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Peligroso auge del contrabando

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Decir que el contrabando perjudica a la industria y el comercio, que destruye puestos de trabajo y que provoca fuertes mermas a la recaudación del Estado es un lugar común en Uruguay, un país que —salvo períodos excepcionales como el de la última década— sufre este flagelo desde los comienzos mismos de su existencia.

Con "fronteras porosas", tanto terrestres como fluviales, siempre fue sencillo introducir productos cuando los precios convinieran, lo cual depende en gran medida de la política cambiaria en cada país. Ese es el panorama que afrontamos con Argentina y Brasil, ambos con monedas cada vez más devaluadas.

A las quejas procedentes de localidades fronterizas se suma ahora una inquietud generalizada por la magnitud que va alcanzando el flujo de productos extranjeros de consumo, ingresados a nuestro territorio de manera irregular. Una gama que va desde los alimentos de la canasta básica a artículos más sofisticados que en estos días inundan el territorio nacional, Montevideo incluido.

Cuando los productores nacionales denuncian que uno de cada cuatro pollos que aquí se venden provienen de Brasil y que algo parecido ocurrirá con el azúcar y la crema dental, por citar dos ejemplos, hay que pensar que el problema va más allá del pequeño surtido que una familia hace en un fin de semana. Las autoridades tienen la convicción de que detrás del creciente movimiento que se registra en las fronteras hay organizaciones dedicadas al contrabando en gran escala, con redes de distribución bien aceitadas y de alcance nacional.

Una idea de la sangría económica que esta actividad ilegal produce, la suministran los datos sobre el número de actuaciones de la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) en lo que va de 2015 que prácticamente duplican a las del año pasado. Basta ojear la prensa para enterarse de la incautación de cargamentos de cigarrillos, bebidas alcohólicas, electrodomésticos, combustible, repuestos de automóviles o incluso, como sucedió hace poco, de un stock completo de sustancias anabólicas y estupefacientes.

Si al principio preocupaba el contrabando de Brasil, en los últimos meses la atención se volcó también sobre Argentina en virtud de su bajo nivel de precios. Un estudio de la Universidad Católica de Salto demostró que resulta un 30% más caro abastecerse en esa ciudad, que en la vecina Concordia. Por otra parte, la depreciación del real vuelve tan atractivas las compras que, según afirman las autoridades de la Confederación Empresarial del Uruguay, en los departamentos fronterizos con Brasil la gente gasta el 50% de su salario abasteciéndose del otro lado de la línea.

Ante esta inundación, la DNA acentuó sus controles ubicados en los puestos de frontera destinando un mayor número de efectivos y vehículos con tales fines. Sin embargo, en el reciente feriado largo con motivo del día de difuntos, fue tan intensa la circulación a través de las zonas limítrofes que la tarea de revisar las pertenencias de los turistas desbordó a ojos vistas, las posibilidades de los funcionarios aduaneros. Y una vez más se comentó que los recursos con que cuenta esa dirección son insuficientes para prevenir y reprimir el contrabando con mayor eficiencia.

Es probable que por esa razón, en los últimos días se dispuso atinadamente que efectivos del Ejército empezaran a colaborar con tareas de vigilancia en la frontera con Brasil de manera de implementar la política de "cero kilo" proclamada por la DNA semanas atrás. Junto con ellos trabajan agentes policiales y funcionarios aduaneros que montaron una serie de puestos fijos en rutas nacionales para inspeccionar vehículos procedentes de los departamentos fronterizos con Brasil. Es un problema para Uruguay la masificación del contrabando, esta vez de Brasil hacia aquí, (otras ha sido al revés ) dada la dimensión del perjuicio que éste le infiere a la economía nacional y que tarde o temprano se plasmará en comercios cerrados, empleos perdidos y tributos que no se cobran. Si no se quiere devaluar, con la acción de las aduanas, apoyada por los ministerios del Interior y Defensa Nacional, tal vez será posible mejorar el combate contra este delito cuyo auge levanta protestas del comercio establecido, en todo el país.

Para conducir esa lucha, sería importante contar al frente de la DNA con un director dedicado cien por ciento a la represión del contrabando, lo cual no parece ser el caso del actual jerarca de esa repartición que hace poco presentó renuncia —que no le aceptaron— por participar en un escandalete político propio de ese conventillo que es la interna del Frente Amplio. Con esas distracciones es difícil tener éxito.

Editorial

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