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Orientales responsables

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Uruguay comienza en pocos días un derrotero inédito. Tan original como el que hace quince años inició el Frente Amplio al llegar por primera vez al poder.

El primero de marzo asumirá la Presidencia de la República Luis Alberto Lacalle Pou, liderando un Partido Nacional totalmente renovado en cuerpo y espíritu. Un partido moderno como ningún otro en Uruguay, un partido con hombres preparados para gobernar, pero por sobre todas las cosas convertido en una fuerza política con vocación de macro- liderazgo participativo, esto es de conducir una coalición que representa diversos intereses de varios sectores sociales, económicos, y políticos del país, siendo precisamente esta diversidad su más sólida fortaleza.

Porque ella se centra en el respeto al Estado de Derecho, y en una profunda creencia en los valores republicanos. Esos valores, que grabados en la sagrada letra de nuestra Constitución nos obligan a ser cada día mejores ciudadanos y a cuidar de nuestras instituciones por encima de los intereses y avatares políticos coyunturales. La ley siempre por encima de la política como principio indubitable de las democracias desarrolladas. La justicia abstracta como meta.

Parece que los tiempos de las mayorías de brazo enyesado, de discursos hegemónicos y de verdades reveladas, han llegado a su fin.

Se abre un tiempo de esperanza, de grandes posibilidades de desarrollo, de fortalecer lo que se hizo bien, de mejo-rar lo que aún queda por ajustar, un tiempo nuevo y diferente que no solo debería ilusionar a quienes confiaron en los partidos de la coalición multicolor. También debería ilusionar a quienes en pocos días deberán dejar sus responsabilidades.

Porque todos somos orientales, entendernos es una obligación, porque a todos nos importa el destino de esta gran nación.

Uruguay es la patria de todos, es la única que tenemos, la que pisamos todos los días. En su cuidado no caben mezquindades, partidismo, ni actitudes egoístas. Solo entrega y altitud de miras.

Los países son construcciones colectivas. Obras que se hacen ladrillo a ladrillo, por sucesivas generaciones, cada una con su impronta, cada una con sus ideas, con sus talentos y con sus defectos, con sus aciertos y sus errores.

Y nunca cuando el objetivo es el mismo (la felicidad de los hombres, al decir de los Padres Fundadores), es del todo malo, o del todo bueno, lo que hicieron los diversos actores. Sino que mirado en perspectiva todo pasa a ser parte de esa construcción.

Debemos seguir siendo ejemplo de democracia, es nuestro mandato, desde aquí y para el mundo, como blancos, como colorados, como independientes, cabildantes, integrantes del Partido de la Gente, del Frente Amplio y de cualquier otra fuerza política.

De eso trata la vida política de una nación, de construir, con la materia prima de la realidad nacional, lo mejor que se puede. El arte de lo posible, como enseñó el Jefe Civil del Partido Nacional.

Por eso, la etapa que comienza el próximo domingo es una etapa de responsabilidad. Para quienes gobiernen, pero también para la oposición. Uruguay cerrará un círculo de perfecta alternancia en el poder con este cambio de gobierno, y el país todo debería poner foco únicamente en el futuro mejor que nos merecemos como artífices de esa solidez institucional.

¿O acaso no sentimos orgullo los orientales cuando miramos hacia la región y nos damos cuenta que somos un faro de estabilidad institucional?

Ser la única nación al sur de los Estados Unidos donde todos sus mandatarios pueden tomarse una fotografía juntos, no es algo menor.

Ser un país que procesa sus diferencias en forma democrática, no es algo insignificante. No le damos trascendencia a nuestra fortaleza institucional porque estamos acostumbrados a lo bueno.

Pero porque lo tengamos, porque sea parte de nuestra historia y de nuestra esencia, no debemos creer que esa es una realidad inmutable a la que no debemos poner cuidado y atención.

Da tristeza la situación que viven países hermanos en esta Iberoamérica tan convulsionada y compleja. Seguir siendo ejemplo de democracia es nuestro mandato, desde aquí y para el mundo, como blancos, como colorados, como independientes, cabildantes, integrantes del Partido de la Gente, del Frente Amplio, y de cualquier otra fuerza política. Es nuestra responsabilidad como uruguayos que somos.

Y felizmente parece que el expresidente Mujica lo ha entendido así, de acuerdo a lo dicho al periodismo respecto del cambio de gobierno. Aunque en sus declaraciones, comiéndose cuidadosamente las eses para dejar bien en claro que él es pueblo, mezcle deliberadamente conceptos y entrevere republicanismo y vasallos en la Edad Media...

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