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Entre una regla y una fantochada

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"El país del 2020 es mucho peor que el del 2005” fue la tajante afirmación del senador Guido Manini Ríos.

Fue cuando la Cámara Alta discutía los artículos de la Ley de Urgente Consideración que establecían la creación de una regla fiscal para evitar que los gobiernos gasten más de lo que tienen y de lo que pueden. Y tiene razón el senador.

En el 2005, cuando el Frente Amplio llegó al gobierno, Uruguay salía de una severa crisis económica que se originó en la Argentina (incluso antes y desde la misma Argentina había llegado la aftosa que cerró los mercados mundiales a las carnes uruguayas), que hizo estragos en el país, pero se había capeado el temporal y los números se iban recuperando.

Ahora, después de haber tenido los gobiernos más ricos en la historia gracias a los formidables vientos de bonanza que soplaron en el mundo y llenaron de dólares las arcas uruguayas, estamos en picada, en caída libre hacia el fondo; crítico déficit fiscal, inflación, empresas fundidas, desempleo y una deuda pública bruta que supera los 40.000 millones de dólares, algo así como el 67% del PBI del país. Se gastaron todo lo que había ingresado y mucho más. Y, lo peor, es que gastaron alevosamente mal. Allí están, a modo de ejemplo, las tétricas aventuras de Ancap, Pluna o la Regasificadora.

Este gobierno, que recién está por llegar a sus primeros 100 días decidió jugar de manera clara, no solo para su gestión, sino también hacia el futuro. Para que no se repitan estas conductas. Planteó en la LUC la creación de la regla fiscal, que incluso lo maniata si se quiere porque, obviamente, asume el compromiso de respetarla.

La regla pone límites al gasto y permite ahorrar en tiempos de bonanza para que cuando cambie el ciclo (siempre ha habido tiempos de vacas gordas y vacas flacas) se puedan mantener las políticas sociales sin necesidades mayores de endeudarse. Tiene la virtud de obligar a los gobiernos a ahorrar cuando el crecimiento es superior a lo normal, para formar un fondo de estabilización que será utilizado cuando el crecimiento sea inferior a lo normal.

Salvando distancias, es la regla que aplican los ciudadanos con sus ingresos al hogar o como dijo unos años atrás Mujica, para desprestigiar los reclamos de Un Solo Uruguay: “Empezá por casa y después pedí, porque si tuviste tiempo de guardar, de vacas gordas, mascaste a dos carrillos y ahora le venís a pedir a los otros lo que tú no hiciste”.

La LUC establece que el Poder Ejecutivo determinará, en el marco del proyecto de ley de Presupuesto Nacional, los lineamientos de la política fiscal que se aplicarán durante su administración, los que incluirán una meta indicativa de resultado fiscal. Y la regla será complementada con un tope indicativo de incremento anual de gasto real vinculado al crecimiento potencial de la economía. Además, se crea una comisión de expertos para asesorar al Ministerio de Economía, que hará pública sus recomendaciones a efectos de que exista un claro substrato técnico a la hora de las decisiones y no solo político.

Parece todo positivo y muy claro; es un límite elemental y el primer afectado es este gobierno, que si comete excesos o se suma más adelante al tradicional carnaval electoral, habrá incumplido y quedará escrachado. Pero, el Frente Amplio votó en contra. El argumento fue que no era necesario imponer esta regla que ya existía desde 2006, a partir de la ley de endeudamiento, pero soslayó que de esa ley se hizo uso y abuso. Esa ley no establecía ningún compromiso para nadie y, como dijo el senador Jorge Gandini, es “tan inútil que se cambió siete veces por leyes sucesivas el tope de endeudamiento y una de ellas con retroactividad". Primero se endeudó y luego recibió la autorización que es una exigencia de rango constitucional.

Cada vez que necesitaban dinero se alzaban las manos enyesadas de la mayoría automática para alegría de Astori. Y lo que hay detrás de este voto negativo es que el FA no está dispuesto a reconocer la fantochada que se utilizaba y les salvaba la vida en ese momento, aunque después… después tenemos un país como el que dejaron.

No van a reconocer jamás el cúmulo de errores que cometieron porque estaban convencidos de que sus gobiernos estaban llamados a la eternidad. Y les molesta cómo, paso a paso y sin mayor alharaca se adoptan medidas que marcan lo equivocados que estaban.

Solo les va quedando la soberbia, porque la historia ya dice que Manini Ríos tiene razón. Entregaron un país destruido. Han sido como Othar, el caballo de Atila: por donde pasaron no crece más la hierba.

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