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Trump y su visión

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Editorial

De darse una situación así, adiós a los tratados de no proliferación nuclear. También se volverá muy difícil persuadir a Irán y Arabia Saudita, dos grandes adversarios militares y religiosos de Medio Oriente, de no entrar en esa clase de carrera armamentista.

Através de la historia, al rey o a sus líderes, el pueblo terminaba tarde o temprano poniéndoles un mote. Por ejemplo: "el sabio", "corazón de león", "el hermoso", "el valiente", "la loca", "el bueno", "el malo", "el justo", "el terrible," "el grande" y así podríamos seguir y no solo refiriéndonos a reyes sino también a líderes políticos como por ejemplo Konrad Adenauer apodado "el viejo". Se podría pensar entonces en cómo llamar al actual presidente norteamericano...

Por cierto, es un dirigente que parece gozar con los desbarajustes y las controversias que causa a medida que ejerce su inmenso poder e impone su agenda. Se podría decir que es su estilo, que busca resaltar los problemas, sacar a flote los temas polémicos, sin mayor contemplación por el punto de vista ajeno e imponer su visión, aparentemente simplista, del problema. No busca unir voluntades ni consenso. Su forma de actuar es imperiosa, tozuda y ciertamente no diplomática. Busca someter. Los modales no importan. El resultado es lo que cuenta.

Lo que se logró construir luego de la Segunda Guerra Mundial le parece obsoleto. A los tratados, las alianzas, los pactos, los acuerdos, los desmerece, cuestiona y sacude de tal manera, que en muchos casos no sobrevivirán el vapuleo. El mundo globalizado, ahora más o menos multipolar, obviamente no perfecto pero que dio a muchas personas (y naciones) la posibilidad de mejorar su calidad de vida, ahora está enfrentado a un cambio revolucionario impulsado por el actual presidente de los EE.UU. Parece convencido de que los demás se han aprovechado de la generosidad de su país y él quiere corregir esa situación. Y es verdad. Los EE.UU., han beneficiado al mundo en muchísimos campos y lo siguen haciendo pero para él, no se ha reconocido esta contribución en toda su magnitud. Se han aprovechado de ellos. Pues bien, esto según Trump, debe cambiar.

Una consecuencia de esta visión ha desencadenado un serio conflicto tarifario que involucra, no solo a China y EE.UU. sino también las exportaciones de acero y aluminio de varios países, incluyendo Gran Bretaña, Alemania y Canadá, pilares de la alianza occidental. Estas naciones tomarán represalias. China ya lo ha hecho y como segunda vuelta de tuerca, Trump anunció que iba a cuadruplicar los aranceles, llevándolos de US$ 50 a US$ 200 mil millones. Los chinos no pueden responder de la misma forma, porque lo que compran de los EE.UU. son menos bienes, (de ahí el gran déficit comercial que molesta a Trump) pero existen en su suelo muchos emprendimientos norteamericanos vulnerables a una represalia, lo que debe preocupar mucho a sus accionistas.

La compleja estructura mercantil que nos ha servido bastante bien hasta ahora, está siendo agitada, debilitada y con miras de reemplazar lo que se destruye, con otros acuerdos bilaterales. Mientras tanto, el peligro de un caos asoma.

En cuanto a los gastos en defensa común, Trump argumenta que la mayoría de los países que conforman la OTAN no cumplen con el compromiso de gastar en defensa (2% del PBI) acordado en 2014, señalando especialmente a Alemania y Francia que se benefician del sufrido contribuyente norteamericano y no tan veladamente, amenaza con no ir en su defensa llegado el caso. Propone llevar esta cifra a 4%. Es cierto que hasta ahora Europa ha vivido con la seguridad provista por el poderío militar norteamericano pero Trump ha indicado que EE.UU. no tendría por qué sentirse obligado a proteger a un estado que no gasta en su defensa. De hecho, los europeos han aumentando algo este rubro, en parte debido a las presiones, conscientes del ocaso de la "Pax Americana", al comportamiento de Rusia en Ucrania y sus actitudes amenazantes en el Báltico.

No sorprendería que Alemania y otros países occidentales, como Polonia, Finlandia o Japón, tan vecino a China, comiencen a pensar seriamente en convertirse en potencias nucleares. Si Estados Unidos deja de ser garante confiable, el armamento nuclear de Gran Bretaña y Francia podría no ser suficiente para frenar la nostalgia imperialista rusa. Las demás naciones atemorizadas pueden no sentirse muy seguras de que los arriba mencionados vayan a intervenir eficazmente en su defensa. Hay fundados motivos para que existan temores acerca de los no tan ocultos deseos de muchos de los rusos, empezando por Vladimir Putin, su varias veces reelecto presidente.

De darse una situación así, adiós a los tratados de no proliferación nuclear. También se volverá muy difícil persuadir a países como Irán y Arabia Saudita, dos grandes adversarios militares y religiosos de Medio Oriente, de no entrar en esa clase de carrera armamentista.

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