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EDITORIAL

El tema de la semana fue sin duda el primer debate electoral en 25 años en Uruguay. Entre los muchos comentarios, la mayoría interesados, se remarcó que faltaron algunos temas sobre la mesa. Vamos a mencionar un par de ellos.

El primer debate electoral en 25 años conmovió a la sociedad. Solo en los canales de aire, se estima que medio millón de uruguayos lo vieron. Y si a eso sumamos plataformas como el sitio web de El País, la cifra crece todavía bastante más. O sea que, más allá de comentarios sobre el formato, y con la salvedad de algunos periodistas con un ego desproporcionado a sus logros, todo el país festejó el hecho.

El candidato nacionalista Luis Lacalle Pou fue quien salió mejor parado del debate. No porque se diga desde el editorial de El País, sino porque es lo que surge de todos los sondeos serios realizados. Tampoco es que haya sido una tarea titánica o demasiado meritoria, ya que el candidato oficialista, Daniel Martínez, podrá tener algún talento, pero es seguro que hablar en público, argumentar con convencimiento, o hilvanar ideas de manera lógica, no son parte de ello.

Ahora bien, por motivos propios de las estrategias de este tipo de debate, hubo temas de gran importancia que no figuraron en el mismo. Y como el editorial de un diario no precisa de esas estrategias, los vamos a mencionar aquí. Salvo gente muy fanatizada, o acomodada en el poder, a nadie escapa que Uruguay hoy no va bien. El país enfrenta varios desafíos existenciales para los cuales el candidato oficialista no solo no tuvo propuestas claras, sino que está lejos de ser la persona adecuada para resolverlos.

El primero tiene que ver con la severa crisis que vive la educación en el país. Esta crisis es tan innegable, que en la pasada campaña el hoy presidente Tabaré Vázquez anunció que se haría un “cambio del ADN” educativo nacional. Y algo intentó hacer Vázquez, poniendo a algunos cuadros técnicamente irreprochables en puestos clave. Sin embargo, al primer choque con las corporaciones que manejan la educación, y tras el papelón de aquella fallida esencialidad, echó a esos técnicos y todo volvió a foja cero. La pregunta es, ¿alguien puede creer que lo que no pudo hacer un líder con la personalidad y el peso político interno de Vázquez, lo podrá hacer este balbuceante e inseguro Daniel Martínez? Cuya esposa, vale decir, ha sido parte central de la conducción de la enseñanza pública durante su peor fase de decadencia.

Un segundo tema central para el país hoy es una reforma de la manera en que se manejan las empresas públicas, y el estado en general. Otro tema que ha sido reconocido por los dos expresidentes del Frente Amplio, Vázquez y José Mujica, que llegaron a hablar de “la madre de todas las reformas”. Es bueno recordar cuando a poco de asumir, Mujica fue a Ancap y les dijo a sus funcionarios que no se creyeran los dueños de la empresa, y que las cosas iban a cambiar.

Bueno, pues nada cambió. O si lo hizo, fue para peor. Los intentos de reformar los estatutos del funcionariado público fracasaron, y en el período las empresas públicas dilapidaron dinero como nunca, al tiempo que el Estado incorporaba a casi 70 mil funcionarios nuevos. ¿Alguien puede creer que si Mujica no pudo imponer un cambio en esta área (si es que alguna vez lo quiso), lo va a poder hacer alguien con el escaso peso político propio de Daniel Martínez? Alguien que, vale decir, no pudo nunca lidiar con Adeom, en su paso por la IMM.

Vinculado a esto último, un tercer tema central que requiere cambios drásticos en Uruguay es el del poder exacerbado que han logrado los sindicatos. Casos emblemáticos como los de MontevideoGas, donde se desconoció hasta una orden judicial, o el de Friopan, aquella empresa familiar donde los ocupantes destruyeron máquinas por puro resentimiento, son emblemas de esta situación.

¿Alguien puede creer que este Daniel Martínez que no pudo con Adeom, va a cambiar algo para bien en ese sentido? Sobre todo, con una bancada propia donde los sectores más radicalizados van a tener todavía más poder que el que tienen hoy. ¿Verdad que no?

Además de estos tres temas, podríamos mencionar otros. Desde la política exterior, donde sus idas, vueltas y titubeos en torno a Venezuela han sido casi más lamentables que las actuaciones del canciller Nin. Los focos de clientelismo y corrupción como el Mides o ASSE, en manos desde hace años de un Partido Comunista que tendrá todavía más cuotas de poder con el crecimiento de Óscar Andrade en la interna.

Si algo aportó el debate, fue dejar en evidencia que Martínez en ningún concepto llega a los talones en autoridad, convicción o peso específico a sus predecesores. Si ellos no pudieron con esas cuestiones cada vez más vitales para el Uruguay del mañana, creer que Martínez lo hará, parece de una ingenuidad francamente irracional.

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