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Reformas sin pausas ni temores

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Con el tercer año de gobierno en marcha, los plazos corren y las presiones aumentan. Para colmo los dos primeros ocurrieron en emergencia sanitaria. Eso no quiere decir que todo se paralizó, pero sin duda el ritmo fue más lento.

Uno de los objetivos que urge acelerar y para el cual los tiempos quedaron comprimidos a estos tres años finales, es la reforma de la educación.

No será fácil porque muchas cosas conspiran contra su éxito. Por un lado, tal como lo dijo el presidente del Codicen, “tenemos un sistema enfermo de burocracia”. Y todo indica que por momentos es una burocracia paralizante.

Por otro lado, están los sindicatos, los mismos a los que en su tiempo el entonces presidente José Mujica señaló como un obstáculo para cualquier cambio.

Esto ya se vio cuando hace una semanas el Codicen presentó un documento con los lineamientos para ejecutar cambios y enfrentó el tajante rechazo de los consejeros elegidos por los docentes. Sus argumentos resultan no solo trasnochados y surrealistas sino que, de hacerles caso, significarían un atraso atroz a cualquier intento de mejorar la educación que reciben niños y adolescentes.

Si el documento se hubiera elaborado con premisas opuestas a las presentadas, esos consejeros también las hubieran objetado. Su consigna es paralizar e impedir. No importa lo que se proponga, se opondrán. Por algo, en los quince años que gobernó el Frente Amplio, no se dio un solo paso para bien de la educación.

En ese contexto, como bien lo mostró una crónica publicada el domingo en este diario, el presidente del Codicen, Robert Silva está recorriendo liceos del interior y de Montevideo para persuadir a la gente de la urgencia de estos cambios. La nota de El País da cuenta de su reciente visita al liceo de Colón.

En esa reunión una ex profesora de filosofía reconoció que había un atraso de “70 y 80 años” y dijo: “no estamos prontos para que un varoncito a mitad de año se vuelva mujer”.

Es que el problema va más allá. Sean los estudiantes trans, gay, lesbianas o heterosexuales, todos necesitan recibir una formación sólida y convincente que los prepare para enfrentar el mundo laboral, productivo y profesional con buenas herramientas para lograr mejor calidad de vida en una convivencia cívica de tolerancia y respeto.

El proceso de reforma está en marcha, la pregunta es si los ritmos son suficientes como para consolidarla en poco tiempo.

Está en marcha la posibilidad de que maestros y profesores obtengan un plus en su formación para acceder a un grado universitario, una licenciatura. No es un paso menor. La reforma de la educación necesariamente debe hacerse con docentes bien preparados, abiertos y mejor formados. Esta decisión va en la dirección correcta.

Las autoridades educativas no pueden hacer caso de la presión de la pesada burocracia y menos aún a los caprichos de la corporación sindical.

La otra idea es la de los Centros Educativos María Espínola, aplicados en Secundaria y en la enseñanza técnica, para zonas de contexto vulnerable. Es un propuesta interesante y removedora, con mucho potencial.

La expansión de estos centros aumentará a medida que las evaluaciones estimulen a hacerlo. El riesgo es caer, como viene ocurriendo desde hace décadas, en más planes pilotos o experimentales, aplicados en pocos lugares pero que terminan quedando en eso: una mera fase de prueba.

La actual situación no toleraría un plan hecho a medias. Estos Centros necesitan funcionar bien, rápido y en franca expansión.

Es buena la idea de que por tratarse de sectores postergados se piense en un sistema específico destinado a darle a esos jóvenes los mejores herramientas. A veces programas diferenciados son más igualitarios al abrirle posibilidades de futuro a quienes no las tienen.

Como estos centros están pensados para las zonas más vulnerables del país, queda por saber que se hará en el resto del sistema educativo, con las escuelas y liceos comunes y corrientes. También allí hay agudos problemas que necesitan ser abordados con urgencia.

La puesta en marcha de estos cambios genera esperanzas. Hay que tener en cuenta que los resultados de lo que se empieza a hacer hoy, recién se verán en 10 o 15 años. Cada día que se postergue la tan necesitada reforma, es un golpe duro para las generaciones afectadas.

Las autoridades educativas no pueden hacer caso de la presión de la pesada burocracia y menos aún a los caprichos sindicales.

En este tema hay años de atraso y no se debe dejar pasar un minuto más. Lo que se empezó a hacer hay que continuarlo sin pausas, sin interrupciones y más que nada, sin temores.

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