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El problema está adentro

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El jueves, el presidente Tabaré Vázquez junto con sus ministros, reunió a los legisladores del Frente Amplio. Su objetivo era trasmitirles cierta preocupación por la acción de la oposición que estaba enlenteciendo el trámite de los proyectos de ley, cuando no directamente trancándolos.

"La oposición está nerviosa" dijo en la reiteración de la tradicional dicotomía de "nosotros y ellos", "los buenos y los malos".

Pero, a poco que se observe la marcha del gobierno en estos primeros 100 días que ya han corrido, donde solo dos de las nueves iniciativas enviadas por el Poder Ejecutivo han sido aprobadas, se observa que la referencia a la "oposición" como ajena al partido de gobierno fue solo un eufemismo. La oposición (los partidos que no integran el Frente Amplio) carece de número de legisladores como para enlentecer o trabar algo en el Parlamento y si eso ocurre es directamente porque en el interior de la fuerza mayoritaria en las urnas hay notorias discrepancias, verdadera responsable de ese palo en la rueda que sufre el gobierno.

La administración Vázquez ha buscado cambiar el rumbo que había impuesto su antecesor, José Mujica, en muchos aspectos, empezando por la imagen presidencial, siguiendo por la discreción a la hora de hablar y terminando con mamarrachos que se habían impulsado desde el gobierno. Y Mujica, que practica una falsa humildad para ocultar su soberbia, que se considera un genio que sabe y opina de todo, no le gustó nada que le enmendaran la plana. Menos un señor que "tiene chapa" de profesional universitario exitoso, con el que nunca se llevó muy bien.

Las discrepancias internas en el FA no son entre astorismo y MPP, son directamente entre el presidente Vázquez y el ex presidente Mujica, y la cosa no es fácil para el actual mandatario, porque el mayor contingente de legisladores del oficialismo responde a su antecesor. Que está dolido (y es bastante rencoroso) por la dura derrota de su esposa en las elecciones municipales, pese a todos sus esfuerzos. Y para peor, busca revancha a través de su candidatura a la presidencia del Frente Amplio (defenestrando a Mónica Xavier), lo que significará un nuevo centro de poder institucional en el ya caótico panorama.

Los escenarios de este enfrentamiento han sido varios, demasiados para el corto tiempo que lleva Vázquez en la Casa de Gobierno. De entrada, no más, le bochó el tema de la marihuana que lo había catapultado a la "fama" internacional y le cambió (para bien) de manera radical la política exterior: Uruguay está dispuesto a abrirse al mundo en materia comercial, aunque provoque el malhumor de la Argentina de Cristina o la Venezuela de Maduro.

Vázquez perdió en su intento de modificar los destinos del Fondes. La ideologizada central sindical jugó fuerte con el MPP bajo la bandera de la "autogestión", aunque esta fuera de resultados negativos. Y sus legisladores votaron juntos para frenar una investigadora sobre denuncias de corrupción en el uso de esos recursos. También perdió en su intento de frenar el Antel Arena y la ministra de Industria, Carolina Cosse, claramente identificada con Mujica, torció la decisión del ministro de Economía, Danilo Astori. La pulseada por la elección del nuevo gerente general de Antel se laudó con un nuevo triunfo de Cosse ante Astori y el mismo Mujica frenó el proyecto de Vázquez para modificar la financiación del Fondo de Fomento para la Granja. Los resultados de este enfrentamiento interno del FA han sido claramente favorables al ex presidente que para completarla ignoró la convocatoria del jueves a todos los legisladores del FA y, directamente, no asistió. La senadora Topolansky, por su parte, llegó tarde, cuando el presidente Vázquez hacía uso de la palabra y atravesó por la cabecera todo el recinto de la reunión en claro mensaje de desafío. La foto de su llegada es todo un documento.

No es la oposición la que está frenando los proyectos de Vázquez. Son sus propios compañeros de partido. Hace mal el Presidente en enviar un mensaje que no corresponde y acusar a la "derecha" de trancar sus iniciativas. Falseando los hechos no mejora la posibilidad de impulsar sus ideas, sino que simplemente engaña a los ciudadanos de la verdadera causa de su fracaso.

Los problemas que tiene son hacia adentro de su partido.

Si no lo entiende así, si no lo denuncia y busca soluciones por otro lado, seguirá cosechando derrotas. Un presidente sin respaldo legislativo, es un presidente débil y peor será si su principal adversario se convierte en la cabeza de su partido.

Editorial

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