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Mientras pastamos...

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El dibujo de Arotxa, como siempre, es más explícito que 20 editoriales. Allí se ve a Uruguay, una manchita oscura, alejada, solitaria, reposando sobre algún satélite estéril. Mientras, a lo lejos, un planeta Tierra vibrante y colorido sigue girando sin pausa, y sin tener demasiada conciencia del prescindente testigo de su marcha.

Es que la noticia de la semana, el acuerdo para firmar el pacto de libre comercio más grande de la historia llamado Alianza Trans-Pacífica, vuelve a poner en evidencia nuestro aislamiento, nuestra lejanía de los centros de debate global, y la miopía de una dirigencia política que cada día deja más en evidencia que no entiende el mundo de hoy.

El acuerdo significa la liberalización absoluta del comercio de bienes y servicios, las inversiones, las compras públicas, las barreras no arancelarias... o sea todo. Como un TISA a la enésima potencia, y que ha sido firmado por 11 países con costa sobre el océano Pacífico, el cual se convertirá de hecho en el nuevo eje geopolítico central del planeta. El gran ausente de este pacto es, por supuesto, China, ya que el mismo busca ser un contrabalance para la hegemonía del gigante asiático en esa parte del mundo. Pero ya hay quien dice que en otra muestra de pragmatismo "denxiaopiniano", China podría incluso sumarse al acuerdo a mediano plazo.

¿Por qué es esto importante para Uruguay? Por varios motivos.

Primero, porque genera una ventaja muy importante para muchos competidores directos de Uruguay en algunos de nuestros productos estrella, como Australia o Nueva Zelanda, a la hora de alcanzar los mercados más apetecibles para estos productos. Por ejemplo, la carne australiana o los lácteos neozelandeses podrán ingresar a países como México o Perú con costos mucho más baratos que los uruguayos. Además esto se suma a que esos países ya tienen otros acuerdos con China, Corea y Estados Unidos, por lo cual el círculo se estrecha cada vez más sobre nuestras posibilidades de comercio exterior.

Segundo, porque pone blanco sobre negro lo mal que estamos en este rubro. El mundo tiene hoy en negociación unos 150 acuerdos de comercio, y en ninguno está Uruguay. Más allá del acuerdo firmado con Israel y los coqueteos eternos con la Unión Europea, el Mercosur sigue cerrado a firmar nuevos pactos, en buena medida porque tanto Argentina como Brasil no quieren abrir sus mercados por miedo a que su industria, ineficiente y altamente subsidiada, no pueda adaptarse al mundo de hoy. Como si pudieran vivir eternamente en una burbuja.

En el ínterin, los uruguayos seguimos perdiendo mercados, perdiendo puestos de trabajo, perdiendo futuro. Con otro agravante, y es que ni siquiera el Mercosur nos cumple con sus postulados básicos. Mientras que Uruguay perdió cadenas productivas enteras al integrarse al bloque, esperando recuperar esos puestos de trabajo en otras áreas donde era más competitivo, tanto Brasil, pero sobre todo Argentina, no cumplieron nunca su parte, y nos ponen todo tipo de trabas. Y ni siquiera cumplen con los fallos de tribunales del bloque que nos han dado la razón. ¡Lindos socios!

Pero, aunque sea difícil de creer, hay algo más deprimente que todo esto. Y es ver que seguimos en manos de una casta política que no entiende nada de lo que pasa en el mundo. Uno no sabe quién es peor, si José Mujica y su pastoril visión de la "realpolitik", que cree que es el más canchero del mundo porque se pega a Brasil o no hace enojar a China, o Tabaré Vázquez, que un día habla como si entendiera la gravedad de la situación y al siguiente se baja los pantalones ante el grupúsculo de viejitos esclerosados de comité de base que entre chupada y chupada a la bombilla, entierran por ignorancia el futuro de una generación.

Hay dos detalles interesantes sobre el anuncio del acuerdo por parte del presidente Obama esta semana. El primero, que aclaró que el pacto incluye emparejar las condiciones laborales en los países participantes, por lo cual si los vietnamitas quieren exportar a EE.UU., sus trabajadores deberán funcionar en condiciones humanas y razonables. El segundo detalle es que aclaró uno de los grandes mitos de estos acuerdos: su supuesto "secretismo". "Como todo acuerdo comercial, su texto deberá publicarse 60 días antes de que yo lo firme, y luego irá al Congreso, donde cada detalle podrá ser examinado", dijo Obama.

O sea, el presidente más de izquierda desde F.D.R. en Estados Unidos firma el mayor acuerdo de libre comercio de la historia y deja sin discurso a los paranoicos y conspirativos. Por eso ellos son la principal potencia del mundo. Y nosotros...

Editorial

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