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Son lo mismo

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En la campaña por la Intendencia de Montevideo el Frente Amplio está desplegando una estrategia más elaborada que en sus cinco triunfos anteriores. La multiplicidad de candidaturas, de las que siempre renegaron invocando no se sabe bien qué curiosos principios, ahora es una realidad que no violenta a nadie.

Los perfiles bien diferenciados que cultivan Daniel Martínez y Lucía Topolansky procuran cautivar sectores distintos del electorado, pero al final del día todos los votos confluyen para el mismo proyecto, el que gobierna hace un cuarto de siglo y que tiene postrada a nuestra capital.

La creación del Partido de la Concertación obligó al Frente a ser más cuidadoso en su manejo electoral de Montevideo. En efecto, ya no gana al galope con cualquier candidato, como se deduce de la votación de la elección departamental de 2009 donde la diferencia entre blancos y colorados sumados y el oficialismo fue de pocos puntos.

Luego, la forma en que se procesaron las candidaturas concertacionistas y el escaso interés que hoy por hoy tiene el proceso electoral en una ciudadanía agotada por su extensión y el impacto que produjo en la oposición el resultado de las nacionales de octubre, han deparado una campaña menos intensa de lo que se podía presagiar.

Los insultos de Mujica y Topolansky le han dado un poco de calor, generando cruces nada dignificantes para nuestra cultura cívica. No parece casual sino algo bien pensado por la coincidencia en el tiempo y la virulencia de las afirmaciones del inefable tándem. Al mismo tiempo Daniel Martínez muestra un talante más respetuoso y civilizado. Es como si jugaran al policía bueno y al malo con el fin de lograr el objetivo en común.

Se ha reiterado por parte de analistas y políticos la posibilidad de que la elección se polarice entre Topolansky y Martínez, excluyendo a los candidatos de la oposición.

El razonamiento parte de la premisa de que como las encuestas (con lo que les resta de credibilidad) muestran que el Frente está despegado de la Concertación, entonces la elección real está dentro del oficialismo. Las diferencias impactantes entre la empresa Cifra, que le dan el doble de intención de voto al candidato socialista sobre la candidata emepepista y la de la consultora Equipos, que los da empatados, hablan por sí mismas. No se puede basar una decisión racional sobre tan difusa información.

Hay otros tres argumentos de fondo y que apuntan en el mismo sentido de que nada nuevo se puede esperar de una nueva administración frentista, más que un empeoramiento progresivo del estado de la ciudad.

En primer lugar, luego de 25 años de fracaso ininterrumpido en brindar bien los servicios más básicos, en la ausencia de obras o en el caos del tránsito y la basura, no es posible creer en las promesas de ninguno de sus candidatos que en definitiva respaldan el mismo proyecto político. Ni con Martínez ni con Topolansky terminará el conflicto con Adeom, el reparto sectorial de las divisiones de la intendencia, la incapacidad de trabajar junto al sector privado, ni tendrá la iniciativa para realizar cambios tan pedestres como la coordinación de los semáforos.

En segundo lugar, votar dentro del Frente Amplio puede lograr que consiga una mayoría especial en la Junta si alcanza los 21 ediles que le permitirá gobernar ad líbitum sin que la oposición pueda hacer absolutamente nada. Ni siquiera podrá cumplir con las más elementales tareas de contralor o tener la menor incidencia, sería la virtual desaparición de la Junta Departamental. Para evitar que se cumpla la célebre expresión de Lord Acton de que "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente" quienes no comulgan con el proyecto frentista o no quieren colaborar a la dislocación de la separación de poderes deberán reflexionar su voto.

Tercer argumento, por más que ahora en campaña se esfuercen orquestadamente para diferenciarse, Martínez y Topolansky son la misma cosa. Tanto socialistas cuanto tupamaros y sus aliados ya gobernaron Montevideo con resultados penosos. Y en caso de ganar gobernarán juntos y con el mismo programa e incluso el mismo equipo de suplentes.

En conclusión, es un error creer que puede extraerse algo positivo de ir a votar en la interna frentista, porque al final el resultado gane quien gane, será el mismo y solo se terminará reforzando el poder del actual oficialismo.

Para tener resultados diferentes es necesaria la rotación de los partidos en el ejercicio del poder, lo que en la capital salta a la vista.

Editorial

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