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El Estado paternal

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No es el rol del presidente cuidarnos como si fuéramos niños. Y eso es lo que sistemáticamente hace el Dr. Vázquez. Se toma atribuciones más propias del médico familiar que de un presidente. Y eso está mal.

No se sabrá nunca qué quiso tapar a qué. Pero el anuncio por parte del presidente Vázquez de su nueva cruzada contra el con-sumo de alcohol coincidió de manera llamativa con la difusión del informe del tribunal de ética del Frente Amplio sobre el "caso Sendic", con lo cual su presencia mediática fue mínima. Pero como es un tema importante, vamos a analizarlo a fondo.

Empecemos por lo positivo. Lo anunciado por el presidente Vázquez es menos terrible que lo que se había previsto. El proyecto prevé a grandes rasgos prohibir la venta de alcohol entre las 0 y las 6 horas, salvo en lugares habilitados; la creación de un registro de vendedores de alcohol; prohibir concursos que promuevan su ingesta, así como la publicidad enfocada en menores de edad, y un etiquetado de los productos con alcohol que advierta sobre sus daños, como ocurre hoy con el tabaco.

Además el presidente Vázquez se saca un gustito personal, al prohibir que en supermercados y estaciones de servicio se ofrezcan "petacas" de la bebida espirituosa en las cajas registradoras, algo que él mismo ha señalado más de una vez, considera una tentación inaceptable. Cada cual conoce sus debilidades.

Lo "bueno" queda simplemente en que todo pudo ser peor. Porque esta ley, tanto en su espíritu, como en su implementación, y hasta en sus fundamentos, está plagada de errores, voluntarismos, necedades y, sobre todo, es una muestra dolorosa del escaso respeto que tienen nuestros políticos por la inteligencia y la capacidad de manejar su propia vida de los mismos ciudadanos que los votan.

Empecemos por el principio. Resulta que la ley prevé crear una nueva unidad reguladora, esto es sumar burocracia, sumar cargos públicos, sumar trámites, sellos, escollos, en la vida comercial del país. Se podrán poner todas las buenas intenciones del mundo como justificación. Pero la realidad es esa, y no hay un solo país en la historia que haya logrado mejorar la sociedad o eliminar un vicio colectivo en base a burocracia. Pero, además, quien diseñó esto parece no haber estudiado lo que pasa en países donde hay licencias para vender alcohol. Termina siendo una barrera para la libertad de comercio, cuando no un nicho para mafias y el comercio irregular.

Segundo punto, en Uruguay ya existe una severa regulación para la venta de alcohol, que incluye desde un monopolio estatal en la producción de determinados alcoholes, hasta una rigurosa prohibición de venta a menores. ¿Acaso eso ha frenado el "problema"? No. ¿No sería mejor ver por qué esa regulación no funciona, antes de lanzar otra batería de normas y crear otra andanada de cargos públicos?

Tercer punto, ¿es realmente el alcohol un problema terrible que está destruyendo a la sociedad uruguaya? Los números fríos no muestran eso. Uruguay tiene un consumo per cápita de unos 6,8 litros al año de alcohol, apenas un poco por encima del promedio mundial, y en el lugar 10 de 24 países de América. Comparado a otros temas realmente serios que enfrenta el país, como la dramática cifra de egreso de secundaria, la tasa de natalidad en los sectores medios, o las cifras de homicidios en algunos barrios de la capital, esto no ameritaría 10 segundos del tiempo presidencial.

Pero nada de esto es lo más importante. Lo realmente trascendente es la obsesión de algunos actores políticos por ocupar un lugar en la sociedad que la constitución no les otorga.

La constitución uruguaya prevé la organización de un país de ciudadanos libres, que se asocian voluntariamente para resolver sus problemas en común. No prevé que el estado tenga un rol paternal sobre sus ciudadanos mayores de edad, no prevé cruzadas sanitarias, no prevé que un simple representante temporal del soberano, como es un político, tenga derecho de decirle a la gente lo que tiene que hacer con su vida.

Y esto es lo que hace esta ley, como tantas otras. A la gente hay que darle información, educación, y reglas claras. Después cada uno tendrá que organizar su vida, y hacerse responsable de sus decisiones. Se podrá apoyar a quien es víctima de algún exceso o presa de alguna debilidad. Pero no es el rol del presidente cuidarnos como si fuéramos niños. Y eso es lo que sistemáticamente hace el Dr. Vázquez. Se toma atribuciones más propias del médico familiar que de un presidente. Y eso está mal.

Este país tiene enormes desafíos por delante, que el gobierno no termina de asumir. Es hora de dejarse de campañas para la tribuna, y que el presidente asuma con seriedad las verdaderas reformas para las cuales le pidió el voto a la gente hace apenas dos años y medio.

EDITORIAL

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