas fue devolverle a la industria del carbón su esplendor de otrora. Nada de restricciones a las emisiones de gases de invernadero que le generen costes a la industria energética.

Se equivoca al darle la espalda a la ciencia. También al aislarse del mundo en un tema estratégico como éste. Recordemos que con su decisión EE.UU. se une al minúsculo grupo de países que no aceptó el Acuerdo de París (Nicaragua y Siria).

Con esta estrategia ni siquiera conseguirá ventajas económicas en el concierto internacional porque elevará considerablemente la huella de carbono de la industria norteamericana -parámetro que cada vez se toma más en cuenta en el comercio mundial.

Lo irónico del asunto es que Estados Unidos ya ha experimentado los duros golpes de un comportamiento climático que modifica la realidad, exponiéndonos a eventos naturales cada vez más violentos y frecuentes.

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Hernán Sorhuet Gelós

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