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El pueblo colombiano habló

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Herodoto decía que "solo un tonto puede preferir la guerra a la Paz porque en tiempos de paz los hijos entierran a los padres y en tiempos de guerra los padres entierran a los hijos".

Esa pareció la idea central del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC. Tan simple y complicada como para ser aceptada por un pueblo soberano que sabe que toda negociación parte de insatisfacciones compartidas, y que las concesiones deben reflejar una voluntad conjunta de reparar, construir y asegurar una convivencia que se empine sobre la intolerancia.

La guerrilla de Colombia no se levantó contra una dictadura sino que desde ya un lejano 1957 nunca aceptó el pronunciamiento popular (al que concurrieron el 95% de los ciudadanos) que aprobó la alternancia en el poder de Conservadores y Liberales, los partidos tradicionales que se desprendieron mediante un acuerdo de la dictadura militar del gobierno de Rojas Pinilla.

Desde entonces y hasta ahora, doscientos mil muertos, y mas de veinticinco mil secuestrados y asesinados por la guerrilla con jefes legendarios como el apodado Tiro Fijo se enfrentaron al Ejército Nacional colombiano con el agregado de fuerzas paramilitares que llevaron la guerra a los niveles que las FARC impusieron.

Terrorismo, violencia, narcotráfico y apoyos de guerrillas de otros países mas la colaboración de los EEUU al gobierno institucional en el llamado Plan Colombia instalaron un escenario de difícil desmantelamiento.

La pregunta que muchos se hacen es porqué el pueblo colombiano dijo no al Acuerdo de Paz cuando era el camino que se le mostraba para reencauzar una convivencia pacífica. ¿Era esa paz que quería en los términos del acuerdo que se le presentó para pronunciarse a través de un plebiscito?

La Paz como objetivo ¿se podría alcanzar cuando el resultado de las negociaciones surgió desde La Habana, la capital del Totalitarismo hemisférico desde que Fidel Castro asumió el poder en 1959?

Un Estado y sus Instituciones se defienden con sus Fuerzas Armadas. El pueblo colombiano que quiere instituciones sólidas no aceptó que la consulta popular se realizara luego de firmado un Acuerdo y que mas allá de la figura del Presidente Santos y de otros personajes se mostraran como mas visibles a los "carniceros" mas feroces que la región sufrió y sufre embriagados con un protagonismo que los grandes medios comunicación potenciaron.

El problema no era si los ex presidentes Uribe y Pastrana tenían razón o si el embate de una formidable parafernalia internacional podría imponerse a la voluntad de un pueblo, huelga decir el mas interesado en volver a vivir en paz.

El victorioso fue el pueblo que votó en contra del Acuerdo y los millones de colombianos que no acudieron a las urnas porque no veían en el, un punto final para tanto sufrimiento.

Y tanta razón tuvieron que el encuentro posterior entre Uribe y Santos respondió a la silenciosa voluntad popular que supo interpretar el desbalance de una negociación firmada que quiso mostrar a la comunidad internacional que deleznables terroristas ingresaban a la categoría de conversos a la vida democrática con todas las garantías para que la Verdad y Justicia que tanto se reclaman en otros países fueran dejadas de lado.

Castro, Maduro, Ortega , Mujica y tantos otros se encontraron con el muro de un pueblo que no se engañó con una paz artificial y una prometida libertad, esa Circe que Madame Roland en el momento de su muerte saludó con la inolvidable y trágica reflexión: ¡"Cuantos crímenes se cometen en tu nombre !"

El plebiscito fue una jornada histórica para el pueblo colombiano que se merece lo mejor; una lección que sólo los pueblos libres pueden escribir.

La tregua bilateral debe mantenerse, pero para que la convivencia de un pueblo que sufrió tanto tenga las debidas seguridades, la humildad y la vocación de diálogo entre las todas las partes debe prevalecer.

Va a ser el camino mas viable y seguro para poner en su lugar a los que de la mano de una coyuntura forzosa quisieron mostrar al terrorismo del narcotráfico como los defensores de los derechos humanos que por años pisotearon en nombre de una revolución que hizo que miles y miles de padres enterraran a sus hijos o que aún esperan por su liberación.

Todos estos guerrilleros de la región que afirmaban y aun reiteran que el " poder nace del fusil" ya saben que la revolución nunca fue "partera" de un mundo justo y menos aún la constructora de aquel "hombre nuevo" que tanta miseria y violencia generó.

EDITORIAL

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