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Wilson y el Frente Amplio

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La utilización de Wilson Ferreira por parte de la campaña de Javier Miranda a la presidencia del Frente Amplio trajo al primer plano el tema del vínculo entre el líder nacionalista y la coalición de izquierda.

Algunos politólogos y distintos referentes del Frente Amplio lo han planteado sin ambigüedades. En un esquema en el que el Partido Nacional contaría con dos alas, una más progresista y la otra más conservadora, la vida y el legado político de Wilson Ferreira tendría vínculos con un pensamiento de izquierda y por ello mismo sería afín a posiciones frenteamplistas. En varias campañas electorales se ha planteado esta seudo afinidad que lo que busca en verdad es llevar votos hacia la coalición de izquierda. Por tanto Miranda, desde su posicionamiento pretendidamente moderado, para nada innovó en su intento proselitista.

El problema es que esa teórica afinidad es en realidad completamente falsa. En tiempos en los que Wilson lideró al Partido Nacional, la oposición y la crítica del Frente Amplio a su figura y a su política fueron cotidianas. En la campaña de 1971, las calumnias desde la izquierda llegaron a sostener que estaba financiado por empresas estadounidenses o que gastaba el dinero de las "vacas que se afana". Para salir del proceso dictatorial, el Gral. Líber Seregni como principal dirigente frenteamplista, pactó en el Club Naval con los militares. El precio lo pagó Ferreira, que según los resultados de las elecciones internas de 1982 se perfilaba para ser, sin duda, presidente de la República. El pacto se hizo con Wilson preso y proscripto. Fue aceptado por toda la izquierda que legitimó así ese rengo proceso de democratización del país.

Con la apertura democrática, entre 1985 y 1988, la campaña crítica de parte del Partido Comunista en particular, que por aquel entonces era un poderoso actor dentro del Frente Amplio, fue feroz. El episodio más grave está cumpliendo 30 años ya en este 2016. Fue cuando Wilson, para salvar la débil institucionalidad democrática del país y asumiendo la lógica de los hechos impuesta por el pacto del Club Naval, decidió jugar su prestigio y liderazgo para sacar adelante la ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado. ¡Qué no dijeron los frenteamplistas en contra de Ferreira a lo largo de 1986! Desde que tenía un acuerdo ya armado con el Partido Colorado en favor de la impunidad, hasta que había traicionado a Gutiérrez Ruiz y a Michelini con la ley de Caducidad, las críticas fueron tan infames como estridentes.

Es que Wilson no tiene nada, absolutamente nada que ver con el Frente Amplio. No lo tenía cuando la coalición se formó, porque Ferreira era antes que nada un demócrata a carta cabal mientras que el Frente Amplio del Partido Comunista y del Partido Socialista era en aquellos años un actor político incapaz de esbozar una crítica hacia los regímenes dictatoriales comunistas que ocuparon medio mundo durante la Guerra Fría. Con los comunicados 4 y 7, por ejemplo, cuando buena parte de la izquierda se alineó tras los militares peruanistas, Ferreira tomó un camino distinto y defendió la legitimidad de las urnas. Wilson no fue golpista ni en febrero de 1973 ni tampoco en junio de 1973, algo que por supuesto no se puede decir ni de Seregni, ni del Partido Comunista, ni de varios de sus compañeros de ruta de la CNT.

Por supuesto que Wilson sabía distinguir entre la posición política y la afinidad personal. La tenía, por ejemplo, con Zelmar Michelini desde los años sesenta, cuando el senador frenteamplista era principal referente del Partido Colorado. Pero nada podía ligar a Ferreira, intelectual e ideológicamente, con partidos afines a regímenes totalitarios o que procuraran implantar el socialismo en el Uruguay. "Con totalitarios nada, nada, nada", decía Wilson en aquellos años.

A 28 años de su muerte es claro que su figura ha trascendido al Partido Nacional. Pero es faltar el respeto a su actuación política y a su esplendoroso liderazgo pretender disimular su esencia blanca y nacionalista con el argumento de que hoy Wilson es de todos. Wilson es una figura nacional, justamente, porque encarnó en momentos gravísimos de la vida de la República los valores de libertad, igualdad y radicalismo democrático que son propios del Partido Nacional.

Lo que intentó Miranda y lo que intenta periódicamente el Frente Amplio con la figura de Wilson Ferreira es muy mezquino humana y políticamente. Habla de la orfandad de referentes que tiene ese partido y muy mal de esta izquierda indigna y travestida, que en su afán de poder no respeta siquiera la memoria y la identidad del adversario.

EDITORIAL

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