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Sindicato en contra de nuevos centros

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En el principio fue Fenapes, el sindicato de los profesores de Secundaria. Luego, como si de una buena causa se tratara, se les unió el resto del sector de la educación.

Cuando se produjo el paro del jueves decretado por el Pit-Cnt, ya la protesta englobaba a la Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza (CSEU) que anunció una huelga de 24 horas (otra vez los chicos quedaron sin clase), de todas sus filiales. Pero si bien el gremio de Primaria anunció que solo pararía en Montevideo, como se sabe, se trata más o menos de la mitad del país.

Cualquiera diría que el motivo para semejante reacción de todos los gremios sería algo que afectaba o afectaría gravemente a la enseñanza. O, tal vez, un reclamo por las falencias que de verdad existen en esa área. Por ejemplo, la necesidad de contar con más y mejores centros de enseñanza. Las críticas por el mal estado de los locales es una constante y la ruina de muchos de ellos atenta, evidentemente, contra lo que se supone debe ser la dignidad del entorno donde se imparte el saber a niños y adolescentes. El contenido de una nota en este mismo diario, aparecida en la sección Qué Pasa del 4 de julio: "En el Aula, lo Nuevo, lo Viejo y lo Feo", al poner en evidencia el calamitoso estado de varios liceos y escuelas de la capital y del interior, resultó tremendamente desalentador, además de escandaloso.

Por lo tanto, que las autoridades de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), hayan buscado una manera de hacer posible la construcción de 165 nuevos centros de enseñanza a través de la modalidad de Participación Público-Privada (PPP), a cuyos efectos se estarían redactando los pliegos de licitación, debería haber sido recibido con enorme beneplácito por parte de los docentes.

Sin embargo, ante la noticia de esta ambiciosa iniciativa que prevé contar para el 2019 con 46 jardines de infantes —que sería el primer llamado—, 33 escuelas —20 de tiempo completo— y 60 para estudios secundarios —algunos de tiempo completo— y otros en el esquema Técnico Profesional, el clamor surgido en el ámbito sindical docente no ha sido favorable. Ni siquiera de escepticismo, algo que se podría compartir pues estamos cansados de anuncios del gobierno que se quedan por el camino, por supuesto que luego de engatusar a la gente y acaparar por unos cuantos días titulares y noticieros. Casos de estos sobran. La respuesta orquestada por la dirigencia sindical ha sido una airada negativa a la idea propuesta. Y creemos que hay que hacer hincapié en quienes digitan las cosas en ese ámbito porque, seguramente, si se hiciera una compulsa abierta, libre y SECRETA, una novedad de esa índole sería bien recibida por la mayoría.

Pero para quienes mueven los piolines tras las bambalinas, lo que importa no es en realidad la enseñanza, ni los beneficios que pueda traer la construcción de lugares de estudio en mejores condiciones edilicias para los alumnos y aun para los maestros y profesores. Sus intereses están en otro lado. Allí se entremezclan sus luchas de poder, las competencias internas, el pase de facturas, además de una visceral actitud anticambio, anti- libertad, antiprogreso, con una miopía ideológica que todo lo deforma.

Serían risibles los argumentos, si no fueran tan lamentables, porque con esas actitudes paralizan todo intento de mejora, venga de quien venga. Aun de autoridades de su mismo riñón político, como sucedió con las horas de clase por dos años en vez de la rotación anual, que quedó enterrado. Y ni que hablar del plan Promejora que estaba dando buenos resultados en los pocos liceos donde se aplicaba. El escudo en el que se parapetan para lanzar sus dardos contra la posibilidad de que las edificaciones se lleven a cabo bajo el régimen de PPP, es que con esto se está buscando la privatización de la enseñanza pública.

Como si hoy por hoy las preocupaciones no deberían pasar por los paupérrimos resultados en ella. Por la deserción de los alumnos, por la grieta que se hace cada vez más profunda entre quienes no tienen más remedio que acudir a la enseñanza pública y los que pueden ir a colegios privados o a escuelas en barrios mejores. O por lo que indican las pruebas PISA, cuando cada año estamos más abajo en la escala de calidad educativa.

Aparte de que uno se pregunta si es que su preferencia por las edificaciones que encara el Estado es debido a que son una maravilla. ¿Acaso su predilección deriva de las obras para los menores infractores (Sirpa) realizadas en el período pasado y que luego de pagar millones de pesos por ellas, están ya en una pésima situación, corroborada por la auditoría del MTOP?

EDITORIAL

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