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Sendic, Valenti, y la pastilla

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En un país como el Uruguay de hoy, uno de los máximos referentes populares es el relator Alberto Kesman. Una de sus frases más replicadas es la que dice "no se coma la pastilla", en el sentido de que no hay que dejarse engañar por apariencias o primeras lecturas. Pocas veces ha sido más útil esta expresión que a la hora de analizar la situación política actual del país.

Por ejemplo, en una entrevista con El País el pasado domingo, el vicepresidente Raúl Sendic intentó defender su gestión al frente de la empresa más grande del país, Ancap, afirmando que la enorme deuda que acumuló se debía a que no podía manejar las tarifas a su gusto, por una decisión estrictamente política que venía del Ministerio de Economía. O sea, que no lo dejaban subir las tarifas cuando el precio del petróleo lo exigía ya que eso afectaba la tasa de inflación, y que tampoco las podía bajar cuando tocaba, ya que el gobierno necesitaba esos fondos para destinarlos a otros fines. Para aclarar más aún, mencionó el subsidio al combustible, del cual Ancap opera como una especie de agente de retención, pero que eso nadie lo considera cada vez que va a la estación y ve el precio que tiene el combustible.

Ahí estalló la tormenta. Apenas horas después, el publicista Esteban Valenti comenzó una furibunda andanada de ataques contra el vicepresidente, diciéndole de todo menos lindo. Algo que no es novedad, ya que ambos mantienen un viejo enfrentamiento (vaya uno a saber por qué). Y el publicista no pierde oportunidad para, desde su exclusiva posición de "operador político" del FLS y de su seguramente bienhablada prosperidad patrimonial, caerle a Sendic o a cualquiera que él considere que merece el agravio. Lo más significativo fue que esta vez se sumó al ataque el hombre fuerte de Cutcsa, Juan Salgado. Sobre todo porque conoce el tema del transporte, y porque es asesor íntimo de Tabaré Vázquez, por lo que parece poco creíble que antes de salir a hacer declaraciones tan fuertes contra Sendic, no haya llamado al presidente a pedirle su beneplácito. Debe ser duro ser la segunda línea y aspirante a sucesor de una figura como Vázquez.

Ahora bien, estas peleas no dejan de ser algo folclórico. Pero desde el punto de vista estrictamente político representan un ejemplo claro de la estrategia que maneja el Frente Amplio y que tiene a la oposición sin saber cómo pararse.

Resulta que en casi todos los temas sensibles de la agenda política, el Frente Amplio opera como gobierno y oposición. Si hablamos del manejo de las empresas públicas, tenemos a un sector que defiende su actuación, su tamaño, su inversión como motor de la economía nacional (el MPP, Sendic, etc.). Y frente a ellos, se para otro grupo que en teoría las critica. Ha pasado con Antel, con Ancap, con UTE, con todas.

Algo similar ocurre en la relación con los sindicatos. Hay amplios sectores del oficialismo que son favorables a sus acciones, y hasta socios electorales, y hay figuras que defienden una postura más dura, y los enfrentan en sus exigencias presupuestales y en sus medidas de conflicto extremas. Caso explícito ha sido la amenaza de esencialidad decretada en estos días por el presidente Vázquez, muy criticada desde su propio Partido Socialista, por el MPP y otros grupos del Frente Amplio.

Particularmente en este último caso, es evidente que la situación ha descolocado a la oposición, que hizo toda la campaña criticando a los gremios de la educación, denunciando que ocupan un rol que no les corresponde y frenan toda reforma.

Ahora bien, ¿qué más duro se puede ser con estos gremios que lo que ha sido Vázquez en estos días? ¿Cómo hace un opositor para oponerse a esta medida del presidente, después de exigir durante años más rigor con los gremios?

Ante este panorama, el ciudadano que quiere que su voto incida de la mayor forma posible en la realidad nacional ¿a quién debería apostar? ¿Apoyar a un opositor cuya opinión tiene mínima incidencia en las definiciones del gobierno? ¿O a algún sector del FA más acorde a su visión política y así darle más peso en la interna oficialista?

Como se ve, trata de una disyuntiva letal para cualquiera que se pare en la vereda opuesta del Frente Amplio. Con un agravante, y es que parece tratarse de una estrategia claramente trazada por el oficialismo. ¿Alguien puede creer que Astori no sabía cómo se manejaban la economía o las finanzas de las empresas públicas cuando era vicepresidente? ¿Alguien piensa que Vázquez no sabe las consecuencias de tomar medidas de este tipo? ¿Alguien cree que Valenti no sabe a quién beneficia con este juego mediático? No hay que comerse la pastilla.

Editorial

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