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PISA y la historia de Uruguay

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¿Cómo no entender que es legítimo criticar duramente el estancamiento feroz al que son sometidas nuestras generaciones más jóvenes por responsabilidad del Frente Amplio gobernante?

Una de las últimas noticias de 2016 fueron los resultados PISA 2015 para Uruguay. Más allá de polémicas e interpretaciones sesgadas, lo cierto e inapelable es que estos fueron muy malos, ya que mostraron que luego de una década en la que hubo los mayores medios para una mejora educativa, seguimos estancados y en un pésimo lugar relativo.

Del total de nuestros jóvenes de 15 años escolarizados, un 41% en ciencias, un 39% en lectura y un 52% en matemática se encuentran por debajo del nivel mínimo de desempeño, lo que implica que no tienen las competencias básicas para manejarse en el siglo XXI. Pero en nuestro caso se debe agregar un dato importante, que es que al menos un 13% del total de esa generación no asiste a cursos, por lo que es fácil suponer que tampoco alcanza en esas áreas las competencias mínimas.

Así, las pruebas PISA ratificaron el resultado de otro estudio, esta vez del BID, que había calculado que el 58% de nuestros jóvenes no poseen las competencias educativas básicas. En cifras absolutas, el BID había estimado que esa situación alcanzaba a unos 31.000 jóvenes de 15 años, en una generación de algo más de 53.000 en total.

Desde el oficialismo se procuró relativizar estos pésimos resultados. Quizá uno de los intentos más asombrosos fue el de decir que, en realidad, las pruebas PISA que realizaron los adolescentes eran muy difíciles de hacer, incluso para adultos ya formados y universitarios: nada menos que la ministra de Educación, por ejemplo, tuvo ese paupérrimo reflejo. Pero también hubo una voluntad parecida de parte de activos actores de la sociedad que están vinculados a la izquierda aunque sin ocupar cargos de gobierno. Ocurrió, por ejemplo, con universitarios cincuentones ligados a la fundación Eduy21, que cuando se conocieron los malos resultados plantearon lo siguiente: si esas pruebas PISA nos las hubieran hecho a nosotros, ¿habría dado algo muy diferente?

El objetivo siempre es el mismo, porque al dar a entender que el Uruguay educado de los años sesenta y setenta no hubiera logrado buenos resultados PISA, se dan argumentos como ruedas de auxilio para este pésimo gobierno frenteamplista. De esta forma se relativizan sus responsabilidades actuales. Sin embargo, igualmente cuesta creer que se sostengan tales razonamientos con tal de defender a la izquierda en el poder. Porque como cualquiera sabe, y como debieran de saber sobre todo universitarios de prestigio, los resultados PISA miden una situación particular de la educación en el mundo.

Hoy en día, con el nivel de desarrollo y conocimiento que alcanzan sobre todo los países de la OCDE, la perspectiva de obtener buenos resultados en las pruebas PISA refiere a estas evaluaciones particulares. Hace medio siglo, con el nivel de desarrollo que tenía el mundo y que la tecnología y la modernidad de aquel entonces exigían, incluso en los países más avanzados, si las pruebas PISA hubieran existido, la medición de conocimientos habría sido bien distinta. Es elemental.

Hoy, por ejemplo, el 85% de la población mundial está alfabetizada, pero en 1970 solo el 44% del total lo estaba. Por tanto, alcanzaba en aquel año con que una amplísima mayoría de la población de 15 años supiera leer y escribir, como era el caso uruguayo, para estar a la vanguardia de la educación en el mundo, incluidos, claro está, los países avanzados que hoy integran la OCDE. No es curioso pues, como suponen algunos que parecen mal informados, que las viejas generaciones crean que, relativamente, en aquellos años el Uruguay era mucho mejor que hoy en día. Es, simplemente, la pura verdad.

Lo mismo ocurre con la comparación regional. El tercio de la población de Sudamérica era analfabeta y había países particularmente atrasados como Brasil, Bolivia, Perú y Venezuela, donde a mediados de los años sesenta se estimaba que en el entorno de la mitad de sus poblaciones no sabían ni leer ni escribir. Cuando hoy en día algunos de esos países nos equiparan en las pruebas PISA, ¿cómo no entender que es legítimo criticar duramente el estancamiento feroz al que son sometidas nuestras generaciones más jóvenes por responsabilidad del Frente Amplio gobernante?

Por todos estos datos históricos elementales, si las pruebas PISA hubieran existido en los años 60 o 70, el resultado para Uruguay habría sido mucho mejor. Dudar de semejante evidencia por parte de gente universitaria y de izquierda, solo muestra hasta qué punto su ceguera ideológica les impide aceptar las responsabilidades de su partido gobernante.

EDITORIAL

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