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Venezuela desestabiliza la región

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EDITORIAL

“Para Washington es difícil aceptar que un país desestabilice a una región tan cercana con una emigración tan masiva, y que además promueva la intervención de potencias rivales en su histórica zona de influencia”.

La tragedia política, social y económica que sufre Venezuela no es novedad para nadie. Por lo general, aquí la analizamos en función además de la bochornosa actitud de nuestro poder ejecutivo que en todos estos años, en vez de señalar claramente el camino democrático y liderar el reclamo por el respeto de los derechos humanos en ese país, ha conducido una política vergonzosa de comprensión y apoyo a la dictadura de Maduro.

Sin embargo, si se sale de ese análisis de política exterior bilateral tan desgraciada, se verá que lo que ocurre en Venezuela es de enorme gravedad no solo para la suerte de su pueblo, oprimido de la peor manera por una narcodictadura terrible, sino para todo el continente americano. En efecto, el país caribeño se ha ido transformando con el paso del tiempo en un actor desestabilizador de la región, y no es ajeno a todo ello, por supuesto, la influencia intrigante y maquiavélica de la dictadura comunista de Cuba.

El primer gran factor desestabilizador es la enorme emigración de venezolanos por todo el continente. Se calculan en unos tres millones ya los que han debido partir de su país, por razones políticas, sociales o económicas. Es una enorme cantidad de gente de la cual, por cierto, tenemos una noticia muy lateral, ya que solo unos 8.000 venezolanos por año y desde 2015 han solicitado residencia en Uruguay. La emigración más masiva termina intentando echar raíces sobre todo en Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Estados Unidos, México y Chile.

Los venezolanos que emigran están relativamente bien calificados con respecto a la mano de obra de los países de acogida. Es así que, prontos para trabajar y con la exigencia además de ahorrar lo más posible para ayudar a sus familiares que debieron de quedar en su país, se transforman en una fuerte competencia para los trabajadores locales. De nuevo, el caso quizá no sea tan relevante para Uruguay, que recibe pocos venezolanos.

Pero en Colombia, por ejemplo, en donde se calcula en más de un millón los inmigrantes del país vecino, o en países más lejanos pero pujantes, como Chile por ejemplo donde ya se instalaron más de 250.000 venezolanos, es razonable pensar que se está al límite de las posibilidades económicas, de infraestructura y de servicios públicos capaces de recibir a tantos extranjeros.Así las cosas, el régimen de Maduro desestabiliza a la región porque las olas migratorias que seguirá generando no podrán ser absorbidas sin que los países receptores sufran consecuencias sociales, económicas y políticas muy serias. Y no hay que pensar que a esa narcodictadura le importa el éxodo de su población o la suerte institucional de los países del continente. Aconsejada como está por la dictadura cubana, seguramente tenga bien presente la operación Mariel de 1980, esa con la cual Fidel Castro dejó partir, de golpe, a más del 1% de la población de su país con destino a Estados Unidos.

Además de esta gravísima crisis demográfica que está muy lejos de terminar, el segundo gran factor desestabilizador es el juego de potencias militares que se está generando en Venezuela. Con inversiones importantes allí radicadas, tanto China como sobre todo Rusia han decidido inmiscuirse en los asuntos de Caracas y de esta forma incidir en una región en la que, al menos desde la Doctrina Monroe de 1823, Estados Unidos sostiene para sí su preeminencia internacional. De nuevo la influencia de La Habana es clave: todo el mundo recuerda la crisis de los misiles de 1962, cuando la dictadura cubana cerró un acuerdo estratégico fundamental con la Unión Soviética con tal de hacerse de un respaldo que le garantizara mantenerse en el poder por décadas.

Lejos de lo que cree la tontera argumental de la izquierda del continente, la verdad es que lo último que quiere Estados Unidos es tener que intervenir directamente en Venezuela. Como lo mostró Afganistán desde 2001, en este tipo de crisis se sabe cómo se entra pero no se sabe cuándo y cómo se sale. Y como lo mostró Irak en 2003- 2009, la salida estadounidense puede terminar generando un escenario mucho peor al que había antes de la intervención.

Sin embargo, también es cierto que para Washington es difícil aceptar que un país desestabilice a una región tan cercana a Estados Unidos con una emigración internacional tan masiva, equiparable a la generada por la guerra en Siria por ejemplo, y que además promueva la intervención de potencias rivales en su histórica zona de influencia. Así las cosas, el panorama venezolano es no solamente desolador, sino que compromete gravemente a toda la región.

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