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Un señalamiento que discrimina

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La campaña electoral por Montevideo ha tomado un camino curioso y en algún caso, hasta divertido. 

Por un lado hay un fuerte “todos contra Raffo”, lo cual si bien tiene lógica (son tres frentistas contra una única candidata por la coalición) por momentos asume un aspecto realmente abusivo; casi podría definirse como de “bullying”.

Por otro lado, se percibe un todo contra todos dentro del Frente Amplio. Las declaraciones de unos por remontar y otros por mantener la apretada diferencia que hay entre los tres candidatos frentistas se vuelven más agresivas y descalificantes día a día.

Para quienes pretenden votar a alguno de los candidatos frentistas, esto resulta desconcertante en el mejor de los casos, fastidioso en el peor. Para quienes sin embargo ya tienen decidido su voto por Laura Raffo, el espectáculo puede hasta ser divertido.

Los argumentos que el frentismo usa para descalificar a Raffo son, muchas veces, de grueso calibre y en ocasiones incluso plantean burdas caídas, quizás sin intención. Así pasó con un programa televisivo que fluctúa entre ser de humor y periodístico en que se intentó transformar el debate que los candidatos frentistas rehusaron tener con Raffo, en uno entre ella y una candidata a edil por una de las muchas listas frentistas. Raffo tuvo que dejar claro que no entraría en la provocación al señalar que no tenía sentido un debate así cuando los candidatos adversarios lo habían rechazado. La candidata a edil actuó dolida, con una gran puesta en escena como si hubiera sido mortalmente ofendida, pero era evidente que Raffo debía sortear la trampa.

La más reciente de las descalificaciones es la de denunciar que Laura Raffo, una profesional de la economía con vasta y diversificada experiencia, nunca trabajó para el Estado.

Fue Carolina Cosse que salió con ese argumento, intentando demostrar que eso era un demérito. Le reclamó que debía haber hecho al menos una mínima experiencia en el ámbito público antes de ser candidata: “No sé si Raffo alguna vez ha hecho aunque sea una pasantía en un organismo del Estado”.

“Creo que no tiene ninguna experiencia en la gestión pública, y estaría bueno que empezara de abajo para ver cuánto cuesta construir”, dijo.

Parecía estar pidiéndole que pese a toda su muy rica experiencia en la actividad privada (incluso como periodista especializada en economía), antes de ser candidata a Intendente debió primero tal vez trabajar en la portería o en la cadetería de una oficina pública para “empezar de abajo”. ¿Sería eso lo que quiso decir? Obviamente lo de empezar de abajo debía ser en el Estado, no en una empresa privada como hace tanta gente.

Aparece aquí una preocupante forma de discriminación que se ve cada vez con más frecuencia. La idea de que si una persona no “pasó por el Estado”, es incompleta. Esta discriminación se manifiesta desde la cantidad de prebendas que tienen los funcionarios públicos hasta la doctrina de que una vez empleado del Estado, se lo es para siempre.

Aparece en esta campaña municipal una preocupante forma de discriminación que se ve cada vez con más frecuencia. La idea de que si una persona no “pasó por el Estado”, es incompleta.

Hace unos días, un dirigente sindical reaccionó airado porque en el proyecto de Presupuesto, se propuso ordenar el flagrante abuso que había de pedidos de licencia médica. La solución ofrecida era muy sencilla: usar para los públicos el mismo mecanismo que para los privados. La reacción sindical fue rápida porque sentía que se perdía el privilegio de recurrir a artilugios fáciles, no del todo honestos pero generalizados, para faltar al trabajo cuando a alguien se le diera la gana y cuantas veces quisiera.

Lo que parece ser un impedimento para Raffo es su “inexperiencia” en el mundo estatal. Como si eso fuera una especie de tara que la inhabilita para presentarse como candidata y más aún, para ejercer un cargo elegido.

El razonamiento es endogámico, por decirlo de alguna manera. Para ser gobernante hay que haber empezado desde abajo en el Estado y crecido dentro de él. Vivir para, por y del Estado, como si el resto del mundo no existiera. O no importara. Es una visión muy “totalista” (por no decir totalitaria) del Estado y de la función que cumple la gente dentro de él.

En todo caso, lo que trae Laura Raffo y cualquiera que venga de afuera de ese mundo cerrado, es la visión de los que viven y trabajan en el sector privado. Un sector que además de ser un dinamizador de la economía, financia al Estado con los tributos que paga.

En definitiva, lo que Cosse ve como un defecto, es la ventaja de Raffo. Llegaría entendiendo al común de la gente, sus necesidades y sus reclamos por ser quienes justamente no viven del Estado.

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