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Hacen el ridículo

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A alguna gente habría que regalarle un espejo con altoparlante incluido. Así, de ese modo, al escucharse y verse diciendo las cosas que dicen sientan un poco de vergüenza.

El objetivo ahora es pegarle al Mides y a todo organismo del Estado que colabore con ese ministerio. Cuanto más duro le peguen, cuanto más grande la ironía y la burla, mejor. El problema es que quienes recurren a esos ataques quedan mal parados ellos mismos. Quieren horrorizar a la gente, es verdad, pero al final la gente queda horrorizada por lo que ellos dicen.

Quizás los ataques respondan al resentimiento creado a partir de que otros se quedaron con un bastión del Partido Comunista. ¡Vaya atrevimiento que venga alguien que, por haber ganado una elección, se adueñe de un ministerio que era propiedad privada de un partido!

Ahora rechazan la política de evitar que haya gente durmiendo en las calles. Lo consideran un atentado a la libertad de quien decide hacerlo. La medida, valga la ironía, se apoya en la llamada ley de faltas aprobada por un gobierno frentista y procura llevar a esa gente a algún refugio para darle seguridad y evitar que por causa de una hipotermia muera en la calle. La intención es clara, es humana, es irreprochable. La Policía traslada a esa gente, el Mides le da refugio.

Sin embargo provocó una reacción difícil de entender. Hay quien la calificó de “aterradora”. ¿Acaso puede ser aterrador evitar que una persona muera por dormir al frío? Lo cierto es que hay gente que piensa así: señala con el dedo a un gobierno que no protege a los indigentes cuando se mueren de frío y señala con el mismo dedo y al minuto siguiente, cuando sí los protege.

No faltó el chiste de Mafalda, viralizado en las redes, en el que su inefable amiga Susanita sostiene que a los pobres “hay que esconderlos”. Quienes viralizaron el chiste intentaron sostener que la medida la adoptaban los ricos porque les parecía de mal gusto que se exhiba la pobreza. Un razonamiento no solo simplista, sino perverso porque quienes lo lanzan a las redes saben que no es así.

El resentimiento crece cada vez que se comprueba que la “sensibilidad social” no es monopolio de la izquierda y más aún cuando se comprueba que la izquierda, habiendo estado 15 años en el gobierno, demostró tener muy poco de ella.

En muchos países, ricos y pobres, hay gente que duerme en la calle pero en Uruguay el fenómeno se multiplicó en los últimos años ante la indiferencia de los gobernantes. Parte de esta gente perdió empleos y referencias familiares a causa de la droga, otros viven a la intemperie por las más diversas razones. Algunos buscan refugio nocturno, otros lo rehúsan. Pero nadie entiende qué hay de “aterrador” con que el Mides, junto con el Ministerio del Interior, dé una respuesta paliativa a este problema justo en los meses más fríos del año.

Otro hecho que sacudió a algunos dirigentes frentistas fue que el Mides descubrió alimentos y otros bienes, parte de ello material donado, que pudiendo ser útil no se usó y ahora está vencido: desde café y otros alimentos hasta pañales. El ministro Pablo Bartol se cuidó, como corresponde, de hacer acusaciones a la ligera. No habló de irregularidades pero sí optó por decir que hubo desidia.

Es increíble que habiendo tantas necesidades para atender y teniendo por lo menos algunos elementos para paliar situaciones críticas, estos no se hayan usado. Se acumularon hasta perder vigencia. Para eventuales donantes, estos sí con sensibilidad social, la señal es desalentadora. ¿Para qué hacer campañas de apoyo y donación si el propio Estado las va a despreciar?

El resentimiento crece cada vez que se comprueba que la “sensibilidad social” no es monopolio de la izquierda y más aún cuando se comprueba que la izquierda, habiendo estado 15 años en el gobierno, demostró tener muy poco de ella.

Como es habitual, aparecieron los defensores de pleitos perdidos. El dirigente comunista Juan Castillo calificó al ministro de mero “inspector de góndolas”, en una frívola respuesta a lo que el Mides denunció. Es que aún si Bartol fuera tan solo un inspector de góndolas, el supuesto supermercado (el ministerio) sigue siendo nuestro: es de todos los uruguayos y lo que nos pertenece a todos se cuida y usa para lo que fue destinado. Lo que ocurre es que Castillo creyó, como muchos de sus pares, que el ministerio había sido privatizado para el Partido Comunista. Por eso reacciona así: ¿quién es el actual ministro para meterse en lo que no le pertenece?

Lo que asombra de estos ataques al Mides y a sus autoridades es lo mal parados que quedan los atacantes. No se dan cuenta, pero cada vez que hablan es peor para ellos y demuestra cuan entumecidos están respecto a la realidad y a cómo la ve el común de la gente.

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