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Nuevo gobierno, nuevo tiempo

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En marzo de 2020 quedarán atrás 15 años de gobiernos del Frente Amplio para dar lugar a algo con tintes conocidos y novedosos a la vez.

Un presidente del partido de Manuel Oribe se cruzará la banda en el pecho, con todo el peso histórico y simbólico del acontecimiento, pero lo hará basado en el apoyo de una coalición de partidos, inédita.

En términos históricos, si es posible tomar esa perspectiva al mismo tiempo que los hechos transcurren, es tan relevante el fin de la experiencia de gobiernos frentistas, como la novedad de la etapa que se inaugura. El acuerdo programático entre el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido de la Gente y el Partido Independiente, le asegura al presidente Lacalle una holgada mayoría legislativa y el respaldo necesario para las instancias claves del año próximo: la ley de urgente consideración y el presupuesto nacional.

Hay dos preguntas pertinentes en este momento: ¿Cuáles es el balance de los tres lustros frentistas? ¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno? Comencemos por la primera y luego adentrémonos en la especulación hacia el futuro.

Desde el punto de vista económico las administraciones frentistas dejan un sabor agridulce. Por un lado, al igual que casi todos los demás países del continente, un período de crecimiento fuerte hasta 2014 pero que terminó cuando acabó el viento de cola. Luego se demostró que el país no había creado las fortalezas necesarias para crecer por si mismo. Sin un impulso extraordinario, había perdido competitividad, había aumentado la burocracia, la presión fiscal y no se había insertado en el mundo.

Indudablemente, también pesa el tema fiscal. El deterioro permanente del déficit y el incremento de la deuda pública serán una herencia pesada para el próximo gobierno. El ministro Astori, como siempre, recientemente realizó una autocrítica sobre el tema pasando el problema para quien lo sucede. Es extraordinaria la capacidad de análisis del ministro, lastima que siempre termina haciendo lo contrario de lo que opina que debía hacerse.

Desde el punto de vista social también existen luces y sobras. En las primeras dos administraciones los indicadores sociales mejoraron, especialmente la reducción de la indigencia y la pobreza monetaria, pero la fragmentación social aumentó, creció el número de asentamientos y el de personas viviendo en la calle, a vista y paciencia de las autoridades.

En términos estructurales, la educación está peor que cuando asumió el Frente Amplio, comparativos con la región y el mundo. El sistema nacional integrado de salud, como dice el diputado Martín Lema, no es sistema, ni es nacional, ni es integrado, con graves falencias especialmente en el interior del país y la política de vivienda, brilló por su ausencia. Ni qué hablar del empeoramiento sideral de la violencia y la falta de respuesta del ministro Bonomi, quizás el fracaso más visible y estrepitoso en un mundo en el cual los índices de inseguridad disminuyen en muchos lugares.

Por tanto, los desafíos del nuevo gobierno son enormes pero llega con un viento de optimismo. La razón es que las fortalezas estructurales del país, como indicó el presidente electo, están vivas, solo hay que despertarlas y liberarlas. Enfrentamos severos problemas, pero son solucionables. Nadie puede hacerse el distraído con la magnitud de las dificultades, pero el país ha optado por darle respuesta eligiendo comenzar una nueva era, con otro signo y otras perspectivas. El gabinete anunciado por el presidente Lacalle genera expectativa sobre su gestión. Azucena Arbeleche y el equipo económico muestran solidez y conocimiento del país, para revertir el problema fiscal y comenzar a edificar bases sólidas para el crecimiento. Pablo da Silveira y el equipo de educación, tienen claro el rumbo de la reforma que necesita el sistema educativo y ya están trabajando. Pablo Bartol y el equipo de políticas sociales tiene experiencia en lo que funciona y lo que no, para lograr resultados en un tema crucial para nuestra sociedad. Ernesto Talvi y el equipo de cancillería le darán al Uruguay el lugar que necesita en el mundo, para poder crecer. Pablo Mieres y el equipo del Ministerio de Trabajo garantiza diálogo y respeto por los derechos de todos, empresarios y trabajadores. En definitiva, existe un claro liderazgo presidencial, que ha logrado armar un equipo técnico y político que augura fundadas razones para el optimismo en la nueva época que está despuntando.

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