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Un presidente al mando

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No hay duda de que la gran noticia que protagonizó ayer nuestro primer mandatario fue el discurso inaugural del ejercicio de la presidencia pro témpore del Mercosur.

Sin embargo, hoy queremos poner el énfasis en otra declaración suya, mucho más breve, pero que valoramos en la plenitud de su significación.

Se trata de la respuesta que dio en conferencia de prensa, al ser consultado sobre un anuncio del empresario Juan Carlos López Mena, en el sentido de que supuestamente retornarían las frecuencias regulares de Buquebús en no más de diez o quince días.

El desmentido presidencial a esa promesa fue terminante: "en nuestro país y en nuestro gobierno, quienes dictan las medidas son el Poder Ejecutivo y el resto de los poderes, no es un empresario ni es nadie. Así que los anuncios de cuándo se retoman o no determinadas frecuencias para traer turistas no los va a hacer una persona ajena al gobierno. En este caso, lo va a hacer el Presidente de la República con el Ministerio de Relaciones Exteriores o eventualmente con el Ministerio de Turismo”.

Es muy grato escuchar esas palabras, en el país donde hace tan poco tiempo, una empresa multinacional comprometía al Estado a firmar un contrato leonino, a cambio de la magra promesa de ver si tomaría o no, después, una "decisión final de inversión". Es el mismo país donde los dirigentes sindicales se retiraban con altos cargos en el Poder Ejecutivo u ocupando los primeros lugares en las listas de legisladores del oficialismo.

Cuando uno escucha a un presidente diciendo con todas las letras que en este país no gobiernan los empresarios ni los grupos de presión, queda más que claro, por contraste, que antes no fue así.

Y si no, alcanza con recordar la larga y lastimosa opereta de la liquidación de Pluna, incluyendo el aval del Estado a un remate trucho en el que participaba un personero del mismo empresario que hoy tiene la temeridad de poner fecha al levantamiento de la emergencia sanitaria.

Ayer como hoy, hay empresarios que saben moverse en los meandros del Estado para utilizarlos inteligentemente a favor de sus propios intereses.

Pero algo ha cambiado.

No es líder aquel que reacciona temeroso al grito de la tribuna, pensando primero en su aprobación pública que en su deber de conductor. Los líderes son aquellos que desafían la inercia, se juegan por sus ideas y se exponen con coraje a las consecuencias de sus decisiones.

Ahora hay un presidente al mando. Un Poder Ejecutivo que gobierna en serio, atendiendo al bien común antes que a los intereses de los particulares.

No podemos menos que evocar aquel terrible 13 de marzo, en que el presidente, en el corto lapso que la situación requería, tomó la decisión arriesgada de convocar a un confinamiento voluntario en lugar de una cuarentena general. Escuchó a los científicos antes que a los grupos de presión. No se amedrentó por la respuesta airada del Sindicato Médico. Ni siquiera por el barullo opositor y aquella infamante convocatoria a un caceroleo. No caben dudas de que ese día, a menos de dos semanas de asumir, Lacalle aprobó el examen de su estatura presidencial. Demostró que no es líder aquel que reacciona temeroso al grito de la tribuna, pensando primero en su aprobación pública que en su deber de conductor. Los verdaderos líderes son aquellos que desafían la inercia, se juegan por sus ideas y se exponen con coraje a las consecuencias de sus decisiones.

Lacalle Pou da muestras de un estilo de comunicación frontal que muchos uruguayos, más allá de nuestras preferencias políticas, estábamos extrañando. Con él no hay lugar para el "como te digo una cosa, te digo la otra" de Mujica, ni tampoco para la soberbia burlona con que tantas veces Vázquez ha pretendido bardear a sus adversarios. Estamos ante un político que dice lo que piensa. Que no teme pedir la renuncia de aquellos colaboradores que no están a la altura de las responsabilidades asignadas.

Es curioso y algo patético que algunos opositores se jacten de las contramarchas que ha tenido el gobierno con algunas designaciones. Son los mismos que defendían con uñas y dientes a un jerarca de casinos bajo cuya gestión, las máquinas tragamonedas perdían plata. Que denunciaban una especie de complot de la "prensa de derecha" contra un vicepresidente que logró el récord histórico de llevar a la quiebra la empresa pública y monopólica más grande del país. Ellos, que mantuvieron hasta el final al frente de la educación pública a un cuadro político ineficiente, a quien no dudaron en calificar como "el José Pedro Varela del siglo XXI"; ahora son ellos los que critican al presidente por remover a quienes no están capacitados para ejercer sus cargos. Los tiempos cambiaron. Tenemos por fin al conductor que tanto merecíamos y el apoyo popular así lo confirma.

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