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La segunda vida de Ancap

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Allá por el 2009, año electoral, Mujica y Astori celebraron un matrimonio por conveniencia. Costó un poco porque en la interna del Frente Amplio —en una conducta que es histórica— el MPP y el Partido Comunista se encargaron de humillar previamente al líder de Asamblea Uruguay. Pero, con las heridas aún abiertas se presentaron como fórmula a los comicios y ganaron.

La convivencia en el gobierno no fue fácil: dos estilos distintos, dos culturas diferentes. El entonces exministro de Economía de Vázquez buscó controlar todo lo vinculado con esa cartera, pero al poco tiempo se vio que en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto aparecía un ministerio paralelo que sintonizaba directamente con el presidente e impulsaba una conducción que poco tenía que ver con el pensamiento del ministro Lorenzo y del propio Danilo Astori. Así transcurrieron cinco años, donde si las cosas no alcanzaron una situación de crisis fue porque la economía del país seguía creciendo empujada por los vientos favorables que venían del exterior.

Pero lo cierto es que los años de vida en común fueron insufribles, sobre todo para Astori —poseedor de una dosis de soberbia elevada al cuadrado— que estaba sujeto a jerarquía y debió soportar las excentricidades y los desplantes del ex- presidente. El resultado de esa experiencia alucinante fue, obviamente, que desapareció cualquier atisbo de cariño y ninguno de los dos se quiere nada. Pero nada de nada. Ese sentimiento bajó a sus cuadros y desde entonces, el MPP y el FLS están decidida y visceralmente enfrentados.

El tema del agujero negro en Ancap —el mayor escándalo por lo menos de la época posdictadura que se conoce— terminó de desnudar ese entramado de bronca y resentimientos que se había gestado en la interna del Frente Amplio. A medida que avanzaba el trabajo de la Investigadora Parlamentaria, fueron apareciendo un cúmulo de irregularidades difíciles de explicar, donde la tónica eran invariablemente obras que se contrataban por un precio, pero cuya construcción lo multiplicaba en forma muy generosa y servicios (intermediaciones, transporte, contrataciones) que se adjudicaban de manera por demás discrecional.

El senador Rafael Michelini agitó el avispero el domingo pasado cuando planteó la necesidad de recapitalizar Ancap y cambiar sus autoridades. Le llovieron ataques de los sectores de Mujica y del actual vicepresidente Sendic, pero recibió el apoyo de Astori y la discusión subió de tono. Mujica le echó las culpas al ministro y este lo acusó de "tergiversar la realidad". Mujica hizo pública entonces una carta abierta (en defensa de Sendic) dirigida a Astori donde le reclama explicaciones y le cuestiona no haber planteado sus reparos oportunamente en el Consejo de Ministros. Esteban Valenti terció, como es habitual, en defensa de Astori: "¿Es lo mismo presupuestar una desulfurizadora por US$ 118 millones y que cueste US$ 421 millones?".

No hacen falta muchas argumentaciones ni demasiada inteligencia para encontrar responsables: el Presidente de la República y quien defiende lo actuado por Ancap era y es Mujica.

Lo cierto es que, más allá de este fuego cruzado la realidad dice que esta Ancap está fundida. Se crea o no, fundieron al ente monopólico estatal de los combustibles y han generado una deuda que va a costar "sangre, sudor y lágrimas" levantar. Lo confirma el presidente Váz-quez: hay que recapitalizar a Ancap, lo que en términos comunes significa que está muerta, sin un peso y es imposible que pueda funcionar. Y la recapitalización lógicamente vendrá acompañada por la remoción de directores y gerentes cuyas conductas han permitido que se llegara a esta situación. Como dijo el senador Álvaro Delgado, "quien es parte del problema no puede ser parte de la solución. Hay que rescatar a Ancap y el rescate no lo puede liderar Coya".

Los números dicen que bajo las presidencias de Sendic-Coya el déficit acumulado será de US$ 800 millones, en tanto que el endeudamiento de la empresa es del orden de los 2.300 millones de dólares y su patrimonio apenas US$ 200 millones. El 2015 se cerrará 10 a 1 en contra y eso es una desesperante goleada. De nada sirven las pintadas callejeras de la lista 711 de Sendic diciendo "A 12 años seguimos defendiendo Ancap. Las empresas públicas son del pueblo". Parecen más bien una torpe tomadura de pelo, porque al pueblo que invocan le va a salir bastante caro cubrir los delirios empresariales del hoy vicepresidente de la República.

Ahora solo es cuestión de esperar el resultado de la investigadora y un eventual pase de los antecedentes a la Justicia. Pero el daño está hecho.

Editorial

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