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El regreso de las fechas patrias

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Los feriados no nacieron por un tema turístico. Significan un momento de recordación, poner un poco de pausa en esta vida tan loca que llevamos todos.

Saber de dónde venimos, conocer nuestra historia y eso hace parte de una nación; imbuirnos en la historia nuestra para saber quiénes somos como nación, lo que nos une y mirar hacia adelante”, comentó el presidente Lacalle Pou el pasado 18 de mayo en Las Piedras, al conmemorarse los 210 años de esa batalla que fue la primera victoria del levantamiento de un pueblo en armas por elegir su futuro. “Si uno cambia las fechas, desvirtúa el porqué de las fechas patrias”.

Hace pocos días, el Poder Ejecutivo presentó al Parlamento un proyecto de ley que busca terminar con un proceso que se inició en 1996 y culminó en 2011, para culminar con el corrimiento de días feriados declarados por ley “con el fin de exaltar la conmemoración” de cada uno de ellos y tuvo durante la primera presidencia de Tabaré Vázquez un empuje inaudito para minimizarlos y concentrar la historia de la emancipación del pueblo oriental en una sola fecha: el natalicio de Artigas el 19 de junio. Poco o nada para la Declaratoria de la Independencia, la Jura de la Constitución que anunció al mundo el nacimiento del Estado (“República” a partir de la Constitución de 1917) Oriental del Uruguay, la Cruzada de los 33 Orientales, o la Batalla de Las Piedras.

Lo cierto es que las fechas patrias molestaban y mucho a cierto oficialismo frenteamplista de la época, porque en todas ellas, más allá de Artigas, aparecen las figuras de sus lugartenientes; de Lavalleja, de Rivera, de Oribe y tantos otros que fueron los padres de los partidos tradicionales. Su indomable coraje y su amor por el terruño que los vio nacer, fueron factor fundamental -más allá de aciertos y errores- para el surgimiento de este país, libre, independiente y soberano, y la bandera de las franjas azules y blancas, con el sol orgulloso que nos mira y nos identifica a todos. ¿O no?

La consigna fue destrozar la tradicional identidad de los uruguayos, arrebatarles héroes, símbolos y acciones que durante años fueron pacífica y orgullosamente aceptados por las distintas generaciones y eran un elemento de unidad, reconocimiento y regocijo de todos los ciudadanos. El objetivo hacer desaparecer todo aquello que viniera desde el fondo de nuestros tiempos, ideas o estereotipos que nos hacían sentir como hermanos, dentro de un pequeño territorio, pero con un alma que palpitaba con sentimientos similares, se emocionaba y nos daba el perfil de una Nación, nuestra Nación.

Así las cosas, este desprecio oficial por los hitos más importantes de nuestra historia patria se tradujo, infelizmente, en un progresivo desconocimiento de la ciudadanía acerca de lo que se conmemora efectivamente esos días feriados. Al diablo con las enseñanzas de Ernest Renan, aquel pensador francés que definió las bases de una Nación: “Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que, propiamente hablando, son realmente una y la misma constituye esta alma, este principio espiritual. Uno es el pasado, el otro es el presente. Uno es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; el otro es el consentimiento presente, el deseo de vivir juntos, la voluntad de continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa (…) Tener glorias comunes en el pasado y una voluntad común en el presente, haber hecho grandes cosas juntos y querer hacerlas todavía, he aquí las condiciones esenciales para ser una Nación”.

Las fechas patrias molestaban y mucho a cierto oficialismo frentista, porque en todas ellas, más allá de Artigas, aparecen las figuras de sus lugartenientes; de Lavalleja, de Rivera, de Oribe y tantos otros que fueron los padres de los partidos tradicionales.

Pero no. Para determinados partidos o determinadas jerarquías de esos partidos, defender el concepto de una Nación y recordar su historia (nuestra historia como uruguayos) no les gusta. Tabaré Vázquez intentó olvidar o empequeñecer todo esos episodios gloriosos del pasado y concentrar los feriados en uno solo; el 19 de junio, que además consagraría el compromiso del “Nunca más”, el “Nunca más hermanos contra hermanos” o “un festejo que una al civil con el militar”.

Sus compañeros políticos no se la llevaron porque el “Nunca más” no les interesa, pero sí aceptaron gustosamente ningunear el resto de los fastos patrios porque no figuraban para nada. Para ellos, la historia del Uruguay empieza con la llegada del Frente Amplio al poder, con excepción del 8 de octubre donde conmemoran -no el Tratado de Paz que puso fin a la Guerra Grande “sin vencidos ni vencedores” (1851)- sino la toma de Pando en 1969 por un grupo de iluminados que intentaron voltear las instituciones democráticas mediante las armas, el terror y la muerte.

Como orientales o uruguayos que somos, bienvenido el cambio de los feriados y su valorización que impulsa el nuevo gobierno.

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