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EDITORIAL

Hay otros asuntos muy importantes, como los cambios que se precisan en el sistema de seguridad social y las reformas de fondo que necesita la educación pública. De todo esto es de lo que tenemos que hablar y discutir. El país se juega mucho en las próximas elecciones.

Vamos entrando de lleno en el año electoral y por tanto se hace muy importante definir los temas sobre los que los uruguayos queremos discutir para definir qué rumbo queremos tomar por los próximos cinco años. Está la tentación de perderse en temas menores y anecdóticos. Si tal candidato es joven o viejo, si tal otro cuenta con apoyos sectoriales fuertes que le permitan ganar la interna, si una figura nueva puede ser la renovación para 2024, si los resultados de las encuestas inciden en la decisión popular, etc. No es que todos estos asuntos no formen parte de la vida política misma ni que deban ser silenciados. El problema es si nos quedamos solamente con esos temas y de esta forma evitamos hablar de los que sí importan para el futuro del país, que son evidentemente otros.

Hay un primer gran problema de fondo que no concita mucha adhesión para el debate, pero que es fundamental: qué inserción internacional queremos para los próximos cinco años. Más allá de negociaciones eternas con otros bloques regionales, y más acá de los buenos sentimientos de parte de la izquierda moderada, lo cierto es que en todos estos años las bases más profundas de nuestra política exterior fueron fijadas por la extrema izquierda.

Así fue por ejemplo cuando se perdió el tren del libre comercio con Estados Unidos; así también cuando se han demorado todo tipo de acuerdos bilaterales -al punto que el aprobado en el Parlamento con Chile lo fue gracias a los votos de los partidos de oposición-; y así ocurre hoy en día, cuando Uruguay fija una posición con relación a la dictadura de Venezuela enteramente distinta a la de sus principales socios regionales.

La pregunta es entonces: ¿queremos seguir con nuestras enormes limitaciones en política exterior por causa de la ideologización izquierdista? ¿Somos conscientes de que nuestros principales competidores hacen acuerdos de libre comercio con potencias mundiales que quitan competitividad a nuestras exportaciones? Ese es una primera decisión clave porque incide, directamente, en el bienestar de todos los uruguayos.

Un segundo tema de fondo es qué estamos dispuestos a hacer con respecto a la mayor inseguridad. Más allá de tales o cuales responsabilidades pasadas, lo cierto es que el balance hoy en día es muy negativo: más rapiñas, más hurtos y más homicidios, al punto de que Montevideo es más insegura en este sentido que Buenos Aires, Santiago de Chile o San Pablo.

Pero además, se ha consolidado una situación de fractura social inaudita en la que, periódicamente, las fuerzas represivas del Estado intentan reparar el daño gigantesco que implica que haya bandas delictivas que echan a la gente de sus casas para apropiárselas de forma enteramente arbitraria. Así las cosas, ¿qué caminos reales plantean los distintos partidos para cambiar de rumbo en materia de seguridad? Y sobre todo, ¿somos conscientes de que así como vamos terminaremos viviendo en un Uruguay completamente desconocido (como infelizmente ocurre ya en muchos barrios metropolitanos), en el que sobre todo los más débiles estarán a la merced de una violencia delictiva sin control?

Un tercer tema urgente es qué medidas estamos dispuestos a llevar adelante para que el país retome una senda de crecimiento que le devuelva confianza en su futuro. De nuevo, más allá de las evidentes responsabilidades del Frente Amplio en lo que refiere al incumplimiento sistemático de las metas de inflación, al crecimiento irresponsable del déficit fiscal, y a la pérdida de competitividad gravísima que afecta incluso a los sectores productivos más modernos y eficientes -como los casos de la lechería o el arroz-, lo que esta campaña debe apreciar son las opciones que los partidos presentan para salir del pozo en el que estamos.

Las empresas públicas, por ejemplo, llenas de ineficiencias: ¿podrán estar al servicio del país productivo, cambiando su forma de gobierno institucional y en algunos casos, como en el del Ancap por ejemplo, abriéndose a una saludable competencia que baje costos de producción? ¿Aceptaremos un mayor control del gasto público, que pase por el Tribunal de Cuentas pero que también implique una mayor publicidad de las auditorías de gestiones que ya hoy se realizan, para fortalecer así el control ciudadano?

Finalmente, hay otros asuntos muy importantes, como los cambios que se precisan en el sistema de seguridad social y las reformas de fondo que necesita la educación pública. De todo esto es de lo que tenemos que hablar y discutir. El país se juega mucho en las próximas elecciones.

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