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Un rehén llamado Uruguay

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Pueden pelearse y culparse todo lo que quieran Vázquez, Astori, Mujica y compañía, pero la realidad dice que la situación económica del país no es la de los últimos años. Unánimes, las señales que vienen desde el exterior apuntan a que la formidable bonanza económica que sacudió al mundo en la década dorada, ya es difunta.

Aquí, para confirmar esas previsiones, el Pit-Cnt se apresta a realizar su primer paro general desde agosto de 2008, porque sus reclamos no van a poder ser contemplados esta vez por el gobierno compañero.

Y si el escenario económico viene mal, el escenario político no está mejor. Sobre todo si se observa la situación del oficialismo que, a pesar de su pregonada unidad y sus mayorías parlamentarias, por momentos da la sensación de una bolsa de gatos, donde se dirimen contiendas que no se ven en toda su intensidad, aunque se perciben por los sacudones y aullidos que se registran.

La escasez de recursos a la hora de distribuir, las dosis de austeridad con que busca medicarse al Uruguay no son buenas noticias en una sociedad que "compró el verso" de que la prosperidad venía de la mano de las políticas frenteamplistas y no de una excepcional coyuntura mundial. La plata entraba a raudales y toda tenía el mismo destino: gastar y gastar más.

Allí están los notorios ejemplos de Pluna y Ancap. Pero no son los más graves: este país perdió la cultura del trabajo (que ahora el ministro Murro busca recuperar) y, además, fracasó estrepitosamente para solucionar el tema de las carencias educativas, que podía haber generado para los jóvenes futuros más promisorios.

No hay dudas de que permitir que familias, mujeres, hombres y niños, convivan en ranchos de lata, hacinados en una pieza, rodeados de aguas servidas y pozos negros es una condena social. Que guetizarlos en zonas donde carecen de servicios mínimos, campea el malandrinaje y solo pueden sobrevivir en la lucha del día a día, es una afrenta a los ciudadanos de este país. Y el plan de emergencia que inicialmente se aplicó en la primera administración Vázquez fue inobjetable. El tema es que pasaron los años y la "emergencia" pasó a llamarse "equidad", pero siguió siendo lo mismo: asistencialismo liso y llano.

La auxiliatoria del Estado continuó (tiene visos de ser permanente), pero muy poco se preocupó de inculcarles y educarlos para salir de esa situación de marginalidad, la primera de las cuales es que ellos mismos deben querer escapar de esa condición, buscar superarse y no resignarse a vivir de la caridad estatal, alguna changa o cosas peores. Y si no lo logran con los padres, apostar fuerte a los hijos para que no sigan su ejemplo. Esto se llama educación y si es pública, en Uruguay es sinónimo de derrota. Ni siquiera trasmite motivación para salir del marasmo.

Los índices que tiene nuestro país señalan progresos en el combate a la pobreza material, pero la marginalidad cultural sigue tan campante y esos niños y jóvenes quedarán condenados a seguir viviendo de la plata del Estado o, lo que es más probable, a elegir caminos peligrosos de droga y dinero fácil con un final predecible y trágico.

El gobierno ha anunciado que aumentará los recursos para la Educación. Nadie puede estar en contra de esto, porque nadie quiere que continúe la situación de marginalidad de un buen sector de los ciudadanos. Este tema concita unanimidades, aunque más dinero no garantiza mejor educación ni mejores resultados y sería hora de buscar una coincidencia entre ambos objetivos.

Si bien los problemas surgen a la hora del reparto del resto de los recursos que dispondrá el Presupuesto Nacional, la discusión en la materia parece que tiene una importancia secundaria. Para la dirigencia del FA primero está resolver la gran interrogante de quién fue el responsable de que la década dorada se convirtiera en una década perdida a la hora de evaluar logros y resultados. Todos miran y mueven su dedo acusador para el costado, para el frente, para arriba o para abajo. Jamás hacia sí mismo. Ni siquiera el expresidente de la República, José Mujica, asume que fue él. ¡Faltaba más! El ministerio de Economía estaba manejado por Astori y su gente.

Para completar el panorama, un nuevo actor ha entrado al escenario. Ya no son solo Vázquez, Astori y Mujica, sino que el vice Sendic, resucitado por la salida venezolana a la crisis de Ancap, ha resuelto participar del debate y sugirió que se usen las reservas internacionales del país para obras de infraestructura. Cada día una sorpresa y la polémica se vuelve más penosa. Lástima que es el país quien queda de rehén.

Editorial

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