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La OEA camino al patíbulo

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La Organización de Estados Americanos (OEA) juega su destino el próximo miércoles 18, donde deberá elegir nuevo secretario general en votación secreta.

Y parece que la suerte está echada: el único candidato conocido por ahora es el excanciller uruguayo Luis Almagro, una figura que no se ha caracterizado precisamente por su adhesión y respaldo a la institución panamericana y ni siquiera por su apego al Derecho, ese que debe regir las relaciones entre los países. Según expresó al periodista Andrés Oppenheimer tiene asegurado el apoyo de 20 países de los 35 que componen la OEA. Y corre solo.

La OEA no se halla en su mejor momento. La gestión del chileno José María Insulza al frente del organismo fue de debilidad para frenar los excesos de los países bolivarianos y hacer cumplir la Carta Democrática. Perdió credibilidad y protagonismo en la defensa de sus cometidos y fue sumiso ante los excesos que tenían como escenario a Venezuela o sus países satélites. Duro con los opositores al régimen de Chávez, mansito con sus atropellos y el de sus amigos a la hora de exigir el mismo respeto a la Carta Democrática. Recién en los últimos tramos de su mandato recuperó la dignidad y planteó firmes exigencias al palacio de Caracas.

Y si el organismo venía mal, la llegada de Almagro significará su certificado de defunción. Si Insulza defendía tímidamente la democracia en la región por temor o conveniencia, Almagro lo hará por convicción.

En la región se ha instalado la Unasur. Obvio que no tiene la representatividad (son solo 12 países) ni el potencial de la OEA, que presenta una Comisión de Derechos Humanos con su Relatoría sobre la Libertad de Expresión que son reconocidas y respetadas (con la excepción de los países bolivarianos), además de agencias especializadas en educación, seguridad ciudadana y combate a las drogas. Pero la Unasur, un invento impulsado por Hugo Chávez para prescindir de México y Estados Unidos, ha desplazado a la OEA de su papel protagónico en las crisis regionales que, ¡oh sorpresa!, tienen por epicentro a países como Venezuela, Argentina o Ecuador.

Si surge algún problema, allí va una comisión de la Unasur (no de la OEA), pero, ¿alguien conoce, por ejemplo, que haya formulado alguna crítica o reproche al régimen de Maduro por los estudiantes muertos en las calles y los presos políticos que se multiplican? Almagro es hombre de la Unasur y este respalda o justifica lo actuado.

¿En la OEA hará lo mismo?

Almagro ha sostenido desde la cancillería un apego a la peor expresión de Irán y convertido a Israel en blanco permanente de sus ataques. Una posición con mucha sintonía con la venezolana, que no solo abrió de par en par sus puertas, sino que —según el Instituto de Canadá de Análisis Social, entre otros— apoyó y pertrechó de pasaportes y visas fraudulentas a iraníes y otros extremistas islámicos. Y de allí "pasean" por América y por el mundo.

Cuando se produjo por presión de Brasil y Argentina la vergonzosa suspensión de Paraguay en el Mercosur para favorecer el ingreso de Venezuela, el entonces presidente Mujica justificó su voto favorable con la frase de que "lo jurídico tiene que estar al servicio de lo político" y su siempre bien dispuesto canciller (Almagro), justificó y aplaudió este episodio al calificarlo como un ejemplo de "realpolitik". ¿Ese es su apego al Derecho?

No es muy difícil deducir que los votos que Almagro dice que tiene para llegar a la Secretaría General de la OEA provienen de los países alineados con Venezuela, sean los directamente bolivarianos o aquellos que disfrutan de un tratamiento especial en materia de petróleo. Pero lo que llama la atención es por qué Almagro presentó su candidatura a un organismo en el cual no cree y cuyo deterioro ha sido el objeto de sus afanes. ¿Alguien puede pensar sanamente que su intención —si ocupa la Secretaría— es devolver a la OEA el prestigio que supo ganarse en otros tiempos, cuando la defensa de la Carta Democrática y de los Derechos Humanos en la región era una realidad y no una fantasmada?

Difícil. Almagro es un "soldado" de la Unasur y la Unasur es la que asegura la impunidad a sus países en todos los atropellos a la Carta Democrática. Venezuela es el ejemplo más notorio, pero hay otros (bastantes y muy conocidos) que van por el mismo camino, empedrado de populismo y de absoluto desprecio al Estado de Derecho.

De la mano de Almagro, la OEA va camino al patíbulo. Y eso ocurre ante la indiferencia de todos los demás países de la región, que entregan el organismo a sabiendas de lo que va a ocurrir. Pobre América.

Editorial

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