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Secretos y ocultamientos

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El senador Lacalle Pou pedirá esta semana la conformación de una Comisión Investigadora a nivel parlamentario para analizar los rojos números de Ancap. Es muy saludable que a nivel legislativo, donde se encuentran los representantes del pueblo, exista preocupación por lo que ha ocurrido y, quizás, sigue ocurriendo en el monopólico ente de los combustibles.

Quinientos millones de dólares de pérdidas en solo dos años es un dineral en cualquier parte del mundo, y sobre todo en este país, donde el gobierno está raspando los huesos —sin mucho éxito— en busca de algún peso que permita mejorar la oferta salarial a los funcionarios públicos. Lo único que se conoce hasta ahora, como medida de ahorro o de recuperación del capital, es la intención de vender un avión Cessna, con capacidad para seis personas, que se había comprado para el traslado de sus autoridades dentro del territorio nacional; pero son solo US$ 385.000. Difícil tapar una ballena con una mojarrita.

No somos muy optimista en que la regimentada mayoría frenteamplista acepte la propuesta y se avenga a formar una Investigadora. Nunca lo han hecho en estos 10 años que llevan en el gobierno y menos parecería que pudieran cambiar de opinión o de estrategia ahora, donde uno de los involucrados es el vicepresidente de la República, Raúl Sendic. Su grupo político, a través del senador y exdirector de ALUR, Leonardo de León, ya manifestó que lo que pretende Lacalle es montar un "show".

El año pasado, cuando solo se conocían los US$ 169 millones de pérdidas y deudas que ascendían solo a US$ 1.551 millones correspondientes al balance del 2013, el Senado de la República, con la misma mayoría, se opuso a una Investigadora "porque esa comisión tiene una foto y esa foto es la del candidato a vicepresidente del Frente Amplio. Ese contexto no es el mejor para investigar", admitió el senador oficialista Enrique Rubio. Ahora, pasadas las elecciones, la negativa se basa en que se trata de un "show" para saber cómo se llegó a US$ 500 millones de pérdidas y deudas que ascienden a US$ 2.173 millones.

¿Desde cuándo ser transparente en el uso de los dineros públicos puede tener algo que ver con un show? ¿No es una obligación de las autoridades ser claras y cristalinas a la hora de los gastos y los recursos que aporta todo el pueblo uruguayo? ¿Cuándo se convirtieron en dueños y propietarios de las empresas públicas y se niegan a informar?

Los sectores filocomunistas son mayoritarios dentro del FA. Y a ellos la transparencia les provoca urticaria y rechazo. Les trae muy malos recuerdos. Fue en 1986, cuando el recién llegado secretario general del Partido Comunista de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijail Gorbachov, planteó el tema de la Glasnost (transparencia), que el imperio comunista soviético comenzó a desintegrarse y poco después implosionó. Un régimen que dominaba, con la fuerza de sus bayonetas y sus tanques, casi la mitad del mundo, se desmoronó solo. No fue la caída de un gobierno, cayó un régimen entero, sin que se disparara un solo tiro, ni se derramara una gota de sangre ni saliera una sola persona a la calle para defenderlo. Caso único en la historia y todo por querer que la gente tuviera información de lo que desde las alturas se hacía.

Los sobrevivientes, tuvieron que reconvertirse. Otros ni siquiera asumieron esa dignidad del error de sus ideas; solo cambiaron el nombre porque la posibilidad de la lucha de clases les fascinaba, y aprendieron de los peligros que significa ser transparente y exponer con claridad conductas, acciones o gestiones. Volvieron a los tiempos anteriores a Gorbachov: la estrategia es el secreto, el ocultamiento (¿y la mentira?).

Mientras los hechos no se conozcan son, valga el eufemismo, desconocidos y nadie se molesta por lo que no conoce o no sabe y, por lo tanto, para él no existe.

Negaron la Investigadora de Pluna y dejaron que solamente dos de ellos (Lorenzo y Calloia) fueran marcados "culpables", aunque por la Justicia. La responsabilidad política de quienes maquinaron esa estafa quedó bloqueada por el secreto y el ocultamiento. Ahora va a pasar lo mismo. Unos por miedo a las represalias internas, los otros por convicción, van a negar sus votos a la Comisión Investigadora y nadie sabrá a ciencia cierta cómo se generó ese agujero negro en Ancap y qué grado de responsabilidades tuvo cada uno de los protagonistas que trabajó para que ello ocurriera. Quedarán bajo sospecha, pero después el pueblo se olvidará.

Así vamos.

Editorial

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