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El Uruguay de los sesenta

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El Uruguay de 1962, cuando aparecen los tupamaros, tenía el mismo nivel de ingresos per cápita que la Italia de aquella época. Sobre todo, sus habitantes disfrutaban de un nivel de vida incomparablemente mejor que la inmensa mayoría de los países del continente.

Una de las mentiras más extendidas del relato de Historia reciente y más importantes para la legitimación de la acción tupamara de los años sesenta refiere a la situación que por entonces vivía el país.

De forma general la visión más aceptada es que el Uruguay sufría una fuerte y extendida crisis económica que luego se tradujo en una gran crisis política en torno al autoritarismo del gobierno de Pacheco. Evidentemente, al analizar distintos datos económicos de la época es innegable que el país no lograba avanzar en crecimiento económico per cápita, que sufría una espiral inflacionaria muy grande y que en general la sensación era de estancamiento y hasta de retroceso en la calidad de vida de las clases medias urbanas.

Con ser todo ello verdad, no es menos cierto que hay dos perspectivas que no se señalan lo suficiente y que definitivamente dejan muy mal parada a la iniciativa revolucionaria de izquierda que por esos años y en función de ese diagnóstico de crisis, decidió tomar las armas para derribar a la "democracia formal burguesa" que gobernaba el Uruguay.

La primera perspectiva es la que compara aquel Uruguay de 1962, que ve el comienzo de la acción guerrillera de lo que luego se llamará Tupamaros, con el de 50 años más tarde. En efecto, el nivel de vida, el poder de compra de los salarios, la seguridad pública, la calidad de la enseñanza popular, la integración social y los guarismos que miden las desigualdades de ingresos, son todas dimensiones en las que el país estaba mucho mejor en 1962 que en 2010.

No se trata de un detalle menor. El relato tupamaro y de izquierda en general de la Historia reciente insiste en describir aquel Uruguay como un país en crisis y precisa entonces, para hacerse verosímil, omitir esta comparación en el tiempo con el Uruguay más cercano a nuestro tiempo. En realidad, si bien es cierto que la sensación del país de los sesenta era de estancamiento y, por ejemplo, muchos uruguayos ya optaban por emigrar como solución para salir adelante económicamente, no es menos cierto que visto en retrospectiva ese Uruguay vivía una situación envidiable.

Suena extraño afirmar eso para quien esté acostumbrado a oír la versión de la historia que ha hecho hegemónica la izquierda. Sin embargo, importa tener presente la segunda perspectiva comparativa: la del país de aquel entonces con el mundo de aquel entonces.

El Uruguay de 1962 tenía el mismo nivel de ingresos per cápita que la Italia de aquella época. Sobre todo, sus habitantes disfrutaban de un nivel de vida incomparablemente mejor que la inmensa mayoría de los países del continente, y por supuesto, de la inmensa mayoría de los pueblos que integraban la mayoría de la población mundial bajo el rótulo de "Tercer Mundo". Algunos datos en este sentido son elocuentes y merecen atención para tomar cabal consciencia del error de perspectiva en el que obliga a caer el relato funcional a la izquierda, con su Uruguay sufriendo una grave crisis en los años 60 que lo dejaba en un pésimo lugar y postrado.

Mientras que cerca del 40% de la población mundial a inicios de los 60 sufría problemas de alimentación o vivía en la pobreza, en el Uruguay de amplias clases medias esas situaciones eran muy minoritarias; mientras que la esperanza de vida en el mundo no era muy superior a 50 años, la de Uruguay ya estaba cerca de los 70 años; mientras que más de la mitad de la población mundial adulta era analfabeta en 1960, la inmensa mayoría de los uruguayos sabían ya leer y escribir; y mientras que la gran mayoría de los países del mundo sufrían dictaduras y falta de libertades individuales, el Uruguay vivía bajo una de las democracias más garantistas y libres del mundo.

Los Tupamaros no se alzaron contra un país sufriente de Sudamérica, lleno de pobres, analfabetos y oprimidos. El Uruguay de los años 60 sentía sí estar en crisis, por causa sobre todo de la espiral inflacionista y la falta de crecimiento económico. Pero tanto en la comparación con los países de su tiempo, como en la comparación con el Uruguay de 50 años más tarde, aquel país era un modelo de libertad, tolerancia, democracia y desarrollo. El embate de la guerrilla izquierdista, que la emprendió contra la institucionalidad democrática, procuraba además instaurar un modelo socialista que ya en esos años 60 mostraba ser un total fracaso en la URSS, en China, en Cuba y en Europa del este.

Hasta que la Historia reciente no incluya estas verdades elementales será muy difícil que el país evalúe desapasionadamente y con rigor el legado tupamaro.

EDITORIAL

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