Publicidad

¿Es posible el consenso?

Compartir esta noticia

SEGUIR

Introduzca el texto aquí

Es posible encaminar al país en un consenso que ponga de acuerdo a la Coalición Republicana (CR) y al Frente Amplio (FA) en políticas concretas de largo plazo en sectores claves y que perduren más allá de quién concretamente gane las elecciones?

Esa pregunta es la que está detrás del planteo que ha movilizado al presidente del FA en torno a reuniones con demás autoridades partidarias y a la preocupación que ha mostrado, por ejemplo, el intendente Orsi sobre el desafío social y delictivo que representa el narcotráfico.

Pero el problema es que, para responderla positivamente, se precisa de parte de la oposición izquierdista un cambio de talante relevante que, por ahora, no se ha constatado en lo más mínimo.

En política importa mucho la gestualidad y los símbolos. Y lo cierto es que, desde la campaña electoral de 2019, el FA se ha empecinado en dar señales de que no termina de aceptar que perdió las elecciones y que la mayoría de la CR es legítima, popular, y que tiene todo el derecho de conducir al país por rumbos sobre los que la izquierda no esté del todo de acuerdo.

Para memoria, algunos de los gestos más graves en este sentido han sido: el no reconocimiento inmediato del triunfo en el balotaje de Lacalle Pou; la oposición cerril desde el primer día de gobierno en marzo de 2020, con caceroleadas y manifestaciones, mientras ocurría el desastre de la pandemia; y finalmente, la no aceptación de la derrota clara, pública y franca, la noche misma del resultado del referéndum a los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración.

Desde la campaña electoral de 2019, el FA se ha empecinado en dar señales de que no termina de aceptar que perdió las elecciones y que la CR tiene el derecho de conducir al país por rumbos sobre los que la izquierda no esté del todo de acuerdo.

Cuando una parte del sistema político no está dispuesta a aceptar que su lugar es minoritario, que el pueblo decidió en varias instancias legítimas otorgar una mayoría clara al adversario, y que es propio de la democracia que ese adversario en el gobierno conduzca el rumbo del país, se hace muy difícil creer que, efectivamente, hay una voluntad sincera y real de avanzar por caminos de consensos en algunas políticas claves para el futuro nacional.

No se trata de que el FA reniegue de sus convicciones. Sí se trata de que acepte de que ellas, hoy, no representan a las mayorías populares. Yendo en concreto al ejemplo de buscar acuerdos amplios sobre el combate al narcotráfico: ¿cómo creer que en realidad ese es el talante del FA, cuando uno de sus senadores califica de “narcogobierno” a la administración por causa del episodio del pasaporte legalmente otorgado a un narcotraficante internacional uruguayo? ¿Por qué la CR habría de aceptar que el FA tiene voluntad sincera de alcanzar un consenso en este asunto, cuando la izquierda no es capaz siquiera de reconocer lo que los datos objetivos muestran, que es que hubo una mejora radical en los índices de seguridad del país a partir de 2020?

Por supuesto que la ola de asesinatos de este invierno preocupa a todos. Pero no es posible alcanzar un consenso con un adversario que pone en tela de juicio la sinceridad de las cifras públicas que presenta el Ministerio del Interior -aún cuando los equipos que las realizan son los mismos que las llevaban adelante cuando el FA gobernaba-; que no admite que rapiñas y hurtos bajaron drásticamente; y que habla de una emergencia en inseguridad cuando en el último año los asesinatos son menos numerosos que las terribles cifras de 2018 y 2019 de la administración frenteamplista.

Es evidente que el gobierno está atacando duramente al narcotráfico: las bandas rivales ven así disminuidos sus territorios delictivos y se enfrentan por ello con más violencia y asesinatos entre ellas.

Y es evidente también que desde mediados de la década de 2010 estamos asistiendo a un peso cada vez mayor del narcotráfico como problema social, económico y de seguridad sobre todo en la zona metropolitana del país. Es muy importante entonces tomar conciencia de todo ello y asumir que, para evitar lo que ha pasado en otras partes del continente, se precisa de un ataque frontal, decidido y ampliamente legitimado tanto al microtráfico como a los grandes narcotraficantes.

¿Acaso está dispuesta la izquierda a dejar de lado el camino que ha tomado desde 2020 de la confrontación sesgada y mentirosa, que busca el rédito electoralista sobre la base de medias verdades, para pasar a colaborar con el gobierno desde un lugar de minoría política con experiencia de gestión, de forma de ampliar las bases de apoyo de una política de seguridad más consensuada?

Nada deja pensar que ese sea hoy el verdadero talante del FA. Y hasta que esa no sea su sincera actitud, será imposible buscar consensos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad