Publicidad

Progresistas "braghettones"

Compartir esta noticia

EDITORIAL

Un nuevo fantasma recorre el mundo, el de la corrección política. Es de suponer que modificar las palabras y censurar el arte resolverá mágicamente las injusticias sociales.

Paradójicamente, cuanto mayor es la facilidad de acceso a la información, más alta es la valoración pública de la prensa escrita. Es que internet y las redes sociales se van contaminando cada vez más de las llamadas fake news, noticias falsas surgidas a veces intencionalmente, para torcer una decisión electoral (como esa sorprendente movida de Rusia en apoyo a la candidatura de Trump) y a veces apenas para parodiar la realidad. Cuántas veces nuestros políticos y comunicadores han dado crédito a las ingeniosas humoradas de librumface.com, y terminaron retuiteándolas y opinando sesudamente sobre ellas.

Lo que conviene preguntarse, en todo caso, es por qué tantas personas instruidas se dejan engañar por las fake news. Y la respuesta, por sorprendente que parezca, es que en el mundo se están generando tantas noticias escandalosamente absurdas, que la gente tiende a creer que todo es posible.

Tuvimos que leerlo en el prestigioso The Guardian para creerlo: el cuadro Hylas y las ninfas de John William Waterhouse (1847-1919) fue literalmente retirado de una galería de la ciudad inglesa de Manchester, porque en él la mujer "solo se representaba como un sujeto pasivo y decorativo o como una femme fatale". En el colmo de la inanidad políticamente correcta, la coordinadora de la galería, Claire Gannaway, declaró que el retiro del cuadro "no se ha hecho con el fin de censurar, sino con el de generar un debate. Queremos abrir un espacio de conversación sobre cómo exponer e interpretar las obras de arte". La galería fue aún más allá: la sala donde se exponía la obra incluía otros desnudos femeninos del siglo XIX bajo el título de "En busca de la belleza", lo que también fue motivo de discrepancia de esa gestora cultural.

En esa tontería propia de cierto arte contemporáneo, tan certeramente criticada por Vargas Llosa en su libro "La civilización del espectáculo", después se supo que la censura al cuadro de Waterhouse era en realidad una "obra" de otra artista, que filmó las reacciones del público y las proyectó para motivar ese tonto debate.

En la Italia renacentista, el Papa Pío V encargó a un discípulo de Miguel Ángel, conocido como Daniele da Volterra, que cubriera los genitales de los desnudos pintados por su maestro en la colosal Capilla Sixtina. Eso hizo que el pobre Daniele, que no era ningún mediocre, pasara a la posteridad con el nombrete de "il Braghettone".

Siglos después, en la Francia de Baudelaire y Flaubert, el puritanismo dominante llevó a los estrados judiciales a ambos autores porque tanto "Las flores del mal" del primero como "Madame Bovary" del segundo, ofendían "la moral religiosa y la moral pública".

Por insólito que parezca, hoy la censura no se origina más en concepciones religiosas estrechas o prejuicios de falsos moralistas. Hoy nace de muchos autodenominados "progresistas", que a cuenta de no cosificar el cuerpo femenino, terminan censurando lisa y llanamente la exaltación de la belleza, característica de toda la historia del arte, desde sus orígenes.

Cuando se produjo la pueril censura a la elección de reina de carnaval, el diputado Ope Pasquet publicó una reflexión similar a esta última en un tuit, y recibió una inmediata respuesta de la jerarca municipal Fabiana Goyeneche: "premiar y promover los estándares de belleza que ponen a la mujer de adorno para tu satisfacción es opresión. Desde siempre". Es interesante ver como una funcionaria identifica una temática clave en la historia de la estética, que une a Fidias con Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Klimt, Picasso y Dalí, con un adorno para satisfacer al hombre que osa cuestionar su ignorancia artística.

Y si para muestra faltara un botón, ahora nos enteramos leyendo El País de Madrid, que el Senado canadiense aprobó la modificación de la letra del himno de ese país, porque no era inclusivo. El texto original decía en inglés "infunde un verdadero amor patriota en todos tus hijos (sons)" y después de más de dos años de discusiones legislativas (así como lo lees, lector, ¡dos años discutiendo esto!) cambiaron sons por us, que vale por nosotros y nosotras.

La idea fue de un diputado liberal, Mauril Bélanger, que bregó incansablemente por un himno "más inclusivo y menos discriminatorio".

Un nuevo fantasma recorre el mundo, el de la corrección política. Es de suponer que modificar las palabras y censurar el arte resolverá mágicamente las injusticias sociales. Ojalá en Uruguay hagamos honor a Vaz Ferreira y logremos separar la paja del trigo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Editorial

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad