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Triunfo opositor en Venezuela

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Tras 17 años de hegemonía chavista los venezolanos acaban de votar un Parlamento con amplia mayoría opositora quedando muy cerca de la mayoría especial de 101 votos necesarios para recortar los poderes presidenciales o reformar la Constitución.

De todos modos, con ese primer resultado de las urnas de 99 escaños para la oposición y 46 para el gobierno, el mensaje del pueblo venezolano contra un gobierno demagógico, ineficaz y corrupto ha sido tan claro que nada será igual en aquel país a partir de este momento.

Con una inflación del 150%, una escasez nunca vista de productos básicos, la caída del 10% del PBI prevista para este año y el colapso del modelo económico propiciado por el "Socialismo del siglo XXI", el gobierno no podía salir bien parado de la instancia electoral pese a las múltiples artimañas fraudulentas con que intentó evitar su derrota. La alianza forjada entre las fuerzas opositoras dio buenos resultados, un dato que debería marcar el camino de la unidad sin fisuras que deberán seguir en el futuro los venezolanos si desean terminar con el experimento chavista.

Ahora, el Parlamento, o Asamblea Nacional como la llaman en Venezuela, deberá pugnar por recuperar su condición de genuino Poder Legislativo que perdió cuando se le concedieron a Maduro los superpoderes de la denominada ley habilitante so pretexto de una amenaza de intervención de Estados Unidos. La Asamblea podrá de aquí en adelante investigar e interpelar a gobernantes, estudiar denuncias sobre corrupción y determinar responsabilidades políticas, cosas que antes no podía hacer. También podrá ejercer controles sobre el cumplimiento del presupuesto nacional y limitar los gastos adicionales derivados de la tendencia al dispendio irresponsable de los chavistas.

Ganadora de las elecciones, la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) anunció durante su campaña que trabajará para "reinstitucionalizar" un país azotado en los últimos años por el avasallamiento del Poder Ejecutivo sobre los otros poderes estatales. Si lo logra será un gran avance para la debilitada democracia venezolana. También la oposición se comprometió a impulsar una ley de amnistía y reconciliación política que permita la liberación de presos políticos y el retorno de los exilados forzosos, algo indispensable si la nación bolivariana quiere cerrar las heridas de una era de intolerancia.

La interrogante es cómo reaccionará Nicolás Maduro ante las iniciativas de la coalición ganadora de estas elecciones. En su discurso en la madrugada de ayer para reconocer la derrota su tono osciló entre la aceptación de los resultados y la crítica a sus adversarios (sin perjuicio de cometer algún error garrafal como afirmar que el brasileño João Goulart fue desplazado del poder ¡en Guatemala!). Lo natural sería que el chavista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se aviniera a un proceso de diálogo y negociación con la oposición para pacificar el país y bajar el nivel de confrontación. La otra posibilidad es que el gobierno se radicalice e intente bloquear las acciones de la nueva Asamblea Nacional.

Si a pesar del rechazo en las urnas Maduro opta por ese camino y adopta las medidas de fuerza con las que amenazó previo a la votación, días aciagos aguardan a Venezuela. Porque vigorizada como está, la oposición no se quedará quieta y reclamará que se la respete en la Asamblea Nacional y hasta en las calles. Todo lo cual evoca la sombra de la represión desatada el año pasado por el chavismo ante las protestas populares que concluyeron con un saldo de varias decenas de muertos.

De concretarse el peor escenario será decisiva la postura del ejército venezolano, hasta el momento fiel seguidor de las consignas de Maduro, pero cada vez más renuente a intervenir en actos de represión. Convertido en árbitro de la situación, el ejército deberá optar entre apoyar a un presidente debilitado o a la mayoría de venezolanos que buscan redemocratizar el país y reencauzarlo lejos del populismo para recuperar una economía destruida y, entre otras cosas, abatir los altos índices de criminalidad.

Cualesquiera sean las vías de salida de la situación es claro que el proceso de transición será largo y laborioso para evitar que el chavismo sabotee el proceso de normalización o que se deslice hacia una intentona autoritaria.

En tal sentido, tal como ocurrió en esta jornada electoral, será decisiva la presión de la comunidad internacional —incluido Uruguay a través de Unasur y el Mercosur— para evitar que Venezuela se consolide definitivamente como una dictadura.

Editorial

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