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Vázquez y una buena señal

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En cierta medida es una sorpresa. Y una muy positiva para el país. Pese a que la última campaña electoral estuvo marcada, de parte del oficialismo, por un tono sectario, confrontativo y polarizante, como no se veía hace muchos años en Uruguay, las señales que viene dando la administración Vázquez son de un signo totalmente opuesto.

En materia de relaciones internacionales, de manejo de los dineros públicos, y hasta en el tono de diálogo, se respira un aire muy diferente.

Esto tuvo un capítulo muy importante el pasado sábado, cuando el presidente Vázquez, en un hecho realmente llamativo, acudió al congreso de la Federación Rural celebrado en el departamento de Artigas, donde asumía el nuevo presidente Fernando Dighiero. Para quienes no están al tanto, la Federación Rural, junto a la Asociación, son dos de las instituciones gremiales más representativas y antiguas del país, auténticas portavoces del sector más importante de la economía nacional.

También es clave señalar que, desde siempre, el Frente Amplio en especial, y la izquierda en general, han tenido una visión miope y excluyente respecto del sector agropecuario, acusado de ser rentista y reducto de los núcleos más conservadores del país. Esto debido más que nada a la ignorancia propia de ideólogos e intelectuales de origen urbano, y bibliotecas atiborradas de manuales marxistas y lecturas foráneas.

De hecho no hay que remontarse muy atrás para recordar posturas de algún ex ministro de Economía, hoy en un saludable ostracismo, quien decía que el agro solo representaba un porcentaje ínfimo del PBI nacional, o que con la irrupción de China se habían acabado los ciclos económicos.

Es por todo este trasfondo, que la presencia de Vázquez en Artigas es muy destacable, así como su mensaje. Allí anunció que "iniciaremos un diálogo con las organizaciones sociales sobre temas como la inserción nacional, la competitividad, las inversiones, los créditos, el financiamiento, la energía, las políticas demográficas, la integración, entre otros temas". A la pasada, y para oídos atentos agregó que "las sociedades no se cambian con talenteos de boliche". Y concluyó afirmando que "El Uruguay somos todos (…), ustedes pueden contar conmigo, como yo sé que cuento con ustedes".

Realmente un cambio refrescante para quienes recuerdan cómo en la campaña desde algunos sectores del Frente Amplio se volvió a azuzar la división entre el campo y la ciudad, se usó el tema impositivo para acusar al sector agropecuario de egoísta y mezquino, y hasta algún extraterrestre volvió a elogiar las políticas de retenciones del kirchnerismo.

La realidad es que ese nunca fue el mensaje del propio Vázquez, quien ya antes de las elecciones, al concurrir a la tradicional charla de candidatos organizada por El País y al consultora Seragro, había expresado claramente cómo había cambiado, con los años, su visión sobre la importancia del sector agropecuario, y de la relevancia que le atribuía para el progreso del país en su conjunto.

Y el cambio de óptica del oficialismo, ocurre en un momento clave. Para el agro y, por ende, para el país. Estamos ante un cambio de coyuntura económica relevante, donde los precios de los principales productos que exporta el país han caído de manera sostenida, los mercados se empiezan a complicar y el mundo luce menos amistoso para nuestros intereses. A eso hay que sumar algunos problemas climáticos y desafíos ambientales y hasta culturales, que exigirán mucho diálogo en los próximos años para poder encaminarse.

No deja de ser llamativo en casos como el reciente episodio de agua contaminada en la Laguna del Sauce, o del río Santa Lucía, aparezcan voces acusando a la producción agropecuaria por los problemas, cuando barriadas enteras y emprendimientos industriales vuelcan sus desechos sin tratar, a esos cauces de manera impune. Lo mismo como se replican discursos supuestamente ecologistas que van contra todo lo que producimos, y que no dejan de ser estrategias comerciales defensivas de países competidores.

Todos estos desafíos que enfrenta la producción agropecuaria justifican el tono dialoguista y la apertura que viene mostrando este gobierno y el presidente Vázquez. Que ha sabido mantener a un ministro que, aunque tenga tendencia a discursos interminables, es un técnico y productor respetado por el sector. Que ha mostrado una estrategia comercial hacia el exterior mucho más razonable y pragmática. Y que parece haber comprendido que de la suerte del agro depende, en buena medida, la suerte del país entero.

Editorial

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