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Los valores a promover

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El cambio que se produjo en marzo de 2020 fue contundente: ya bajaron los principales delitos y ya se está restaurando la autoridad pública. También aquí hay un valor sustancial del Uruguay que debe ser retomado: el de la convivencia en paz.

Se abre 2021 con desafíos políticos, económicos y sociales importantes. La administración Lacalle Pou entrará en su segundo año, con leyes sustanciales como la del presupuesto y la de urgente consideración ya aprobadas, y con una agenda nutrida de reformas a implementar.

Y en este contexto, importa recalcar cuáles son los valores que los nuevos tiempos políticos que se abrieron en 2019 se comprometieron en promover.

El país votó una esperanza en 2019. Ella consistió en dar la espalda a un país que se estaba hundiendo en el quietismo político, sin enfrentar grandes reformas que mejoraran radicalmente la calidad de vida de los uruguayos. Todo el mundo se dio cuenta, en definitiva, que la educación no había para nada reformulado su ADN, que la seguridad pública estaba cada vez peor, que no había ninguna inserción internacional venturosa para el país, y que la izquierda era incapaz, incluso, de enfrentar con éxito el desafío acuciante de reformar a fondo la seguridad social.

Esa esperanza trajo energía renovada al poder. Sobre todo, ella no fue forjada de la nada, sino que implicó el compromiso de retomar con valores muy tradicionales que son los que hoy alientan el nuevo tiempo nacional. En primer lugar, cumplir con la vieja promesa de ser un país en el que valga la pena vivir y que brinde posibilidades reales de mejoras sociales y económicas para todos aquellos que se esfuercen en su trabajo digno, duro y constante. Podrá resultar muy básico, pero infelizmente ese valor se estaba perdiendo, porque mucha gente estaba sintiendo que su trabajo no rendía, que su esfuerzo no era valorado, y que “como te digo una cosa te digo la otra” y entonces no importaba mucho tomar las riendas de su propio destino de forma responsable.

En definitiva, esa y no otra fue la razón de ser de todo el movimiento del campo que en la segunda administración Vázquez planteó claramente que se le dejara trabajar, avanzar y generar riquezas, asumiendo así el poder político el compromiso de hacerse austero y de colaborar con el mundo productivo.

Allí está el norte de uno de los valores claves a seguir promoviendo: el esfuerzo individual para salir adelante, y un Estado que, en vez de trancar el desarrollo del país con clientelismo, gasto superfluo y burocracia inútil, deje que las fuerzas vitales de nuestra sociedad avancen con producción y trabajo.

En segundo lugar, otro valor a promover es el de la verdadera solidaridad social. El uruguayo es solidario, y así lo ha demostrado en este 2020 que pasó, con miles de ayudas que se han dado para enfrentar las graves consecuencias de la pandemia. Pero también se molesta cuando hay abusos de todo tipo que utilizan a la solidaridad para beneficio propio. Y aquí el nuevo tiempo político tiene que seguir mostrando un rumbo firme y claro.

En efecto, hay claras señales que se han ido acumulando en este sentido: desde las denuncias del BPS por abusos sobre las licencias por enfermedad, hasta las constataciones y el pedido de responsabilidades por la desidia en el Estado de la que, seguramente, los ejemplos que surgieron en 2020 sobre el abandono de las donaciones en el Mides de parte de la administración del Frente Amplio hayan sido de las ilustraciones más crueles. Hay que seguir en esa senda, porque se trata de un valor fundamental, el de la solidaridad, que había sido completamente desvirtuado sobre todo en los últimos años de la administración izquierdista.

En tercer lugar, hay que seguir promoviendo el valor de la convivencia honesta. Se acabaron los mensajes ambiguos y la inacción frente al delito. Tiene que quedar claro que las familias tienen derecho a vivir tranquilas, y que los delincuentes serán apresados y penados como corresponde. En este sentido, el cambio que se produjo en marzo de 2020 fue contundente: ya bajaron los principales delitos y ya se está restaurando la autoridad pública. También aquí hay un valor sustancial del Uruguay que debe ser retomado: el de la convivencia en paz entre vecinos, sin temor a salir a la calle o a la plaza a pasear en familia.

Esfuerzo individual con trabajo honesto para salir adelante y sentirse satisfecho por la tarea bien cumplida; solidaridad social generosa, que implique perseguir los abusos que se aprovechan de la buena fe de nuestra gente; vivir en paz y tolerancia, entre vecinos en el barrio y en la ciudad, como sociedad civilizada que enfrenta con decisión el delito: esos son los valores que la gente apoyó cuando votó un cambio en 2019. Son los que deben seguir siendo promovidos en este 2021.

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