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UPM, la paja y el trigo

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La instalación de una nueva planta de UPM genera sensaciones encontradas en muchos uruguayos.

Por un lado, se trata de la mayor inversión jamás vista en el país, que llegaría en un momento clave y que permitiría potenciar el crecimiento económico cuando llevamos casi cinco años de estancamiento. Por otro, hay voces que critican duramente el proyecto por uno de dos motivos: o porque la negociación del gobierno con la empresa no fue buena y nos obliga a contrapartidas exageradas, o por temor al impacto ambiental.

Empecemos por lo primero. Hace ya más de 30 años, Uruguay inició una de sus políticas de estado más reconocidas, un proceso de forestación que sirvió para diversificar la producción agropecuaria, localizar industrias de vanguardia en el interior del país, proteger los bosques nativos de la presión por madera, y potenciar la biodiversidad al generar grandes áreas que permanecen en buena medida intocadas por años.

Al mismo tiempo, Uruguay tiene una carencia crónica de ahorro nacional, con lo cual los capitales genuinos uruguayos son insuficientes para generar el tipo de desarrollo que el país necesita para darle una vida digna a sus casi 4 millones de habitantes. Por eso, es tan necesaria la inversión externa. Y por eso, en este momento la construcción y puesta en marcha de la planta es algo tan necesario como oportuno. Punto.

Partiendo de esta base, es difícil imaginar un socio más idóneo que una empresa finlandesa. Se trata de un país con una escala e historia con muchas similitudes con la nuestra, un país que encabeza todos los rankings globales en materia de transparencia y cuidado ambiental. Y con quienes nuestros antecedentes previos son excelentes.

Entonces, cerrado el capítulo sobre la pertinencia y necesidad de la inversión, y las características de los socios, hay que entrar en el otro gran tema de fondo, el medio ambiente.

El simple hecho de un ser humano viviendo sobre la tierra, tiene un impacto ambiental. Mucho más cuando hablamos de una inversión industrial de miles de millones de dólares. Eso no significa que vayamos a poner fin ni a la construcción de industrias, ni a la presencia humana sobre el planeta. La clave en todo esto es la sustentabilidad, y la forma en que esas presencias serán estudiadas y su impacto mitigado, para que el mismo no ponga en riesgo el legado que recibirán las futuras generaciones.

Acá hay que hacer un paréntesis, porque vivimos en tiempos de mucha confusión, y donde en materia ambiental se ha llegado a extremismos absurdos que son más peligrosos para el futuro de la vida humana en el planeta, que ningún tipo de contaminación.

De nuevo, los finlandeses son los mejores socios que podríamos tener para algo así, y estará en nuestra dirigencia política y en la inteligencia de nuestra sociedad, el exigir medidas y soluciones que hagan de esta nueva planta un fenómeno inocuo para nuestro equilibrio ambiental. Se puede, y se debe lograr.

Esto nos lleva al último tema; a la negociación llevada a adelante con UPM, y a las contrapartidas que el estado uruguayo se ha obligado en ese contrato. La principal y más discutible, el tren central que a un costo millonario nos comprometemos a construir, y que será para beneficio casi exclusivo de la empresa.

Aquí casi todos los analistas están de acuerdo en que hay mucho campo para trabajar, y mejorar las condiciones negativas que negoció el gobierno del Frente Amplio. Por estas horas se habla mucho del recorrido del tren, y de la forma en que cortará la vida de varias ciudades del interior a su paso. Esto es inaceptable, y debe ser subsanado.

Contamos para ello con una oportunidad interesante. En Finlandia se acaba de negar el permiso ambiental a un emprendimiento millonario de la empresa Finnpulp, noticia que en Uruguay se ha manejado con bastante frivolidad. Si bien la negativa ocurre por motivos ambientales, de fondo se encuentra el hecho de que era uno de cinco proyectos gigantes que tiene planteado aquel país, todos con capitales chinos, lo cual ha generado gran resistencia popular. Eso aumentará la avidez por invertir aquí, y la capacidad del nuevo gobierno para renegociar algunos aspectos.

Pero la conclusión parece muy clara. El Uruguay necesita esta inversión, la misma está alineada con la estrategia de desarrollo nacional de largo plazo, con los controles y exigencias adecuadas no representa una amenaza a nuestro estatus ambiental, y el nuevo gobierno tiene buenas chances de renegociar aspectos que el saliente hizo mal o muy mal. Ahí estará la clave para descifrar si UPM 2 será positiva o negativa a largo plazo.

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