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En picada hacia el subsuelo

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EDITORIAL

Sin rubores, Mujica sostuvo que no hubiera gastado US$ 90 millones en el Antel Arena, pero nada dijo de los miles de millones que se fueron en las aventuras de Ancap, Fondes, Pluna, Regasificadora, ni de los US$ 3.536 millones que reclama Aratirí.

Las señales de que este gobierno viene en caída libre son por momento dramáticas y por otro lado hasta causan gracia por el desparpajo que se exhibe desde las alturas: ya le importa muy poco guardar las apariencias de sus caprichos y desastres.

El ministro Astori es incorregible, aun desahuciado de su fuerza política. Porque eso de salir a defender la política económica del FA con el pueril argumento de compararla con la situación de Argentina y Brasil ("Uruguay logró desacoplarse de la recesión en Brasil y Argentina", dijo en ADM), es de un voluntarismo insostenible. Si ellos están peor que nosotros, es un problema de ellos, pero no significa que nosotros estemos bien. En tren de comparaciones podría haber dicho también que estamos mejor que Venezuela o Nicaragua, pero claramente está impedido de invocar a Chile, Paraguay, Ecuador o Bolivia, por citar solo a algunos países de la región que están bastante mejor que Uruguay.

Las previsiones para 2019 hablan de un crecimiento apenas superior al 1%. Pero también hablan de un crecimiento de la deuda pública, actualmente en 40.000 millones de dólares o el 65% del PBI, porque el déficit fiscal sigue cómodo en el 4,3% al igual que los últimos años, y en cualquier momento la bomba entra en su cuenta regresiva, tal como ocurre en los hogares de los uruguayos (y de todo el mundo) cuando se gasta más de lo que ingresa y por mucho tiempo.

Ya que tocamos el tema de los hogares uruguayos es bueno saber que, de acuerdo a los últimos datos de la DGI, el 47% de los asalariados (unos 620.000) recibe menos de $ 25.277 por mes y que si se percibe una suma superior a $ 14.001 en Montevideo, $ 9.086 en el interior urbano o $ 6.093 en el interior rural, para nuestro gobierno deja de ser pobre en este Uruguay carísimo, donde los impuestos, tarifas y consolidaciones fiscales apenas dejan respirar.

En esa línea de verdades a medias, que cada día aumentan el malhumor de los ciudadanos de este país con el FA, sus gobiernos y sus "inventos", el tema del Mides aparece como una joyita: creado en 2005 para enfrentar las consecuencias de la gran crisis (2002-2003), tuvo un presupuesto inicial de US$ 65 millones. Hoy su presupuesto es de US$ 290 millones y en 14 años de funcionamiento el dinero asignado al Mides ronda los 2.000 millones de dólares. Cuando el Partido Nacional pidió una Investigadora para saber qué se hace con ese dinero, cómo y en qué se gasta, la totalidad del FA rechazó la propuesta. Y fue con los votos del MPP, el mismo sector que poco después presentó un paquete de medidas para promover la austeridad y la transparencia de la cosa pública. Ocurre que la glásnost le trae malos recuerdos a Marina Arismendi. Eso sí, publicita y organiza conferencias en locales partidarios del Frente Amplio sin ningún pudor.

Y si hablamos del MPP tenemos que hablar de Mujica. Sin rubores, sostuvo que no hubiera gastado 90 millones de dólares en el Antel Arena, pero nada dijo de los miles de millones de dólares que se fueron en las aventuras de Ancap, el Fondes, Pluna, la Regasificadora, ni de los 3.536 millones de dólares que reclamó Aratirí y cuya demanda se ha ocultado a los ciudadanos. Y todavía hablan de austeridad y transparencia.

Y en tren de austeridad, ¿qué les parece al MPP y a Mujica, al ministro Astori o al presidente Vázquez, la compra de las sillas de oro de Ancap? ¿No les parece exagerado gastarse más de un millón de pesos para comprar 12 sillas, a razón de $ 92.000 cada una?

¿O los más de cinco millones de dólares que UTE deberá pagar a 235.901 clientes como consecuencia de los cortes de luz que regresaron el año pasado con ímpetu redoblado y que ya empezaron a presentarse este año cuando el otoño recién empieza? ¿No sería mejor —y hasta más austero— que el ente monopólico diera un buen servicio, y utilizara para ello ese dinero, en lugar de estar abonando por un mal servicio que deberá volver a pagar?

A esta somera descripción de la realidad uruguaya de los últimos días hay que sumarle a aquella otra que ya viene desde lejos y forma parte del ADN del Frente Amplio: la inseguridad de Bonomi que se mantiene inalterable, el fracaso de la educación porque gastar más no significa educar mejor, la situación de tirantez con el sector agropecuario, el gran motor de la economía nacional; la fobia en impulsar acuerdos comerciales con el mundo que abran nuevos horizontes y la sumisión genuflexa y vergonzosa al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela.

No hay dudas, es la hora de darle un largo descanso al Frente Amplio porque todavía puede ser peor.

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