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Reflexiones en el día del periodista

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El sábado pasado se celebró el día del periodista en Uruguay. La fecha se instauró por ley en 1990 en recordación a cuando un 23 de octubre de 1815, Artigas envió un exhorto al Cabildo de Montevideo para apoyar al primer periódico de esa época y promover la libertad de prensa.

Años después, en 2016, la ley se modificó para incluir a todos los que trabajaban en los medios y no solo a los periodistas.

La fecha brinda una oportunidad para reflexionar sobre una profesión que cumple un rol fundamental en una democracia y que fue sometida a una dura prueba durante la pandemia. En los países donde no hay libertad de prensa, los periodistas trabajan en constante riesgo y despliegan admirable coraje. No en vano a dos de ellos (una filipina y un ruso) se les otorgó el Premio Nobel de la Paz por su lucha en favor de la libertad de expresión en lugares donde no la hay.

Desde que regresó la democracia, Uruguay no ha tenido problemas en cuanto a la libertad de prensa. Eso no quiere decir que su situación haya sido perfecta (en ningún lado lo es) pero los problemas han sido menores y muy puntuales. Uruguay está muy bien considerado por su respeto a esa libertad.

Estos años de pandemia no fueron fáciles para el periodismo, pero todo indica que estuvo a la altura de las circunstancias. Se dio, sin embargo, una circunstancia compleja y paradójica. Fue un momento de gran demanda de información. La gente estuvo pendiente, en los meses iniciales de la pandemia, de los informativos, los diarios y semanarios y de los programas periodísticos. Había necesidad de recibir información para entender lo que estaba pasando y solo los medios podían ofrecerla. Por otra parte, sin embargo, la propia emergencia sanitaria redujo la actividad económica y por lo tanto pese a que había mucha demanda de información y esto exigía a los medios un redoblado esfuerzo, pocas empresas estaban en condiciones de volcarles publicidad. Los medios vivían la mejor de las oportunidades en el peor de los momentos.

También se pusieron de moda los programas que practican el llamado “periodismo de panelistas”. Ello significó un enorme cambio respecto a como se ubican ante estos programas los protagonistas, el público y las fuentes.

Esta modalidad modificó una regla sagrada en el periodismo: diferenciar (incluso gráficamente) lo que es información pura de lo que es opinión y análisis.

El periodismo de panelistas cambió esa realidad y en dichos programas, los periodistas informan, analizan y opinan todo al mismo tiempo y pese a no siempre estar en condiciones de dar opinión fundamentada, independiente y profesional. La práctica de mezclar información y opinión se fue trasladando al periodismo escrito.

Esto trajo sus repercusiones, por cuanto es más difícil saber cuando se ejerce presión indebida, desde el poder, sobre los periodistas que así trabajan y cuando gobernantes y políticos simplemente pretenden refutar lo dicho en un libre juego de debates. Sienten que no están cercenando el trabajo informativo, sino que refutan opiniones y que tienen el mismo derecho a hacerlo como el periodista a emitirlas. Con las redes, esto se volvió aún más complicado.

Otra tendencia reciente es que muchos periodistas ya no sienten que es una profesión de por vida. Por ser un trabajo demandante y sin horarios, aún los periodistas más apasionados y con genuina vocación sienten que hay un límite.

Al no estar prevista una carrera profesional que evoluciona hacia tareas de mayor responsabilidad, pero menor adrenalina, más periodistas se cambian de mostrador y se dedican a tareas vinculadas a la comunicación, pero con horarios normales y presiones manejables.

El trabajo compartido entre periodistas jóvenes y nuevos, con viejos y experimentados, siempre dio equilibrio al trabajo y éxito al resultado. Al faltar este equilibrio, las redacciones y estudios empiezan a tener problemas y el público se da cuenta.

Es natural que esto pase, pero en la medida que la tendencia crece, los medios descubren que cuentan con reporteros jóvenes, inexpertos como es lógico suponer, formados en la universidad, entusiastas en ese comienzo profesional, pero que no trabajan codo a codo con colegas veteranos que les aportan su sabiduría y experiencia.

El trabajo compartido entre periodistas jóvenes y nuevos, con viejos y experimentados, siempre dio equilibrio al trabajo y éxito al resultado. Al faltar este equilibrio, las redacciones y estudios empiezan a tener problemas y el público se da cuenta de ello.

Es bueno que los medios compartan estas reflexiones sobre esta profesión y su relación con sus lectores y audiencias. La celebración del día del periodista este sábado, nos brindó una buena oportunidad para hacerlo.

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