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Silencio politológico

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En estos meses ha ido quedando claro que hay razones fundadas para sospechar de los orígenes de los dineros que financiaron a dos de los sectores electoralmente más importantes del Frente Amplio: el de José Mujica y el de Raúl Sendic.

Ainicios de 2016 una investigación sobre gastos de campaña televisiva tuvo cierta repercusión. Pero poco se dijo en aquel entonces que a pesar de contar con la legitimidad académica de una universidad privada, ella fue escrita bajo el manto ideológico del Frente Amplio: se realizó en asociación con la Fundación Friedrich Ebert en el Uruguay, vinculada al partido de gobierno; y sobre todo, sus tres autores son conocidos por estar vinculados a la izquierda.

Era un trabajo que carecía de la suficiente información para probar su hipótesis, como lo reconocía explícitamente: "si bien esta auditoría no puede discriminar entre segundos emitidos en horarios de diferentes precios y determinar con precisión si la publicidad responde a la lista de diputados, a la lista de senadores de un sector o a la fórmula presidencial, las diferencias que se registran no parecen obedecer, por sus dimensiones, a la falta de precisión de nuestros instrumentos". No podía discriminar; no sabía cuánto se había facturado en concreto ni cómo; empero, suponía audazmente que sus instrumentos eran precisos.

El objetivo implícito del texto era intentar golpear al Partido Nacional, ya que daba a entender que los canales privados podían haberlo beneficiado con tarifas comparativamente más baratas. Como consecuencia de todo ello y de preocupaciones similares expuestas por otros politólogos también afines al Frente Amplio, se logró poner sobre la mesa el tema de la financiación de los partidos. El origen de sus recursos, su transparencia, su control de legalidad, su monto global: todas dimensiones importantes en una democracia plural y competitiva.

El Frente Amplio y sus politólogos afines creyeron que de esta forma se podía dañar a los partidos de oposición: el objetivo era instalar la sospecha de que blancos y colorados no habían sido transparentes en 2014 en cuanto a los dineros vinculados a sus campañas electorales. El Parlamento reaccionó así rápidamente y pasó a estudiar mejoras posibles al sistema actual de financiamiento de gastos en elecciones.

El problema es que se les dio vuelta la taba. En efecto, en estos meses ha ido quedando claro que hay razones fundadas para sospechar de los orígenes de los dineros que financiaron a dos de los sectores electoralmente más importantes del Frente Amplio: el de José Mujica y el de Raúl Sendic.

Para el caso del sector de Mujica no solamente salieron nuevamente a luz antecedentes complicados de los años 90, con denuncias de asaltos violentos que sirvieron para financiar la actividad proselitista tupamara. Sino que también ha llamado la atención el estrecho vínculo de algunos de sus dirigentes con el régimen chavista que, se sabe ya, operó en varios países de la región aportando dinero fresco e ilegal a distintas campañas electorales de sectores políticamente afines.

Para el caso del sector de Sendic el libro de las periodistas Madrid y Ruggiero señala que la lista 711 recibió 30.000 dólares para financiar su campaña que no fueron declarados a la Corte Electoral. Además, muestra que en tiempos en que un actual senador de la lista 711 era presidente de ALUR, el avión de ese ente estatal visitó decenas de veces en 2013 y 2014 el aeropuerto bonaerense asociado a lo que se conoce como la "ruta del dinero K" de los negocios turbios de la corrupción kirchnerista.

Evidentemente en todos estos meses hubo informaciones que debieran de haber llamado la atención de los politólogos investigadores preocupados por los financiamientos de los partidos, ya que arrojaban luz nueva sobre esos asuntos. Sin embargo, los que antes escribían textos insidiosos o preocupadas columnas, hoy guardan un profundo y prologando silencio politológico cuando es el Frente Amplio el que está bajo sospecha. Claro está, a quienes sigan las críticas que desde aquí se han hecho a algunos politólogos, este silencio abrumador no les llamará la atención: en 2015, por ejemplo, uno de ellos creía que Sendic había impulsado su carrera política "como por un resorte"; hoy, omite volver a analizar cómo es que realmente fue impulsada.

Este enorme silencio es una muestra más de la tremenda parcialidad de ciertos politólogos que quieren hacer creer que son objetivos, cuando en realidad sus trabajos son burdos instrumentos al servicio de la causa partidaria con la que se identifican desde hace tanto tiempo y que intentan disimular. Hay que tener todo esto bien presente para cuando llegue el año electoral y ellos vuelvan a operar, otra vez, en favor del Frente Amplio.

EDITORIAL

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