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Pandemia, movilidad, obsesión

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El impacto que dejará esta pandemia, de cuya salida se empieza a ver alguna luz, durará años y cubrirá muchas áreas de la vida humana.

Desde ya que estará el impacto en la vida y salud de millones de personas a lo largo de todo el planeta, que han sido, y lamentablemente seguirán siendo por un tiempo más, las víctimas más visibles de esta tragedia.

Pero también habrá otros impactos. Para empezar, el económico, provocado más que por el virus, por las medidas tomadas por los países para enfrentarlo, muchas veces a lo bruto cuando todavía no se conocía demasiado del asunto. Y cuyo efecto perdurará mucho después de que hayamos salido de esta pesadilla. No hay que minimizar el impacto psicológico que quedará también en porcentajes enormes de la población mundial, provocado por los encierros, la falta de vínculo social y la incertidumbre.

Es por esto, y tal como lo ha manifestado en este mismo diario una de las figuras a las que deberemos agradecer por muchos años su aporte al país, el doctor Henry Cohen, que los países que mejor han manejado esta crisis, son aquellos que no han politizado su combate y que han contado con el aporte de la ciencia, la política, y las organizaciones sociales, cada una respetando su función.

Uruguay figura ya en casi todos los rankings globales, como uno de los países que mejor capeó este temporal. Tanto en lo sanitario, donde un país hermano y tan parecido a nosotros como Argentina acaba de superar los 50 mil muertos, o sea proporcionalmente unas 10 veces más que nosotros. Como en lo económico, ya que salvo por plazos muy cortos, el país no cometió el error trágico de encerrar a su población.

Y acá hay que decir una cosa sin medias tintas. Si Uruguay no cayó en esa trampa, que el tiempo reveló no era necesaria para que el país contuviera la pandemia, fue por la convicción del presidente Lacalle Pou, que supo enfrentar presiones de todo tipo para ir por ese camino. Presiones razonables y justificadas, de quienes veían lo que se hacía en otros lados y entendían que había que seguir ese camino. Y de las otras, impulsadas por sectores de la sociedad cuyo principal interés no era la salud de la gente, sino torcer el brazo a un gobierno democrático recién electo.

En esta última categoría hay figuras que quedarán claramente ubicadas para desprestigio de sus nombres e instituciones por muchos años. No hace falta nombrarlos de nuevo. Pero también amenazan ingresar algunas figuras de la academia y la investigación, que ajenos a todo sentido de responsabilidad democrática, y hasta del ridículo, insisten con exigir medidas draconianas, pese a que los antecedentes han demostrado el error de cada uno de sus vaticinios.

Por estas horas circula un nuevo estudio del grupo Guiad, una especie de GACH paralelo generado en la Universidad de la República, que vuelve a insistir con la necesidad de “reducir la movilidad” como única forma de evitar una “segunda ola” de infecciones.

Lo llamativo de este informe es el momento en que aparece. Justo cuando todos los datos muestran un descenso de los indicadores clave de la pandemia. Casos activos, personas en terapia intensiva, tasa de contagios. Todo. Y cuando el experto principal del GACH en modelos y datos, Andrés Ferragut, estimaba hace unos días, que a fines de mes podríamos estar de nuevo en una fase de “control”.

En este mismo momento, este otro grupo de científicos paralelo, insiste en encerrar a la gente. Y lo hace luego de que al menos dos veces en los últimos meses hicieran la misma apelación pública, incluso llevándole la contra al gobierno democrático, y la realidad terminara demostrando que sus cálculos estaban equivocados. Es más, uno de los firmantes de este nuevo estudio, dijo con tono petulante el 17 de enero en una entrevista con radio Sarandí que “ningún país en la situación de Uruguay logró bajar contagios sin reducir la movilidad”. Bueno, ¡ya tiene uno! Porque este país logró frenar la escalada de enero sin tomar nuevas restricciones a la libertad.

Resulta que en vez de explicar los errores de sus cálculos y proyecciones, en base a los cuales el gobierno pudo haber tomado medidas que habrían arruinado la forma de vida de miles y miles de uruguayos, estos técnicos insisten con la misma receta, con la que ya parecen tener un fetiche.

La pandemia está todavía lejos de pasar y nunca se sabe qué medidas tendrá que tomar el gobierno, o qué puede ocurrir. Pero con lo visto hasta ahora, este tipo de planteos ya parecen haber dejado atrás todo tipo de pretensión científica, para convertirse en posturas políticas cada vez más difíciles de respetar.

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