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Optimismo que inquieta

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Está bien el optimismo y el pensar en positivo. Pero la realidad es que resulta muy difícil creerle a Astori ahora, luego de la mentira electoral, como asumir que el nuevo golpe al bolsillo de la clase media no vaya a tener un efecto retroactivo en la economía del país.

Esta semana hubo dos noticias económicas en Uruguay, tan interesantes como contradictorias. Más que noticias, fueron análisis y proyecciones de esos que valen la pena examinar con lupa. Por un lado hubo un evento del que participó el equipo económico completo del Frente Amplio. El foro se tituló "Más inclusión, más innovación y mejor inserción: la política económica frente a nuevos desafíos", y allí tanto el ministro Astori como sus asesores cercanos y el presidente del Banco Central, Mario Bergara, hicieron gala de un optimismo entusiasmante.

Astori sostuvo que el objetivo inmediato de su gestión es "retomar la senda del crecimiento económico", y que "Uruguay está en condiciones de hacerlo". Se destacó que el país no cayó finalmente en recesión, como muchos temían, y se mejoró la proyección para los años siguientes, en los cuales el país crecería 1% en 2017, 2,5% en 2018, y un impactante 4% en 2019, sobre todo a impulsos de la construcción de la nueva planta de UPM. Más allá de eso, el actual ministro hizo gala de su habitual histrionismo y modestia, recordando que se trata del mayor período de crecimiento económico en la historia del país, y llamó a mejorar la inserción internacional buscando nuevos acuerdos de libre comercio. Ya sabemos lo que opina la mayoría de su partido al respecto.

En defensa de Astori hay que decir que, coincidiendo con su presentación, se supo que la inflación volvió a descender al igual que la tasa de desempleo, lo cual potencia su visión optimista.

Ahora bien, este lunes, el economista Ignacio Munyo plasmó una visión bastante menos alegre a lo largo de una entrevista con el suplemento Economía y Mercados de El País.

Munyo alertó que sus modelos de proyección económica se han visto afectados para peor por algunas noticias de los últimos meses como el aumento de las tasas de interés y la llegada de Donald Trump al país. Sobre el nuevo presidente americano, Munyo afirmó que si se cumple aunque sea parte del plan de inversión pública anunciado por Trump en la campaña, sumado al programa de rebaja de impuestos que han prometido los republicanos, el impacto sobre la economía global puede ser muy duro.

El hecho de que una economía ya en fuerte recuperación como la americana, logre convertirse en una imán atractivo de nuevo para los capitales globales, hace que las posibilidades de que lleguen inversiones a países como Uruguay se vuelvan mucho menos realistas. Más grave aún es la situación de Argentina y Brasil, dos países que no logran encauzar sus economías, que no consiguen atraer inversiones y que tienen un enorme impacto en nuestra propia realidad.

Según Munyo, "para 2016 esperamos un crecimiento de 0,3-0,4% del PIB; para el año que viene aguardábamos una suba de 0,5-0,6%, que puede ser todavía menor si el cambio que estamos observando a nivel financiero internacional se profundiza". Y afirmó que "hace ya dos años que el país tiene un nivel de actividad económica totalmente estancado", y que la tasa de gasto público fijo que muestra el actual gobierno es un obstáculo significativo para lograr cambiar esa situación.

Si en materia de Derecho se suele hablar de "dos bibliotecas", qué podemos decir de la economía entonces. Por un lado tenemos la visión exultante y optimista del equipo económico, y por el otro, a uno de los profesionales de la economía más respetado del país, que muestra una visión totalmente opuesta.

Lo preocupante de esta situación es que si bien uno querría aferrase al punto de vista del equipo económico (todos queremos un país pujante y en crecimiento), los antecedentes no le juegan a favor. Hace apenas dos años, el ministro Astori recorrió el país en campaña anunciando que todo iba de maravillas y que Uruguay tenía una economía floreciente. Sin embargo, a poco que asumió el gobierno, descerrajó un feroz ajuste fiscal sobre la población que incluyó subas significativas de las tarifas públicas, y un mazazo tributario sobre las clases medias que recién se va a empezar a percibir el mes próximo.

Está bien el optimismo y el pensar en positivo. Pero la realidad es que resulta muy difícil creerle a Astori ahora, luego de la mentira electoral, como asumir que ese golpe al bolsillo de la clase media no vaya a tener un efecto retroactivo en la economía del país. Casi tanto como tomarlo en serio cuando habla de cambiar el tono de la inserción comercial internacional del país, al saber que cada propuesta de este tipo es sistemáticamente bombardeada por la mayoría de su propia bancada legislativa.

Ojalá que esta vez nos tape la boca.

EDITORIAL

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