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Politizado silencio ante el racismo

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La calificación de “negra blanca” lanzada contra una diputada nacionalista por una colega frentista fue ignorada por instituciones públicas y privadas que parecen defender los derechos humanos solo cuando las víctimas son de izquierda.

Ninguna de las instituciones públicas y privadas de defensa de los derechos humanos y de lucha contra el racismo salió a condenar el agravio que una diputada afrouruguaya del Frente Amplio le hizo a una colega afrouruguaya del Partido Nacional. Instituciones públicas que se ocupan del tema hay varias, algunas de ellas con varios directores y bien equipadas por cierto, pero todas ellas prescindentes en este caso. Además están las organizaciones no gubernamentales que también optaron por callarse.

Este silencio ante el ataque contra la diputada nacionalista Gloria Rodríguez —que fue tildada de "afro blanca" o "negra blanca" por la diputada frentista— contrasta con la virulencia con que esas instituciones se expresaron ante episodios de racismo real o presunto ocurridos en el pasado. La diferencia de tratamiento de esta situación con las anteriores parece ser política, porque esta vez la víctima pertenece a un partido tradicional, obviamente el Blanco, y no a la izquierda.

Años atrás, un incidente a la salida de un local bailable en donde una afrouruguaya resultó herida en una trifulca con otras mujeres motivó una reacción desmedida de las instituciones públicas y las ONG. Hubo incluso dos ministros de gobierno que salieron a los medios a pedir procesamientos por el delito de racismo sin siquiera conocer los detalles del episodio. Después se supo que la mujer herida era funcionaria del Mides y militante de izquierda, lo que sirve para explicar la exagerada resonancia de ese caso.

A estas alturas todos los interesados en este tema deberían entender que la lucha contra el racismo y la segregación no tienen color político y que no son propiedad exclusiva de ningún partido. Tan así es que en la más importante conferencia internacional contra el racismo, la celebrada al efecto en Durban, Sudáfrica, en la década pasada, el gobierno uruguayo presentó, acertadamente, una ponencia única, previamente acordada con delegados de ONG y representantes de diversas minorías.

La historia reciente demuestra sin embargo que las respuestas son distintas según quién sea el autor del agravio. Veamos por ejemplo el caso de José Mujica, quien alguna vez hablando en una radio sobre el problema de las deudas del agro, propuso una solución que la podían entender "hasta los negros africanos". Nadie se dio por aludido. Tampoco hubo protestas cuando el mismo Mujica siendo presidente de la República, al entregar computadoras en un liceo, advirtió que el país no debía ir "para atrás como trompada de negro".

La senadora Lucía Topolansky aportó lo suyo. Hablando de la crisis política venezolana dijo que había que comprender que "los del Caribe son en blanco y negro, no los podemos medir con nuestra cabeza, ellos son más coloridos..." Nadie halló en estas palabras vestigio alguno de racismo. Algo similar ocurrió cuando otro extupamaro, Julio Marenales, protestó ante quienes querían poner a Mujica como candidato a vicepresidente acompañando en la fórmula a Danilo Astori. "Mujica no es el Ansina de Astori", declaró, en lo que constituyó una afrenta para los afro-uruguayos que tienen a Ansina —poeta de valía y compañero de Artigas— como uno de sus próceres. Nadie, ni siquiera algún activista de la comunidad afrouruguaya, presentó una queja.

Se dirá que reclamar reacciones por tales expresiones es un exceso. Empero, aún se recuerda cuando un exministro nacionalista empleó la castiza expresión "merienda de negros" usada habitualmente en España y en otros países hispanohablantes. Saltaron todos, incluido el ministerio de Educación y Cultura y hasta se pretendió acusar penalmente al responsable por el delito de racismo al "denigrar", a una minoría racial (el ministerio olvidó que el verbo "denigrar", que alude al color negro, también pudo ser tildado de vocablo racista).

Está claro que en este contencioso entre las dos diputadas afrouruguayas, la autora del insulto contra Gloria Rodríguez usó la palabra "blanca" con aviesa intención política, como lo explicó ella misma cuando dijo que Rodríguez integra un partido "oligárquico". Así quedó patentizada la mala fe de esa diputada que, entre otras cosas, parece ignorar que el fundador del Partido Nacional, Manuel Oribe, fue quien abolió la esclavitud en la naciente República Oriental.

Tan chocante fue el improperio contra Rodríguez que legisladores frenteamplistas, en correcta actitud, le pidieron disculpas a la ofendida. En tanto, los tenaces luchadores por los derechos humanos, que tanto ruido supieron hacer en otros casos, siguen sumidos en un hondo y vergonzoso silencio.

EDITORIAL

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