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La receta de Olesker

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La semana pasada en conferencia de prensa el Presidente de la República, ante la pregunta de un periodista sobre quienes abogaban por medidas más duras respecto a la movilidad para frenar el incremento de los casos de coronavirus, respondió que quería saber en concreto cuáles eran esas propuestas y qué es lo que se quería limitar.

Unos días después el inefable Daniel Olesker le contestó, indirectamente en una entrevista.

En efecto, en un reportaje en el programa radial En Perspectiva, Daniel Olesker se despachó con que actividades cree que hay que cercenar: "Hay actividades económicas que pueden ser reducidas por no ser prioritarias. Todas las actividades de venta callejera o venta en comercios que no vendan alimentos o productos básicos. La propia construcción debería evaluarse”.

No llama la atención que Daniel Olesker, un defensor rancio de ideas retrógradas como el socialismo, que culmina siempre y necesariamente en un Estado policíaco que controla vida y hacienda de cada persona, que desprecia la iniciativa individual y solo puede ver agregados, volúmenes y plusvalías en vez de seres humanos, realice afirmaciones como las comentadas.

Lo que reclama Olesker y reclamaron el Sindicato Médico del Uruguay y buena parte del Pit-Cnt y el Frente Amplio es una cuarentena obligatoria, siguiendo el ejemplo de su ídolo Alberto Fernández. Que los resultados sanitarios y económicos hayan sido lamentables no los ha frenado, demostrando una vez más que los hechos y las evidencia no logran entrometerse en su visión ideologizada de la realidad.

Lo cierto es que el equilibrio que logró el gobierno uruguayo entre el cuidado de la salud de los uruguayos y preservar la actividad económica, que también es preservar la fuente de ingresos y la salud de las personas ha sido muy adecuado, reconocido incluso a nivel internacional y por la propia oposición razonable. Dos ejemplos de los últimos días son por demás elocuentes.

El prestigioso Instituto Lowy de Australia realizó un estudio para determinar el desempeño de los países frente a la pandemia, encontrando que Uruguay fue el mejor de todo el continente. De hecho, se ubica incluso mejor que países que a veces se han puesto como ejemplo, como Singapur, Corea del Sur y Finlandia.

Otro reconocimiento, realizado el día de ayer vino del Intendente de Canelones, Yamandú Orsi, que declaró que el manejo de la pandemia por parte del presidente Lacalle Pou fue “prudente” y que no tiene “mayores críticas”. La opinión de Orsi importa como uno de los líderes emergentes de la izquierda y por plantear con sinceridad meridiana la realidad, dejando en ridículo a sus correligionarios alarmistas y bulleros.

Vale la pena contrastar también las opiniones medidas y centradas que, en general, realiza el intendente Orsi con personajes como Daniel Olesker que cada vez que el gobierno mete un gol pide el VAR para anularlo, olvidando que la suerte del gobierno en la lucha contra la pandemia es la del país. La estrategia de cuanto peor mejor vive y lucha en el Frente Amplio y en muchos de sus principales dirigentes que siguen masticando la bronca de la derrota electoral y solo buscan desde todos los ángulos posibles como encontrar la crítica más mezquina ante cada tema.

El gobierno confía en los uruguayos, en su capacidad para decidir, optar por sus proyectos de vida, interactuar con sus semejantes. La oposición quiere toques de queda, cuarentenas obligatorias y un Estado paternalista que controle la vida de las personas.

Por suerte el gobierno siguió la estrategia de “libertad responsable” que ha vuelto a dar buenos resultados desde la semana pasada, en que parece insinuarse una tendencia a la baja en los casos activos. Ese es el fondo de la cuestión entre gobierno y oposición, la opción entre la libertad y el control estatal.

El gobierno confía en los uruguayos, en su capacidad para decidir, optar por sus proyectos de vida, interactuar con sus semejantes en los proyectos que gusten y contribuir de esa forma a la mejora de la sociedad. La oposición quiere toques de queda, cuarentenas obligatorias y un Estado paternalista que controle la vida de las personas.

Por eso la receta de Olesker es impedirle a la gente, para que dependan del Estado para comer y de esa forma quede a merced de políticos y burócratas con ínfulas de ingenieros sociales. Por eso, el socialismo siempre provocó hambre y muerte en cada lugar y cada época que se aplicó. Por eso, los uruguayos optaron por la libertad en la última elección. La dignificación de la vida de cada persona pasa por respetarla en su libre albedrío, en su real capacidad de decidir sobre su vida, algo que Olesker y sus secuaces jamás comprenderán porque todavía no se dieron cuenta que el muro de Berlín se cayó sobre su lado.

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