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Por la patria

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El país enfrenta una de sus crisis más agudas en muchos años, provocada como en cada otro del planeta por una pandemia cuyo final se avizora, pero sin fecha marcada.

En términos de vidas y enfermedad, de destrucción de empleo y de ingresos para muchas personas o en la necesidad de asistencia social, es claro que la actual coyuntura presenta dificultades formidables.

El gobierno nacional ha actuado de la mejor forma posible. Todos los recursos necesarios para que nuestro sistema de salud estuviera preparado fueron comprometidos desde el comienzo, se proyectaron medidas para mantener los motores de la economía encendidos como anunció la ministra Arbeleche y se desplegó una amplia gama de medidas sociales que marcan un esfuerzo muy importante. Se ha criticado al gobierno desde la oposición reclamando más medidas sociales, incluso proponiendo la instrumentación de una renta básica universal que es impagable incluso para los países del primer mundo, en un acto de demagogia irresponsable.

Al ver lo que está sucediendo hoy en Argentina o Brasil se verifica el acierto del gobierno uruguayo. Nuestros vecinos instrumentaron planes sociales durante algunos meses que luego debieron recortar o directamente cortar, o están en vías de hacerlo, mientras que el esfuerzo por el gasto social en Uruguay se concibió de forma que pudiera ser sostenido en el tiempo.

Desde hace algunas semanas notoriamente hemos entrado en otra etapa de la crisis. Así como era evidente que no se podía mantener al país paralizado durante meses cuando existían pocos casos, es claro que al existir movilidad social el número de casos aumentaría. Lamentablemente, la conducta irresponsable de algunos uruguayos, en especial de quienes convocaron a marchas y movilizaciones dónde se dieron aglomeraciones sin distancia social, sin tapabocas y compartiendo bebidas fueron parte fundamental del problema. Que aparezcan en las estadísticas como brotes intrafamiliares o en lugares de trabajo porque no se detectaron en su momento no quitan que éstos hayan sido el origen de muchos casos, como queda claro al ver el cronograma de fechas e incremento de casos.

El gobierno optó y acertó por la libertad responsable y su acierto no solo salvó a decenas de miles de uruguayos de caer en la pobreza, también se salvaron miles de vidas, acierto que desde la trinchera de rencor con que se conduce la izquierda jamás se reconocerá.

El Frente Amplio tiene una importante responsabilidad en el asunto. No solo por alentar a convocar aglomeraciones, sino por la forma antipatriótica de actuar que ha tenido desde el comienzo de la pandemia. Primero queriendo poner a la gente en contra del gobierno desde el mismo comienzo de la pandemia, alertando sobre la necesidad de implementar una cuarentena obligatoria, que ahora, insólitamente niegan. El archivo periodístico es demasiado reciente como para que puedan hacerlo y sus mentiras solo los desprestigia aún más. El gobierno optó y acertó por la libertad responsable y su acierto no solo salvó a decenas de miles de uruguayos de caer e la pobreza, también se salvaron miles de vidas, acierto que desde la trinchera de rencor con que se conduce la izquierda jamás se reconocerá.

Ahora, que arrecie el peor momento de la crisis, y en que el Frente Amplio tiene parte de la responsabilidad, precisamente por su irresponsabilidad y falta de apoyo nacional, es que saltan los ataques más duros al gobierno, incluso oponiéndose en el Parlamento a medidas indispensables ante la coyuntura.

El tono y contenido de los ataques al gobierno son de mezquindad que indigna. No solo le niegan al país la necesaria unidad nacional en un momento de crisis, lo hacen acusando al gobierno de intenciones totalitarias que todo oriental bien nacido sabe que son absolutamente falsas. Los discursos de varios representantes del Frente Amplio en el Parlamento el pasado fin de semana fueron delirantes, cargados de odio y profundamente antiuruguayos.

Los que reclamaron la cuarentena obligatoria ahora niegan una ley para evitar aglomeraciones por 60 días. Los que presentaron un proyecto casi idéntico para no votar el del Poder Ejecutivo lo acusan poco menos de que golpista. Es muy triste para el país en esta hora aciaga tener una oposición tan pobre de argumentos y sobre todo, de espíritu.

Resulta inevitable recordar el último discurso público de Luis Alberto de Herrera, que parece comentar precisamente las circunstancias que vivimos, pronunciado luego del triunfo nacionalista de 1958: “Adviene otro tipo de lucha distinto a éste que venimos de resolver con éxito. No será más entre blancos y colorados, sino entre nacionalistas, quienes quieran y merezcan serlo, y los que no quieren serlo, o porque no lo sienten o porque no les conviene”.

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