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La visión del presidente

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En medio de los acontecimientos más o menos importantes del quehacer diario, a veces hay temas de más largo plazo, más estructurales, que pasan medio desapercibidos. Si bien la actualidad está dominada por la venia de Calloia, la vergonzosa marcha en apoyo al dictador bolivariano o el trágico accidente aéreo en Maldonado, hace poco, el actual presidente de la República realizó una reflexión sobre la que vale la pena detenerse.

En un acto en Maldonado en febrero el Dr. Tabaré Vázquez expresó: "Trazaremos las líneas de larga duración del Uruguay del siglo XXI en términos institucionales, políticos, productivos, económicos, sociales y culturales. Que a nadie le llame la atención porque esto no es inédito. En el siglo XX el primer batllismo matrizó la marcha de ese siglo. En el siglo XXI matrizará la marca de este siglo nuestro Frente Amplio."

La aseveración incluye una interpretación de lo que van siendo los 10 años de gobierno de la coalición de izquierda, una prospección de lo que será su actual administración y una mirada de largo plazo para el país a la luz de su historia. No es poca cosa para el debate de cabotaje al que estamos acostumbrados.

Dejando de lado la soberbia de quien, con sutileza y casi como sin querer, se compara a sí mismo con Batlle y Ordóñez, la afirmación del presidente tiene algunos puntos en que apoyarse. A comienzos del siglo XX, el batllismo ganó tres elecciones seguidas, dos con su líder, que contó, a partir de 1904 con un enorme poder.

En nuestro siglo la crisis de 2002 fue un golpe terrible para los partidos tradicionales (mucho más para los colorados que para los blancos, naturalmente) que dio lugar al período que ahora transitamos.

Es cierto también que al igual que el batllismo hace cien años, el Frente realizó reformas económicas importantes como la tributaria o de la centralización del sistema de salud, y en leyes sociales como la despenalización del aborto o el matrimonio igualitario. En el aspecto cultural, mucho más de fondo que el político, las ideas que sostiene el oficialismo se han convertido en sentido común para buena parte de los uruguayos, aunque se den de bruces con la realidad o nuestra historia, también en claro paralelismo con el reformismo.

Tiene razón Vázquez en que existen similitudes, algunas circunstanciales, otras más estructurales, entre estas dos etapas pero sus conclusiones parecen un tanto apresuradas y pueden al menos ser relativizadas.

Aún falta mucha tela por cortar para saber si efectivamente el Frente Amplio tendrá un impacto en el siglo XXI tan decisivo como el que presume Vázquez. Sí está claro que el gran éxito de la coalición es haber sabido ubicarse en el mismo espacio del imaginario colectivo que otrora ocupara el batllismo.

Por cierto que el análisis de Vázquez podría extenderse hacia atrás, incluyendo al olvidado siglo XIX que fue mucho más exitoso que las etapas que le siguieron. Bajo el signo del liberalismo que los doctores blancos y colorados le imprimieron al Uruguay, alcanzamos un producto por habitante igual al de los países del primer mundo, una sociedad civil vigorosa, innovadora y verdaderamente solidaria a través de las asociaciones de inmigrantes, las mutualistas y las empresas culturales.

La mejor perspectiva para el destino nacional no está en repetir al batllismo, ni en la versión frenteamplista, ni en ninguna otra. Miramos mal y sesgadamente nuestro pasado y eso nos lleva a sacar conclusiones equivocadas. Es en la apertura económica y mental de nuestro formidable pasado más remoto, dónde nos podemos mirar para imaginar el país del siglo XXI.

Tampoco parece recordar Vázquez como terminó el primer batllismo. En la votación más popular y participativa que el país tuvo hasta ese momento, el 30 de julio de 1916 para elegir a la Convención Constituyente que debía reformar la Constitución de 1830, el oficialismo que se suponía ganador fue derrotado por los blancos y los colorados anticolegialistas. Esa derrota dio lugar el célebre "alto de Viera" que detuvo las características más radicales del reformismo.

En una interpretación histórica tan lineal y halagüeña para sí mismo y su fuerza política, Vázquez no debería olvidar ese hecho, más aún cuando su partido parece querer ir también por el camino de la reforma de la Constitución.

El tiempo dirá si la visión del presidente se concreta o fue simplemente producto de un ensoberbecimiento desatado por el triunfo electoral del año pasado.

Editorial

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