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Trías y el Frente Amplio

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EDITORIAL

“Las revelaciones sobre Trías van más allá de la biografía de un vulgar traidor a la Patria. También van más lejos que la vergüenza política generada por el actual Partido Socialista cuando perdona y comprende la infame actitud de su dirigente histórico".

En su columna sobre Vivian Trías del lunes pasado, “Historia de una traición”, Hebert Gatto deja planteadas interrogantes claves que importan mucho políticamente con relación a la historia de la izquierda en nuestro país.

Es sabido que el importante dirigente socialista Vivian Trías fue un espía del campo soviético y que llevó adelante distintas operaciones con ese fin. Como bien recuerda Gatto, que nadie podrá decir sea alguien al servicio de la pérfida derecha neoliberal transnacional, Trías utilizó a la prensa de izquierda de esos años, como por ejemplo Época y El Sol, para promover sus operaciones.

Pero lo más importante que deja planteado Gatto es lo siguiente: ¿qué pensar de la génesis del Frente Amplio (FA), cuyos dos partidos fundadores aparecen liderados por agentes soviéticos abrazados a la URSS?

La pregunta es clave casi medio siglo más tarde. Porque durante todo este tiempo, la inmensa mayoría de quienes han escrito la historia reciente de este país han articulado un relato en el que la formación del FA fue algo así como una especie de reacción ciudadana saludable, heroica incluso, que surgió para resistir al autoritarismo de la presidencia de Jorge Pacheco, a la vez que para generar una esperanza nacional de un camino de cambio posible y mejor conducido desde la izquierda.

Ese relato forma parte de la mitología frenteamplista hasta nuestros días. En efecto, quienes adhieren a la izquierda hoy pero están desilusionados con el ejercicio del poder del FA, con su corrupción infame y su desidia feroz en el manejo de las cosas del Estado, apelan a una época de oro de esa coalición de partidos vinculada con sus años fundacionales. En aquel entonces sí, afirman, aquel FA representaba valores dignos, con dirigentes encomiables que buscaban lo mejor para el país.

Por supuesto que ha de evitarse generalizaciones, y que seguramente se puedan encontrar dirigentes que fundaron al FA en 1971 motivados por los mejores sentimientos patrióticos. Sin embargo, la reflexión que deja planteada Gatto y que refiere a una dimensión política partidaria clave, es sustancial: los liderazgos de los dos partidos de izquierda, socialista y comunista, que participaron de ese FA, respondían sin ninguna duda al campo socialista soviético en plena Guerra Fría.

No es verdad entonces que el FA representara genuinamente en 1971 una especie de esfuerzo independiente de cualquier ajedrez internacional. Incluso yendo más lejos en el razonamiento, la historia de traición a la Patria de Trías, ahora revelada, también obliga a mirar con ojos distintos el cierre que en diciembre de 1967 el recientemente ungido presidente Pacheco definió para la prensa izquierdista El Sol y Época, por causa de su prédica revolucionaria: en definitiva, hoy lo sabemos bien, ese gesto no fue contra una prensa libre, sino contra publicaciones de propaganda soviética encubierta estrechamente vinculadas a la lógica de Guerra Fría de esos años.

Además, para mejor analizar dimensiones que son históricas pero que tienen consecuencias políticas hasta el día de hoy, importa dejar en claro que ese FA de Trías, tan idealizado en el relato izquierdista hegemónico de nuestra Historia, tenía un endeble compromiso democrático.

En efecto, comunistas y socialistas respondían en realidad al campo soviético, ese que sin ningún lugar a dudas era conducido por un régimen totalitario, y que apañaba y protegía a distintas dictaduras en todo el mundo.

Cualquiera que tenga clara esta dimensión política elemental de los orígenes del FA no debiera de sorprenderse entonces, por ejemplo, porque gran parte de la actual izquierda sostenga a la dictadura de Maduro, o porque la precandidata Cosse se niegue a considerar a Cuba una dictadura.

Las revelaciones sobre Trías van más allá de la biografía de un vulgar traidor a la Patria. También van más lejos que la vergüenza política generada por el actual Partido Socialista cuando perdona y comprende la infame actitud de su dirigente histórico.

Como bien señala Gatto, son revelaciones que dejan abierta una reflexión más profunda sobre la identidad del primer FA, ese que se formó en 1971 con convicciones democráticos endebles y menores, con una connivencia feroz y discreta con los sanguinarios regímenes socialistas y soviéticos, y que en febrero de 1973 hizo un daño enorme a la democracia, cuando el apoyo de sus principales figuras y partidos al golpe de Estado promovido contra Bordaberry por una parte de las Fuerzas Armadas.

Esa es la verdad histórica que la traición de Trías deja planteada.

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