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El sobrino normal

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A veces, una anécdota aparentemente insignificante cobra importancia porque se la percibe como reveladora de asuntos más serios. Tal parece ser el caso de la noticia que ayer quedó a la cabeza de las más leídas en nuestra edición digital.

Los periodistas de Tv Show ubicaron al “sobrino normal” del comunicador Alberto Sonsol, un joven que fue aludido de esta manera por su tío en un programa de canal 10. En síntesis: Sonsol se había quejado de la imprevisión de las fuerzas del orden a la hora de evitar los actos vandálicos ocurridos en las inmediaciones de Kibón, donde unas 200 personas destruyeron a pedradas y palazos autos y frentes vidriados de edificios, llegando a incendiar una camioneta. Había puesto como ejemplo que su sobrino, a quien calificó como “un ciudadano normal”, había sido alertado con horas de anticipación de que se producirían esos desmanes; pero quienes debían evitarlos, ni se enteraron.

El comentario motivó un tuit irónico del intendente montevideano Christian Di Candia, que no emitió opinión sobre la salvaje asonada, sino sobre la manera de expresarse del comunicador. Se mofó de que Sonsol calificara a su sobrino de normal y concluyó que “es un hecho: perdimos porque nos siguen faltando siglos de empatía y transformación cultural”. Consultado por El País, el muchacho aludido por su tío y por el intendente se rió de que ahora los amigos lo llamen “el sobrino normal” y se expresó en duros términos contra el intendente, por la pueril interpretación dada al calificativo. Era obvio que no se debía a su orientación sexual o clase social, sino al simple hecho de que “estudia, trabaja y no hace destrozos como los que rompieron todo”. Pero en estos tiempos de sarampión inclusivo y lenguaje políticamente correcto hay que explicar hasta lo más evidente. Para Di Candia, el Frente Amplio perdió la elección porque la gente como Sonsol no es empática con su prédica inclusiva, porque no se ha dado la “transformación cultural” imprescindible para entender que la ética y la verdad están del lado de la izquierda.

No le pareció relevante analizar que tal vez hayan perdido porque la mayoría de los uruguayos estamos hartos de esa soberbia que juzga anecdótica una asonada violenta pero se escandaliza con el uso inadecuado de un adjetivo. La risible reacción del intendente nos recordó a aquel gran escándalo que provocaron otros colaboradores del gobierno departamental, cuando un dueño de una cafetería escribió en un pizarrón “No dogs or mexicans allowed” (no se aceptan perros ni mexicanos), interpretando esa cita humorística de una película de Tarantino como un mensaje racista que ameritaba el cierre del establecimiento. Ya desde esa época, los indigentes se arracimaban a la intemperie por medio Montevideo, pero a nivel oficial reivindicaban su derecho a dormir donde quisieran.

Sería bueno que las autoridades estuvieran un poco más pendientes de los verdaderos problemas sociales de los montevideanos, en lugar de ironizar sobre cómo se expresa un comunicador o escandalizarse de lo que escribe un bolichero en su pizarra.

Una noticia que publica Búsqueda en su edición de ayer va en la misma línea de ese rimbombante despiste departamental. Resulta que la Intendencia pretende que tres de cada cuatro calles, de ahora en más, sean bautizadas con nombres de mujeres, tal vez para equilibrar el machismo heteropatriarcal del nomenclátor. Lo que no tuvieron en cuenta es que al frente de la Comisión Asesora en esa materia está una historiadora del prestigio e inteligencia de María Emilia Pérez Santarcieri, que con toda lógica ha expresado que “esto no es feminismo”, relatando además que, en la necesidad de sacar nombres de la galera, a la Comisión ha llegado a algo tan ridículo como la propuesta de ponerle a una calle Marilyn Monroe…

Obviamente el sarampión inclusivo está picando fuerte, entonces no faltarán quienes abominarán de nosotros por escribir estas líneas. A ellos les respondemos que la defensa de la mujer no se logra bautizando calles con nombres de actrices de Hollywood, sino tomando medidas bastante más concretas, como eliminar la brecha salarial que aún distancia a las uruguayas de los varones e invertir de una vez por todas los recursos necesarios para erradicar la oprobiosa violencia de género.

Pero el Frente Amplio prefiere seguir por el camino de la retórica hueca, como cuando Di Candia clama por una transformación cultural que extirpe la palabra normal del vocabulario. Y sí, tiene razón. También por esa absoluta pérdida de contacto con la realidad, perdieron.

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