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Saltar el muro

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Es evidente que hay un malhumor ciudadano cada vez más acentuado hacia el gobierno del Frente Amplio. Desazón, desengaño, desilusión, molestia o enojo, los sentimientos pueden ser variados, pero es seguro que ya no solo atañen a los votantes y simpatizantes de los partidos de oposición, sino que también se extienden entre los ciudadanos que han votado a la izquierda.

Juan Martín Posadas en su columna del 4 de septiembre pasado ("la encuesta y el muro") lo expresó con total claridad. Podemos razonar que efectivamente existe una división importante entre votantes frenteamplistas y votantes de otros partidos, y que en ese sentido hace tiempo que se han conformado dos bloques diferentes que se manifiestan electoralmente en la instancia del balotaje presidencial. Pero en esta nueva situación de explícito malhumor de la opinión pública contra el gobierno, el asunto político y electoral más relevante que se plantea es el de la posibilidad real de que los ciudadanos "salten el muro" que separa un bloque de otro; es decir, qué chances hay de que habiendo dado su voto al Frente Amplio en instancias anteriores, decidan en 2019 votar a los partidos que ahora están en la oposición, cambiando así la mayoría política y el signo del gobierno.

Posadas en este sentido escribió algo importante y sobre lo que le asiste razón: del millón de votantes frenteamplistas de la elección pasada, no todos adhieren a esa coalición de forma religiosa, es decir, con un dogmatismo que les impida votar a otro partido. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta cuántas decenas de miles, o cientos de miles de ellos están dispuestos a "saltar el muro" en la próxima elección: no hay estudios de opinión contundentes al respecto, y además se trata de una cantidad que evidentemente es dinámica, ya que responde a una evaluación política que puede cambiar con el tiempo y aún faltan nada menos que tres años para las elecciones.

Por eso hay que relativizar los comentarios de distintos analistas, casi siempre discretamente alineados con la izquierda, que señalan que la actual desazón frenteamplista no se traducirá en el apoyo electoral a los partidos hoy opositores sino que irá a engrosar, en todo caso, el voto anulado o en blanco. En realidad, esos analistas están opinando desde su corazón de izquierda que no quiere ver ni admitir la idea de que el Frente Amplio está en una pendiente que puede terminar con sus mayorías parlamentarias y propiciar una alternancia gubernamental.

Si bien es cierto entonces que nadie sabe cuántos son los posibles votos "saltarines", para retomar la expresión de Posadas, no es menos cierto que importa desde ya dejar en claro que el muro que deben saltar no es tan alto.

Es que a pesar del esfuerzo izquierdista de partir a la sociedad en dos y de promover una lógica amigo-enemigo que descalifique toda adhesión o simpatía por partidos distintos al Frente Amplio, la verdad es que el sentido común ciudadano del uruguayo medio todavía conserva un talante abierto y tolerante que le permite, con libertad y sin el dogmatismo político-religioso izquierdista, analizar las opciones electorales que se le presentan y votar según su real saber y entender.

En este sentido hay un dato que sí se sabe desde hace mucho tiempo: alrededor de un 30% de los votantes, unos 700.000 en total, no tienen identidad partidaria. Es algo nada desdeñable. Muchos de ellos son los que le dieron la mayoría al Frente Amplio en esta década, y seguramente muchos de ellos sean los que puedan quitársela.

Para facilitar el salto del muro, los partidos de oposición deben mostrar pragmatismo, inteligencia y humildad. Pragmatismo, para aceptar que los apoyos de muchos votantes frenteamplistas de estos años son necesarios para volver a ser la mayoría, porque con los apoyos propios de 2014 no alcanza. Inteligencia, para plantear opciones posibles que seduzcan a esos votos "saltarines" hoy decepcionados con la izquierda. Y humildad, para admitir que hubo propuestas evidentemente muy importantes en la opción frenteamplista que fueron las que dieron confianza a decenas de miles de ciudadanos sin partido para dar tres veces el gobierno a la izquierda.

La masiva decisión de saltar el muro de decenas (o centenas) de miles de ciudadanos es la base de la alternancia política futura. Seguramente será este un tema de distintos análisis en los próximos meses.

Pero desde ya algo debe estar muy claro: ese salto es mucho más fácil y posible de lo que muchos analistas pro- izquierda nos quieren hacer creer.

EDITORIAL

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