EDITORIAL
Lo que mostró la elección del pasado 30 de junio es que el Interior se cansó. La gente, y sobre todo la clase media y trabajadora del Interior que por distintos motivos confió su voto al FA en anteriores elecciones, envió una señal contundente.
Los resultados de las elecciones internas del pasado 30 de junio son muy importantes: se trata de la primera fotografía de todo el ciclo electoral de este año y además votaron allí más del 40% de los uruguayos.
Para el caso del voto en el Interior, hay una realidad muy evidente que no ha sido del todo señalada: la gente castigó duramente al Frente Amplio (FA). Este es un dato muy relevante, ya que es sabido que la izquierda logró triunfar en las últimas tres elecciones nacionales porque recibió gran apoyo en esa zona del país. Y lo que mostró claramente la elección de junio, es que la gente del Interior fue la última en subirse al tren de apoyo al FA, y parece ser ahora también la primera en bajarse de ese apoyo electoral.
Los datos son contundentes. Mientras que en Montevideo el FA recibió cerca del 35% de los sufragios totales que allí se expresaron, en el Interior solo alcanzó al 18% de los que allí votaron. En concreto, de los 259.000 votos al FA en todo el país, 132.000 fueron del Interior, cuando la cifra total de votantes de esa zona del país fue de más de 700.000 personas en total.
Se podrá decir que el Interior es tradicionalmente afín a votar al PN y que eso se expresó nuevamente en junio: 342.000 personas votaron allí a los blancos. Pero eso no alcanza para explicar la bajísima votación frenteamplista. Porque como comparación muy clara sirve el siguiente dato: los 132.000 votantes del partido de gobierno es una cifra muy cercana a los 115.000 que apoyaron al Partido Colorado (PC) en todo el Interior. El asunto no pasa entonces porque los blancos voten bien en las internas. Porque si se tienen en cuenta todas las dificultades que históricamente siempre ha tenido el PC para votar bien fuera de la capital, y también su menguado apoyo electoral de la última década, la comparación con los colorados muestra hasta qué punto lo del FA en junio fue un fiasco electoral en todo el Interior.
La verdad es que la gente del Interior decidió, expresamente, no votar al FA. Hay departamentos muy ilustrativos. El ejemplo de Rivera es bien evidente: allí el partido de gobierno llega en cuarto lugar, superado amplísimamente por colorados y blancos, pero también por el partido de Manini (3.500 votos del FA; 4.300 de Cabildo Abierto). Pero incluso donde el FA es gobierno a nivel departamental, el apoyo de la ciudadanía también fue muy menguado: en Salto, por ejemplo, entró tercero, con 10.000 votos, detrás de colorados y blancos; en Paysandú, recibió una paliza de parte del Partido Nacional (PN): 9.000 votos contra 22.000 de los blancos.
La explicación es política. Hace años ya que la bonanza que había beneficiado a todo el sector agropecuario, y por tanto a todo el Interior, se acabó. Movimientos como “Un Solo Uruguay”, por ejemplo, fueron muy claros en señalar las dificultades que se estaban sufriendo en el Interior y en especial en algunos de sus sectores productivos, y en solicitar urgentes cambios de rumbo de la política económica frenteamplista.
Frente a esta realidad, las dirigencias frenteamplistas reaccionaron guiadas por sus prejuicios izquierdistas de siempre. Denostaron a quienes manejan 4x4 y “lloran cuando les va mal”; dieron a entender que había exageración en lo que decían lecheros, arroceros y agricultores cuando afirmaban que no lograban rentabilidad; y conservaron políticas de competitividad que perjudicaron enormemente no solamente al sector exportador en sí, sino también a toda la cadena productiva del mundo urbano y de servicios del Interior que depende directamente de la buena performance agropecuaria. En general, con soberbia y desdén, ningunearon las quejas y menospreciaron las alertas.
Lo que mostró la elección del pasado 30 de junio es que el Interior se cansó. La gente, y sobre todo la clase media y trabajadora del Interior que por distintos motivos confió su voto al FA en anteriores elecciones, envió una señal contundente en el sentido de que ya no quieren saber más nada con el oficialismo: no fueron a votar al FA en las zonas más pobres del país del norte y del noreste, y tampoco fueron a votarlo donde el FA es gobierno, como en el litoral o en Canelones.
Por supuesto que no hay que quedarse con la fotografía de junio y creer que la elección de octubre ya está entonces ganada por los partidos desafiantes. Pero tampoco hay que silenciar esta contundente señal que envió el Interior y que ni los análisis politológicos afines a la izquierda ni las dirigencias del FA, todos mayoritariamente muy montevideanos, han destacado como corresponde.