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El petróleo y las paradojas

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En 1973 se produjo la primera crisis del petróleo. La Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPEP) originada en 1960, en un principio por el acercamiento de Venezuela y algunos países árabes, firmado en Egipto y que actualmente incluye a 12 miembros, tomó en aquel momento la arriesgada decisión de no exportar más crudo a los Estados que habían apoyado a Israel en la guerra del Yom Kippur.

Una tremenda pulseada de parte de esta institución en la cual Arabia Saudita es jugador preponderante. Esa guerra les permitió darse cuenta del poder que tenían y a partir de ahí, los jeques se convirtieron en los grandes magnates del mundo. El cambio del camello al Rolls Royce transformó el panorama y las seven sisters, como se conocía a las grandes compañías petroleras occidentales, dejaron de ser lo que eran. Para los países carentes de oro negro, importadores netos como el Uruguay, el golpe fue grande y era imposible que no repercutiera en su economía.

Fueron años muy difíciles. En 1978 se dio la segunda crisis del petróleo cuando comenzaron las primeras revueltas contra el Sha de Irán y en 1980 el enfrentamiento bélico entre e Irak e Irán. La congelación de exportaciones iraníes provocó otra espiral en el precio del hidrocarburo y el mundo volvió a sentir el shock producto de la suba del crudo.

A finales de 1981 la situación empezó a normalizarse, mientras quedaba claro que el petróleo no volvería a ser un insumo barato. Hubo que reacomodarse a la nueva situación, mientras que con los bolsillos llenos de "petrodólares", los señores de largas túnicas pasaron a ser requeridos y adulados por todos lados. Se les cortejaba para que fueran a los casinos de Occidente, compraran mansiones, tiendas, hoteles y negocios en bancarrota, al tiempo que en sus desérticos territorios surgían ciudades espectaculares y crecía el negocio de las armas. Parecía imposible que el petróleo pudiera algún día costar menos de 100 dólares el barril y a esos precios, valía la pena explorar otras formas de energía.

Aparte de la hidráulica y las discutidas fuentes nucleares, aparecieron la eólica, la solar, la biomasa, pero lo que más preocupó a los señores de la OPEP fue el fracking, desarrollado en Estados Unidos. La gran potencia del norte podría prescindir de comprarles tantos barriles, llegar a autoabastecerse y hasta podría entrar a competir.

Sus adversarios comerciales decidieron jugarse el todo por el todo. Siguieron extrayendo, no disminuyeron la producción y los mercados siguieron con mucha oferta, aunque eso depreciara el producto. Esta estrategia se facilita un en país como Arabia Saudita, donde el petróleo está casi a ras de suelo. Entonces, con el barril de crudo cayendo alrededor de los 40 dólares y aún menos, las otras alternativas pierden factibilidad económica. Ahora bien, ¿qué consecuencias tendría que traer el petróleo barato al resto del mundo? Malas para las naciones productoras como Rusia, que se encuentra en serios problemas frente a esta coyuntura. Sin embargo, para países como el nuestro debería ser una bendición (si no fuera por Ancap) y servir para reactivar a buena parte de la economía mundial. Pero lo curioso es que no es así. Circulan temores de recesión, desde China a Europa y ni qué decir de los "emergentes".

Junto con el petróleo han caído los productos primarios que vendíamos a muy bien precio. Los alimenticios como los nuestros y los metálicos, como los de Chile. Excluido el oro que es lo único que ha subido algo. No hay una sola explicación y son múltiples los factores que se entrecruzan, pero no deja de ser una paradoja que cuando ese vital elemento para el progreso del hombre —desde el transporte marítimo, terrestre y aéreo, las maquinarias, la electricidad, la calefacción y refrigeración, la iluminación, la industria química, etc.— se abarata, la preocupación reinante sea el enfriamiento económico general, a excepción de casos como Estados Unidos.

Y a esa paradoja hay que sumar otra. La del peligro que supone para el complejo ecosistema del planeta, que uno de los grandes culpables de las emisiones de carbono que afectan a la atmósfera hoy esté mucho más barato. Ese fantástico carburante fósil, legado de millones de años de turbulencias terráqueas es, al mismo tiempo, gran responsable de su contaminación. Si era difícil antes, con precios elevados, llegar a acuerdos internacionales para disminuir las malas consecuencias de su uso indiscriminado, qué se puede esperar ahora para la próxima cumbre de París. Por más de que hoy haya otra consciencia al respecto y se sepa de los daños ambientales que, hace unos 50 años, no se tenía idea.

Editorial

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