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Realidad vs. Relato de izquierda

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A poco más de dos meses del cambio de gobierno se han acumulado varias noticias que ponen en tela de juicio el relato izquierdista de estos años.

En la dimensión social ha quedado claro que el Frente Amplio (FA) dejó una herencia muy pesada. La semana pasada se supo que ningún control serio se había realizado sobre los residenciales de ancianos por años. Eso permitió que centenares de ellos funcionaran sin un mínimo de dignidad. Pero también en estas pocas semanas se cayó en la cuenta de la verdadera situación de la gente que vive en la calle, que es mucho más vulnerable de lo que la administración del FA decía.

¿Qué decir de la pobreza que dejó el FA? Obviamente, están los trabajadores en negro. Se sabía que eran al menos 25% del total; pero lo que el FA no admitía era que estaban en una situación de precariedad tal que, al primer golpe de coyuntura como esta crisis generada por la pandemia, la gran mayoría de ellos terminaría integrando las estadísticas de pobreza.

¡Las estadísticas de pobreza! Otro gran cuento del relato del FA, maquilladas en su metodología de forma tal de fijar un umbral tan bajo de ingresos para ser considerado pobre, que podía la izquierda propalar su falso relato de que solo había 8% de pobres en el país. Un disparate, sí, pero que formaba parte sustancial del relato izquierdista.

La responsabilidad del FA en relación a la situación explosiva de las cárceles es gravísima: en los 15 años de sus gobiernos murió en promedio más gente en sus cárceles por causas violentas, que en los 12 años de la dictadura.

Hay además al menos dos problemas sociales más sobre los que nada decía el relato frenteamplista. El primero refiere a la violencia doméstica, esa de la que hacen gárgaras las organizaciones sociales compañeras del FA. La izquierda nunca decidió destinar el presupuesto que se precisaba para poder proveerse de las tobilleras electrónicas suficientes para tomar medidas más eficientes en defensa de las personas agredidas. Quince años en el poder, y los gobiernos del FA habían previsto recursos, entre otros, para reuniones internacionales de Interpol en Punta del Este o para reformas suntuosas de infraestructura de cocinas en el ministerio del Interior, pero no habían decidido asignar 5 millones de dólares a comprar las tobilleras en cantidad suficiente. El cambio ocurrió, claro está, con el nuevo gobierno, y la plata apareció en los primeros días de marzo.

El segundo refiere a la situación explosiva, completamente violatoria de los derechos humanos, que existe en las cárceles del país. Ha sido denunciada por organizaciones internacionales y por el comisionado de cárceles en muchísimas ocasiones en estos años, y ha sido periódicamente analizada en estas páginas: las cárceles que deja el FA no solamente son inhumanas para una gran mayoría de presos, sino que además imposibilitan la rehabilitación social de unos delincuentes cuya enorme mayoría algún día terminarán reintegrándose (mal) a la sociedad. La responsabilidad del FA en este sentido es gravísima: en los 15 años de sus gobiernos murió en promedio más gente en sus cárceles por causas violentas que en los 12 años de la dictadura.

La herencia económica también es pesada. El nuevo gobierno recibió al país con una inflación fuera de rango y de las más altas de la región, con el mayor déficit fiscal de los últimos treinta años, con una tasa de desempleo cada vez más alta, y con un estancamiento económico que ya lleva años. La pandemia vino a hacer mucho más evidentes todos estos problemas graves, claro está. Pero todos ellos ya existían antes del 13 de marzo, día del primer caso de coronavirus en el país. Y no pueden atribuirse a un contexto internacional algo diferente al de la gran bonanza del período 2003- 2014, sino que son consecuencias directas del mal manejo del equipo de gobierno del FA.

Toda esta realidad inapelable contrasta con el relato izquierdista. Parece delirante, pero no lo es: ese relato nos quiso hacer creer que con las administraciones del FA estábamos camino a un país de primera; que era la izquierda en el poder la que se ocupaba de los más pobres y de los más vulnerables de la sociedad; y que era gracias al FA que en el país se defendían los derechos humanos.

Tan solo dos meses de gobierno alcanzaron para ventilar y mostrar lo que realmente era la realidad del FA en el poder. Y no hay que creer que esto termina aquí. En verdad, esto recién empieza: aún no se han conocido los detalles de las muy probables tramas de corrupción e irregularidades que se harán públicas cuando lleguen las auditorías que se han prometido en lugares claves del Estado.

El Uruguay votó un cambio y de esta forma arrojó luz a lo que estaba ocurriendo en el país. Deslegitimó así el relato izquierdista.

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